¿Ha llegado el momento de encontrar una alternativa a la situación?

 

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JAAFAR ASHTIYEH/AFP/GettyImages

 

Nadie podría pensar que pudiera hacerse realidad que el secretario de Estado de EE UU, John Kerry, consiguiera persuadir al primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, y al presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmoud Abbas, para retomar las negociaciones de paz. Es cuestión de tiempo que se pierda la esperanza depositada en la solución de los dos Estados. Durante una de sus muchas visitas a la región en los últimos meses, Kerry predijo que “dentro de dos años la posibilidad de una solución de dos Estados para israelíes y palestinos será historia”. Una afirmación repetida por el enviado del Cuarteto para Oriente Medio y ex primer ministro británico, Tony Blair, y por el ex presidente de Estados Unidos, Bill Clinton, en la Conferencia de Presidentes en Jerusalén en junio.

Pero mientras los responsables de las negociaciones entre Netanyahu y Abbas se preparan para una farsa pública, esa oportunidad podría haberse acabado hace mucho y sus cimientos haberse convertido en escombros, como atestiguan las miles de viviendas palestinas demolidas en Jerusalén y Cisjordania. Mientras los asentamientos se extienden sobre las colinas de la región a la que incluso Netanyahu se refiere como "Judea y Samaria" (el nombre bíblico de Cisjordania), la realidad ahora habla por sí misma.

Un informe interno de los diplomáticos de la UE en la Autoridad Palestina (AP) filtrado en enero se refería a la construcción de asentamientos "como la mayor amenaza a la solución de los dos Estados.”

La Cisjordania palestina, incluyendo Jerusalén Este, actualmente alberga no solo a 2,35 millones de palestinos sino también a más de 500.000 colonos israelíes. Y el número sigue creciendo. Al mismo tiempo que Kerry se esfuerza por reiniciar las negociaciones de paz, llega la noticia de que las construcciones de asentamientos, que comenzaron durante el primer trimestre del año, han sido tres veces mayores que durante el mismo periodo del año pasado, según la organización israelí, Peace Now. El área disponible para un Estados palestino real disminuye por tanto día a día y la falta de poder de la Autoridad Palestina no hace sino volverse más evidente.

La AP, surgida como resultado del acuerdo de Oslo de 1995 con la intención de convertirse en una institución intermediaria, vio su poder limitado desde el principio. Controla plenamente solo un 18% de Cisjordania, principalmente el Área A, no tiene Ejército, una moneda o una economía independientes y no controla ninguna de sus fronteras.

Durante los últimos seis años la comunidad internacional se deshizo en elogios hacia el ex primer ministro palestino Salam Fayyad por su estrategia de construir un Estado. Pero ninguno de los nuevos edificios ministeriales de la capital política palestina, Ramala, le ha acercado un ápice a la consecución de un Estado palestino.

Además, los palestinos no tienen líderes legítimos para que negocien en su nombre. El presidente desde 2005, Abbas, hace mucho que perdió su legitimidad democrática. La fisura política que siguió a la no reconocida victoria de Hamás en las elecciones parlamentarias de 2006, que provocó el establecimiento de un Gobierno liderado por Hamás en Gaza desconectado de la Autoridad Palestina dominada por Al Fatah en Cisjordania, ha dejado al potencial Estado palestino fraccionado y sin liderazgo.

Aún así, Abbas y su homólogo israelí, el presidente Simón Peres, han levantado la totalidad de sus carreras en torno al proceso de paz sin muchos éxitos que poder mostrar tras décadas de trabajo. Peres, que recientemente celebró su 90 cumpleaños, ha afirmado que está determinado a contemplar la paz en lo que le queda de vida, aunque la actual constelación política lo hará improbable en los próximos cuatro años. Del mismo modo, Abbas se aferra tercamente a su demanda de una Palestina independiente mientras se va alejando cada vez más de su base política y fracasa en sus intentos de convencer a su pueblo.

En mayo, 20 altos funcionarios de la Organización para la Liberación de Palestina —varios de ellos importantes miembros del partido Al Fatah de Abbas— emitieron una declaración afirmando que la solución de los dos Estados no era realista y haciendo un llamamiento para lograr un único Estado democrático con igualdad de derechos. Mientras, la mitad de los palestinos todavía apoyan la solución de los dos Estados, según una encuesta de noviembre del Jerusalem Media and Communications Centre que además desveló un aumento de los partidarios de un Estado binacional, algo que se ha convertido también en la demanda de un creciente movimiento juvenil que está harto de los puestos de control y quiere derechos.

No obstante, aunque los altos funcionarios israelíes han dado también por muerta la solución de los dos Estados, existen pocos indicios de que una futura realidad de un único Estado diera a los políticos y jóvenes palestinos los mismos derechos y oportunidades que sus equivalentes israelíes. El ministro de Economía y líder del partido nacionalista de derechas Jewish Home, Naftali Bennett, ha sugerido una anexión del Área C de Cisjordania bajo control israelí, que constituye un 60% del área. Aunque esto ha sido posteriormente desautorizado por Netanyahu también el viceministro de Defensa, Danny Danon, del propio partido de Netanyahu, el Likud, afirmó que el actual Gobierno israelí bloqueará cualquier plan de dos Estados. De modo similar, después de que se produjeran los lanzamientos de cohetes desde la Franja al sur de Israel en junio, Avigdor Liberman, ex primer ministro de Exteriores y el más estrecho aliado de Netanyahu, dijo en la radio israelí que había llegado el momento de "conquistar" y "limpiar a fondo" Gaza.

Según la organización israelí de derechos humanos B’Tselem el plan de Bennet no está lejos de la realidad. En un informe que analiza la política de asentamientos de Israel, afirmaba que el desplazamiento de los palestinos y la explotación de los recursos naturales para beneficio de los israelíes tienen como objetivo la creación de una "situación permanente en la que los asentamientos israelíes prosperen y la presencia palestina sea insignificante.” En otras palabras, declara que "las acciones de Israel han producido una anexión de facto del Área C y han creado circunstancias que influirán en el estatus final del área.”

Hace más de una década, en 2002, el arzobispo anglicano y premio Nobel de la Paz, Desmond Tutu, comparó las políticas de Israel contra los palestinos con las del sistema de apartheid en Sudáfrica. Aunque esta etiqueta fue muy condenada por Israel, la situación de facto es de una discriminación y segregación generalizada. Dentro de Cisjordania hay vigentes diferentes sistemas legales —civil  versus militar— para los israelíes y para los palestinos, así como un acceso desigual a los recursos y las infraestructuras públicas, como el agua, la electricidad, la tierra y las carreteras. Pero también dentro de Israel, el Legal Center for Arab Minority Rights in Israel  precisa que existen más de 50 leyes discriminatorias que conceden a los palestinos con ciudadanía israelí un acceso no igualitario a la participación política, la vivienda, la educación, etcétera.

Lo que ha sido decisivo para que Netanyahu decidirá ceder ante las presiones de Kerry y retomar las negociaciones para la creación de dos Estados, es el temor que el primer ministro tiene a la creación de “un Estado binacional  entre el Mediterráneo y el río Jordán que pondría en riesgo el futuro del Estado judío”. Pero como no quiso aceptar las demandas de Abbas de volver a las fronteras de 1967 y congelar la construcción de los asentamientos, son muy pocos los signos que muestran que podría haber resultados positivos. Así que la situación continúa en la misma dirección.

En la Conferencia de Presidentes, Bill Clinton afirmó que “no hay alternativa a un Estado palestino”. Además, las nuevas viviendas israelíes, carreteras, gasolineras, supermercados, zonas recreativas infantiles, parques y complejos militares dejan cada vez menos espacio para los palestinos en el área de lo que aspira a convertirse en “Palestina”. Este podría ser el momento de encontrar una alternativa, ya que la realidad muestra que no hay un Estado Palestino.

 

 

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