No es ninguna novedad que la relación entre Turquía y la Unión Europea ha tenido muchos altibajos en los últimos años. El asunto central de esta relación – ¿Turquía debería entrar en la UE algún día? – debería haberse resuelto antes de la apertura de las negociaciones de adhesión en 2005. En la historia de la ampliación europea no ha habido ningún país candidato cuya integración haya sido tan controvertida como la de Turquía. Desde que se abrieron las negociaciones, la Unión ha dado señales ambiguas y existe una divergencia de opiniones entre los Estados miembros de la UE. El discurso normativo e identitario del presidente francés: “Turquía es una gran civilización, pero no una civilización europea”, ha situado las negociaciones de adhesión en un contexto ambivalente. Mientras que Francia y Alemania abogan por una alianza privilegiada, España se perfila como el gran defensor de la entrada de Turquía en la UE. Aunque España quiera dar apoyo al proceso de la adhesión turca durante su presidencia europea de turno, su margen de maniobra es bastante limitado. Sin embargo, España puede apoyar a Turquía con la formación de una alianza a su favor y así cambiar la tendencia negativa predominante en este proceso.

La presidencia de turno de la Unión Europea brinda una excelente oportunidad a España para avanzar en la integración europea de Turquía. El gobierno español declaró su intención de abrir cuatro de los 35 capítulos de los cuales se componen las negociaciones de adhesión, una vez que las condiciones técnicas lo permitan. La apertura del resto de los capítulos de negociación que todavía no se han abierto permanece bloqueada debido a estancamientos políticos entre Turquía y la UE que no permiten alcanzar un consenso. Eso significa que aunque España intentará progresar con las negociaciones, su margen de maniobra para dar realmente un nuevo ímpetu a las negociaciones será limitado. La apertura de los únicos cuatro capítulos no bloqueados no resolverá los conflictos políticos principales con respecto a Chipre y España tampoco podrá cambiar la posición de Alemania o Francia; países con poblaciones y gobiernos en contra de la adhesión turca. Lo que sí puede hacer durante su presidencia europea es intentar influir en el debate sobre Turquía.

A menudo se olvida que la mayoría de los Estados miembros están a favor de la entrada de Turquía. Sobre todo en los países que accedieron a la UE en 2004 y 2007 las opiniones públicas hacia Turquía son positivas. Pero aún así, los actores de esos países no alzan la voz para hablar a favor de su entrada. Si España quiere promover este proceso, debería empezar a llevar un diálogo eficiente con los Estados miembros que están a favor. También Turquía debería invertir en sus relaciones bilaterales con estos Estados miembros y España podría darle a su vez apoyo en este sentido. Eso podría influir en el discurso sobre la ampliación en general. España permitiría así a la UE recuperar parte de su credibilidad y al mismo tiempo estimularía al gobierno de Ankara a reenfocar su proceso de reformas. Turquía necesita señales positivas de la UE. Es preocupante que la voz de la UE ya no tenga el peso que tenía en el pasado en Turquía. La mayoría de los turcos tiene la percepción de encontrarse en una espera infinita y ya no cree en la perspectiva de poder ser miembro de la familia europea. La élite turca se esfuerza cada vez menos en contrastar esta sensación y así fortalece la imagen de una Turquía tratada de manera injusta por la UE. En el seno de la Unión hay una fuerte corriente en contra de Turquía y España tiene en este semestre una gran oportunidad para liderar una nueva alianza a favor de Turquía.