La Unión Europea, al incluir a Hamás en la lista de organizaciones terroristas, da la espalda a un actor clave en el conflicto palestino-israelí y reduce así su capacidad de mediación.

 

La UE tiene las manos atadas en su mediación en el conflicto palestino-israelí, y esta situación se explica, entre otras razones, porque Europa no reconoce a Hamás como el actor político clave que es en Oriente Medio.

AFP/Getty Images
Frente a Hamás: Nicolas Sarkozy, Mahmud Abbas, Javier Solana y el ministro de Asuntos Exteriores checo, Karel Schwarzenberg, asisten a una conferencia de prensa en Ramala (Cisjordania).

La organización islamista lleva la etiqueta europea de “grupo o entidad terrorista” al igual que otras organizaciones palestinas, incluida las Brigadas de los Mártires de Al Aqsa que son el brazo armado de Al Fatah, movimiento del presidente palestino, Mahmud Abbas. Sin embargo, Hamás presenta una particularidad que le hace diferente del resto de facciones: su ingreso en la lista negra de la UE fue algo exigido por George W. Bush. Apenas sesenta días después de que el presidente estadounidense pidiera este favor, los ministros de Exteriores de la UE acordaron incluir al “brazo político de Hamás” en la lista europea de organizaciones terroristas.

Francia y Bélgica fueron difíciles de persuadir. Acusados de no querer perjudicar sus vínculos con el mundo árabe ni enfurecer a sus poblaciones musulmanas, ambos países formaron parte del grupo de Estados que Jack Straw, ex ministro de Exteriores británico, calificó de “cautelosos”. Pese a ello, la mayoría de los líderes europeos estaba predispuesta a considerar oficialmente como “terrorista” a Hamás gracias al clima de guerra contra el terrorismo que reinaba –y reina– en las relaciones internacionales tras el 11-S. En palabras de Alain Lamassoure, eurodiputado galo del Partido Popular Europeo: “Nos hemos dejado aterrorizar por los estadounidenses, quienes, a su vez, se han dejado aterrorizar por los israelíes”. Sea como fuere, la UE acabó contribuyendo a cerrar el cerco contra el grupo islamista que gobierna la Franja de Gaza tal y como pidió Bush.

Tal vez porque creían debilitado al movimiento palestino o a causa de que la ampliación de la UE ocupaba en gran medida las agendas de los dirigentes europeos, los Estados miembros no prestaron atención a la ascensión política experimentada por el grupo islamista. “La Unión Europea no midió el auge de Hamás ni el descontento generado hacia Al Fatah por el fracaso del proceso de paz”, según Lamassoure. En enero de 2006, la UE tuvo que negarse a reconocer la legítima victoria del movimiento “terrorista” en unas elecciones legislativas cuya organización estuvo respaldada por los propios países europeos. En los comicios, Hamás, con 74 escaños, se impuso claramente a Al Fatah, con 45. “Nos sorprendió la amplitud de la victoria”, decía Javier Solana, alto representante para la Política Exterior de la UE, a la prensa internacional tras conocerse los resultados.

La doctrina europea respecto a Hamás, en boca de Solana, es simple: “Europeos y estadounidenses decimos que la democracia y la violencia o el terrorismo no son compatibles”. De este posicionamiento se destila que Europa haya participado en el boicot internacional que han sufrido los tres gobiernos palestinos en los que ha estado representado este movimiento. Pese a la sencillez de los planteamientos que imperan en la UE, la decisión europea de boicotear la entrada del Movimiento de Resistencia Islámica en política sorprendió a propios y a extraños. La UE “no fue seria; decidimos tan mal como cuando Francia contribuyó a la parálisis del proceso electoral en Argelia en 1990 tras la victoria del Frente Islámico de Salud”, dice Lamassoure. Junto a Estados Unidos, la Unión Europea exigió a Hamás tras su victoria electoral que rechazara la violencia, que reconociera el Estado de Israel y los acuerdos firmados entre israelíes y palestinos. Dicho de otro modo, se le pidió que “se negara a sí mismo”, según Olivier Roy, experto en movimientos islamistas.

Para Jaled Hroub, director del Proyecto de Medios de Comunicación Árabes de la Universidad de Cambridge, la Unión Europea ha desarrollado “una política con pocas miras” en Oriente Medio. “Las presiones que ha recibido Europa de Estados Unidos e Israel han evitado que la UE pueda hablar e influenciar a Hamás”, asegura Hroub, originario de un campo de refugiados situado cerca de la ciudad de Belén. No obstante, en el Viejo Continente algunos han dado señales de poder adoptar puntos de vista sobre Hamás diferentes a los de Washington y Tel Aviv. El pasado mes de mayo, la diplomacia gala asumió públicamente que Francia ha establecido contactos oficiosos con esta organización. El presidente Sarkozy llegó a decir que una comunicación con el movimiento palestino a través de “pasarelas” podría ser “útil”, términos que dan a entender que sería conveniente abandonar la estrategia del boicot.

Sin embargo, la iniciativa gala nunca tuvo vocación de constituir una nueva doctrina europea frente al desafío político que representa Hamás en Oriente Medio. De hecho, el propio Sarkozy adoptó en su última visita a Israel un discurso firme contra el “terrorismo” palestino. Tras el comienzo de la ofensiva israelí en la Franja de Gaza, la firmeza vuelve a caracterizar la postura europea sobre la organización islamista. Sarkozy, el premier británico, Gordon Brown, la canciller alemán, Ángela Merkel y el presidente español, José Luis Rodríguez Zapatero, han tachado a Hamás de “responsable” de la ofensiva que ha causado ya más de 1.000 muertos y cerca de 5.000.

La UE se cierra puertas en Oriente Medio con este planteamiento. Si los países europeos quieren ir más allá de su honorable papel de mayor asistente financiero a los palestinos debería reflexionar de nuevo sobre su estrategia hacia Hamás. Europa puede aumentar su capacidad de mediación en el conflicto palestino-israelí tendiendo una mano a la organización islamista para negociar, por ahora, la salida del infierno que viven los ciudadanos de la Franja de Gaza.

 

Artículos relacionados