La primavera árabe mostró que los cambios son posibles, que la ciudadanía tiene la capacidad para cambiar realidades.

Se abre una nueva etapa para el mundo árabe, sin embargo un año es poco tiempo para saber como terminará un proceso que está remodelando por completo la realidad política de la región. La primavera árabe agrupa a países muy distintos, cuyo futuro oscila entre la catástrofe y sangría de Siria, la esperanza en Túnez o la incertidumbre de Egipto.

Estas realidades distintas comparten la aspiración de sus poblaciones por poner fin a los regímenes autoritarios y dar paso a un cambio democrático, que permita a las personas vivir libremente, tener acceso a un empleo, a la educación y a un futuro. La primavera árabe mostró que los cambios son posibles, que la ciudadanía tiene la capacidad para cambiar realidades. Y ese es un aprendizaje importante, que sin ninguna duda será una referencia en la construcción del futuro.

Sin embargo, el proceso de consolidación democrática será largo y complejo y no estará exento de peligros y de intentos de revertir la situación. Necesitará de mayor apoyo internacional, del que hasta ahora se ha sido incapaz de proporcionar, respetando los propios procesos que se dan en cada país y estando dispuestos a aceptar las opciones de la población, aunque no sean las que se proponen desde los gobiernos occidentales. Al fin al cabo, después de tantos años de apoyos a estos regímenes autoritarios, sería deseable una mayor apuesta occidental por la “democracia real”.

Manuela Mesa, directora del Centro de Educación e Investigación para la Paz (CEIPAZ).