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La canciller alemana, Angela Merkel, y el próximo presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker. Ralph Orlowski/Getty Images

El peso de Alemania en las instituciones preocupa en París, que teme la paulatina pérdida de influencia en el proyecto europeo.

La construcción de la Unión Europea, tras la devastación que sufrió el continente en la Segunda Guerra Mundial, se realizó sobre dos pilares fundamentales: Alemania y Francia. Si se lograba con un proyecto común que ambas naciones estuvieran en paz, Europa entera estaría en paz. Ése fue el primer silogismo. El segundo es casi más lógico: ambos países son el corazón geográfico de Europa, son dos de los más extensos (Francia es el mayor y Alemania, el quinto) y tradicionalmente han sido dos de las economías más potentes del viejo continente. Eran unos cimientos ideales para iniciar el maridaje europeo, un maridaje que evitaría que hubiera un solo liderazgo. Sin embargo, la crisis económica que comenzó en 2008 parece estar cambiando las tornas hacia una Europa cada vez más alemana, ante la que París está reaccionando con voz muy crítica, aunque con escaso éxito. ¿Exageración francesa o reequilibrio de fuerzas?

La nueva UE resultante tras las elecciones de mayo ha hecho saltar las alarmas en París. El presidente de la nueva Comisión Europea, llamada a gobernar hasta 2019, es decir, a resolver la crisis económica y tratar de implantar una nueva prosperidad, está liderada por el conservador Jean-Claude Juncker, luxemburgués, más en la órbita alemana que en la francesa. Pero es que además en Alemania gobierna la derecha, la CDU de Angela Merkel, y en Francia los socialistas de François Hollande, en pleno declive interno, además.

En cuanto a las otras dos grandes instituciones europeas, el Parlamento y el Consejo, la situación es semejante. El presidente del Parlamento es el alemán Martin Schulz, que repite en el cargo tras la pasada legislatura, mientras que el nuevo presidente del Consejo será el polaco Donald Tusk, quien habla alemán y ruso pero no francés y cuyo inglés es muy pobre, algo que no ha gustado mucho a la diplomacia francesa en Bruselas, que entiende que esto se traduce en una pérdida de influencia política.

En el Parlamento Europeo, además, hay cinco presidentes de comisiones alemanes (de comisiones fuertes, además, como Economía, Empleo, Asuntos Sociales) frente a dos franceses.

“Sin duda, se habla menos francés en el seno de las instituciones europeas ahora que hace diez años”, ha reconocido en declaraciones a la cadena France24 la eurodiputada alemana del Partido Popular Europeo (PPE) Inge Grassle, si bien matiza que “con todo, los idiomas oficiales en la UE son el inglés, el francés y el alemán”.

En cuanto a la Comisión, el jefe de gabinete de Juncker es el conservador alemán Martin Selmayr, mientras que respecto al resto de Comisarías hay otros cinco jefes de gabinete germanos frente a uno de Francia, el del comisario Pierre Moscovici, socialista galo.

Moscovici, socialdemócrata, sí que tiene una cartera importante, Asuntos Económicos, lo que en principio es punto a favor para Francia y los socialistas de este país. Sin embargo, el declive económico galo y la crisis del gobierno de François Hollande hacen más duro aún el papel de Moscovici, puesto que de un presunto freno a las políticas europeas de austeridad (impulsadas desde Berlín) va a convertirse en el adalid de estas políticas especialmente en su propio país, Francia, e Italia, donde la UE está clamando ya por recortes y reformas. Francia, por ejemplo, ya anunció hace semanas la primera tanda de estos recortes y se ha comprometido con Bruselas a volver a hacer más en 2015 y 2016 para bajar su déficit de más del 4% al 3%, como estipula la Unión.

El comisario alemán en la UE, en cambio, seguirá siendo Günther Oettinger, conservador, y quien en la pasada legislatura tenía la importante cartera de Energía e Industria y ahora Juncker le ha encomendado la de Economía y Sociedad Digitales, es decir, el sector de las telecomunicaciones.

En cuanto a las Direcciones Generales de cada cartera de la Comisión, ocho estarán regidas por alemanes frente a cuatro por franceses.

Acaso la temida pérdida de fuerza de Francia en la UE está relacionada también no sólo con los efectos de la crisis económica en este país o la falta de credibilidad de Hollande, sino también con la crisis del socialismo galo y europeo, así como del auge del Frente Nacional en Francia, un partido xenófobo y contrario al proyecto europeo.

De los países fuertes europeos, sólo Francia e Italia están gobernados por los socialistas. Y ambos Estados están estancados económicamente y a ambos se les está exigiendo reformas (que ya se están produciendo) desde Bruselas y Berlín.

Esta pérdida de poder socialista se traduce a nivel europeo en que carteras tan importantes como Economía y Finanzas serán supervisadas por los vicepresidentes del Euro y el Diálogo Social, Valdis Dombrovskis, ex primer ministro letón; y el de Empleo, Crecimiento, Inversión y Competitividad, el finés Jyrki Katainen, ex primer ministro de Finlandia. Ambos, mientras gobernaron Finlandia y Letonia fueron aliados de Alemania y de sus políticas de austeridad para Europa.

Por otro lado, el auge del Frente Nacional en el Parlamento Europeo, donde alcanzó 24 escaños en los pasados comicios europeos de mayo, ha debilitado, sin duda, el empuje de Francia en el proyecto europeo.

Por población, Alemania tiene en el Parlamento 96 diputados (el país más representado) de los 751 escaños en total. Francia es el segundo país con 74 europarlamentarios. “Sin embargo, si se le restan los 24 antieuropeos y de extrema derecha del Frente Nacional, cae hasta los 50, lo que la sitúa a la altura de Polonia, que es el sexto país en número de escaños”, explica Grassle.

La eurodiputada alemana niega, sin embargo, que a nivel de las instituciones europeas o a nivel diplomático Francia haya perdido fuerza: “En el servicio exterior de la UE, este país sigue teniendo mucha más influencia que Alemania y también tiene muchos más funcionarios europeos, sobre todo en la Comisión”, argumenta.

La diputada socialista gala Pervenche Beres no lo ve así y pide cambiar las cosas, porque “la manera en que está configurada Europa se refleja en cómo luego Europa habla a sus ciudadanos por eso es fundamental que exista una correcta representación en las instituciones”.

Beres critica además que menoscabar esa representación “beneficia a las políticas de austeridad alemana y perjudican que Europa vaya a poder salir de la crisis en los próximos años”. Grassle ha rechazado este planteamiento y se ha mostrado segura de que habrá más inversión pública y de que Alemania estará dispuesta a cambiar de políticas “siempre y cuando Francia haga reformas y reduzca el déficit”.

París-Berlín. La próxima legislatura, que comienza para la nueva Comisión el 3 de noviembre, cuando tomará posesión, dirá quién de los dos gobiernos gana la partida de la influencia y de marcar el rumbo para esta UE en crisis.