Kiev es importante para Europa, pero vital para Moscú.

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Dice un proverbio ruso: “San Petersburgo fue la cabeza de Rusia, Moscú su corazón, pero Kiev la madre”; con esta frase quedan reflejados los fuertes lazos históricos existentes entre Rusia y Ucrania. Para Moscú Ucrania no es cualquier otra república, es algo más, es allí donde nace su misma identidad. No podemos olvidar el origen etimológico de “Ucrania”: Krajina- frontera; frontera con Rusia, desde fuera, frontera para Rusia desde dentro en función de su pertenencia o no al imperio. Unos fuertes vínculos afectivos unen a estas dos naciones. Lazos que se aflojan y se refuerzan alternativa y simultáneamente desde el colapso de la URSS de manera constante.

Con todos los acontecimientos que estamos presenciando en la escena política ucraniana desde la revolución naranja y sus complejas, cuando no imposibles, relaciones con Rusia y la Unión Europea, podríamos trazar un paralelismo con la clásica novela de León Tolstoi Anna Karenina. Es la historia de las relaciones que existen entre una mujer, Ucrania-Anna, y su esposo Rusia-Karenin y cómo éstas se ven alteradas con la aparición de un nuevo actor en escena, el amante, Europa-Vronski. Esperemos que el desenlace de esta batalla geopolítica basada en tácticas y estrategias diversas no lleve a nuestra Anna a las vías del tren.

Durante los últimos años Ucrania ha estado indecisa. Dependiendo del presidente de turno se ha aproximado más hacia Rusia o más hacia Europa, en función de intereses geopolíticos y económicos diversos. No nos engañemos, lo que mueve la posición ucraniana no es el romanticismo ni la pasión, es el pragmatismo más crudo. Cuando la ex primera ministra Yulia Tymoshenko decidió firmar un acuerdo sobre el gas con la Federación Rusa  lo que estaban en juego eran intereses económicos, del país o suyos, pero vulgares intereses económicos por el control del gas. Ahora, después de una historia que tiene los tintes de un folletín del siglo XIX, con envenenamientos incluidos, nos encontramos con un nuevo punto de inflexión en las relaciones entre nuestros tres actores. En los próximos días, en Vilnius, con la celebración de la reunión de la Unión Europea con los países para los cuales ésta ha desarrollado su Estrategia Oriental (Eastern Partnership), se abrirá un nuevo capítulo de estas complejas relaciones. A esa reunión Ucrania acude con la táctica de postergar la firma del Acuerdo de Asociación hasta que lleguen tiempos mejores para su economía.

Pero ¿qué es lo que ha sucedido para que Kiev a una semana de la cumbre decida rechazar la firma? En esta decisión han convergido varios factores que no debemos dejar pasar por alto y que están condicionando sobremanera las decisiones que Ucrania está tomando.

En 2010 se creó la Unión Aduanera Euroasiática. En esta Unión participan, por el momento Rusia, Bielorrusia y Kazajistán. Para Moscú es de gran interés que Ucrania llegue a formar parte de esa unión, por varias razones. La fundamental, el control de sectores estratégicos como son la agricultura (Ucrania como granero de Rusia), la industria del acero y tener garantizado el paso del gas por territorio ucraniano. A ello hay que añadirle que la entrada de Ucrania Unión Aduanera Euroasiática supondría para Rusia llegar a la cifra de un potencial mercado de doscientos millones de consumidores.

El 2015 es año de elecciones presidenciales en Ucrania. Existe el temor por parte del actual presidente ucraniano, Víktor Yanukovich, a la luz de las encuestas, de no salir victorioso en esos comicios si dejara a Timoshenko en libertad. De ahí que uno de los principales requisitos solicitados por la UE en la mesa de negociación, la liberación de la ex primer ministro, se haya aplazado (la votación prevista para el pasado 19 de noviembre no ha tenido lugar).

La situación económica en Ucrania es devastadora. El país necesita de fondos de manera rápida y apremiante. Parece que el pasado 10 de noviembre tuvo lugar una reunión secreta entre Putin y Yanukovich gracias a la cual Kiev recibiría los fondos que le hacen falta. Además, sin el gas (recibe el 60% de éste de Rusia) la economía ucraniana estaría muerta. Y esto Putin lo sabe y lo utiliza como mecanismo de presión. No debemos olvidar que Moscú y Kiev firmaron un contrato en 2009 por el que la primera suministraría el gas a la segunda hasta el 2019 (contrato por el que Timoshenko se encuentra en la cárcel).

A pesar de que las importaciones (entre el 35% y el 31%) y exportaciones (entre el 29% y el 26%) hacia Rusia y la UE están muy equilibradas, la certeza de que la recompensa a recibir por formar parte del Acuerdo de Asociación con la UE no se materializará en el corto plazo hace que las elites ucranianas se retraigan y se posicionen en contra de la Unión. Así, en determinados círculos se piensa que ante la crisis económica y política por la que atraviesa la eurozona, con los planes de austeridad que se imponen en países de la periferia, como España, Grecia, Italia o Portugal, y las consecuencias devastadoras que la incorporación a la UE está teniendo en el tejido industrial local en países como Hungría y Polonia, ahora con un mercado dominado por las multinacionales europeas, es más conveniente aproximarse a los mercados euroasiáticos: Rusia, China, Turquía, Oriente Medio o Irán.

Por otro lado, el Acuerdo de Asociación entre Rusia y la UE expiró en 2007 y no ha sido renovado gracias a las presiones de algunos de los estados orientales de la Unión.

Este es el contexto en el que el poder político ucraniano tiene que tomar sus decisiones. Un escenario en el que aparecen presiones en distintos frentes. Rusia lo hace para no  perder a su aliado histórico y mantener su área de influencia y mercado. Las elites locales presionan porque son conscientes de que son poco competitivas en relación con la industria europea y, por tanto, saldrán perdiendo en el corto plazo. El objetivo de la UE se basa en que geopolíticamente necesita una aproximación a Ucrania, dado que es el país por el que pasa el 25% del gas que llega a la Unión y no se quiere que se repitan crisis como las de 2006 y 2008 por culpa de la falta de suministro. La UE le ha ofrecido a Kiev pasar de ser un mero país de tránsito del gas a ser receptor, revirtiendo la dirección del suministro desde Alemania y Polonia o incluso Eslovaquia hacia Ucrania lo que le permitiría no ser tan dependiente de Rusia. Esta sería la gran paradoja, recibir gas ruso a través del gaseoducto North Stream, es decir, después de que el gas haya atravesado media Europa.

Ante esta situación la posición que quiere mantener Yanukovich es la ya conocida como estrategia multivectorial ensayada por el ex presidente ucraniano Leonid Kuchma. El primer paso ya fue dado en 2010, gracias a la aprobación de una ley que reestructuraba los principios de la política interior y exterior ucraniana y mediante la que se establecía el principio de neutralidad en el país. Conforme a esta ley, la adhesión a la OTAN quedaba suspendida. Se establecían desde ese momento nuevos objetivos entre los que destaca la mejora del sistema europeo de seguridad colectiva y la colaboración en áreas puntuales de interés común con la Alianza Atlántica, pero también con otras organizaciones, haciendo velada referencia a la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC) liderado por Moscú. De este modo se conseguía mantener la equidistancia entre ambos y no se perjudicaba la seguridad nacional.

Esta lógica es la misma que está aplicándose en relación a la firma del Acuerdo de Asociación con la UE. La propuesta ucraniana mantiene la adhesión al Acuerdo de Libre Cambio (Deep and Comprehensive Free Trade Agreement, DCFTA) ofrecido por la Unión, pero no a la totalidad del Acuerdo de Asociación. Esta propuesta evitaría la necesidad de poner en marcha todas las reformas solicitadas por la UE, incluida la liberación de Timoshenko. Esto normalizaría las relaciones con Moscú y permitiría tranquilizar y satisfacer a industriales y empresarios ucranianos preocupados por su situación en el mercado ruso. De hecho, ya se ha comenzado a preparar a la opinión pública acerca de las virtudes de un “no” en Vilnius a finales de esta semana, a  través de la emisión de programas y películas rusos alabando las virtudes el socio eslavo.

La forma de relacionarse con la Unión Europea que mantiene Ucrania busca presionar a Rusia en sus decisiones sobre el precio del gas para resarcirse tanto del contrato de 2009 como de los Acuerdos de Jarkov de 2010, por los que se aceptó la presencia rusa hasta 2042 en Sebastopol a cambio de un descuento del 30% en el precio del gas, de momento sólo para el sector industrial debido a unas maniobras realizadas por Gazprom que han conseguido que el país vecino pague el gas más caro de Europa. En todo caso, Moscú permanecerá alerta.

Así, tendremos que observar qué ofrece la UE en la reunión de los próximos días 28 y 29 de noviembre para convencer a Ucrania de las virtudes de su adhesión al Acuerdo de Asociación. No basta con amenazas acerca de la demora sine die del acuerdo si no se firma ahora. La Unión parece que ha olvidado que si Ucrania es importante para Europa, es vital para Rusia. Por el momento, en esta historia, el que ha salido perdiendo es el amante.

 

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