¿Podría el acuerdo con Irán dar un cambio geopolítico en Oriente Medio?

 

iran
ATTA KENARE/AFP/Getty Images

 

Treinta y cinco años después se abre una puerta para Irán. Tras 3 rondas de conversaciones, Teherán y el Grupo 5+1 – los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU (Estados Unidos, Rusia, China, Francia y Reino Unido) más Alemania-  han llegado a un acuerdo inicial sobre el programa nuclear iraní, que puede dar un gran vuelco a la situación geopolítica de Oriente Medio.

El objetivo, en los próximos 6 meses, es frenar el programa atómico a cambio del levantamiento paulatino de las sanciones que han ahogado la economía iraní. Muchas de esas sanciones afectan a los recursos energéticos de Irán, y es que el país tiene las segundas mayores reservas de gas y las cuartas de petróleo en el mundo.

El cambio de estilo del presidente iraní, Hassan Rohaní, y, sobre todo, las duras sanciones económicas impuestas por Naciones Unidas al régimen de los ayatolás han dado su fruto. Sin embargo, el camino a recorrer todavía es muy largo y se enfrenta con obstáculos por parte de los más extremistas en Irán. Además, hay que esperar para ver si el Congreso de EE UU acepta levantar el castigo. Tanto saudíes como israelíes presionarán a los congresistas estadounidenses para imponer nuevas sanciones a Teherán, lo que obligaría a Barack Obama a ejercer su derecho a veto para evitar la ruptura del pacto de Ginebra. Sin embargo, el presidente tarde o temprano necesitará al Capitolio para llegar a un acuerdo conjunto sobre Irán.

Aún así, Obama, al igual que ya ocurriera con Siria, cuenta en su haber con más de la mitad de la opinión pública estadounidense que está a favor del acuerdo nuclear con Irán  y no quiere más guerras en Oriente Medio.

Sus aliados en la zona, Israel y Arabia Saudí no han visto con buenos ojos el acuerdo que ya ha sido calificado por el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, como de “error histórico”. Para los hebreos la cuestión no es el acuerdo en sí, porque es temporal, sino cuál será el mecanismo que forzará a Irán a renunciar al programa nuclear. De momento y mientras se negocia un acuerdo final, no parece que Netanyahu tenga sobre pensado un ataque aéreo al país persa pese que, según el diario progubernamental Israel Hayom, la mitad de la población lo respaldaría.

Israel podría contar con el apoyo de gran parte de los países árabes de la región, sobre todo, con Arabia Saudí. Para expertos en la zona como Eduardo Kohn, el diálogo entre ambos países, sin relaciones diplomáticas, no es un cambio sin importancia en la geopolítica de la región; aunque sean una suerte de socios circunstanciales. Para el ex ministro israelí de Energía Atómica, Dan Meridor, no sólo son posibles nuevas alianzas sino que ya se buscan. Arabia Saudí, los países del Golfo Pérsico, Jordania y Egipto están en el radar israelí. Si la distensión con EE UU se convierte en el futuro en un restablecimiento de relaciones con Irán, las consecuencias regionales e internacionales serían muy profundas. Arabia Saudí e Israel, a pesar de que no coincidan exactamente en sus intereses, verían amenazada su posición hegemónica en la zona: Tel Aviv pretende abortar el programa nuclear iraní, mientras que Riad vería peligrar su supremacía regional y religiosa. Pese a que los saudíes han dicho que un acuerdo provisional sobre el programa nuclear iraní sería un paso hacia una solución integral, que podría llevar a la eliminación de las armas de destrucción masiva en Oriente Medio (en clara referencia a Israel), sus pasos se dirigen a conseguir también el arma atómica con la ayuda de Pakistán. Una escalada atómica en una zona tan volátil no sería deseable ni política ni económicamente en la escena global.

Aunque se llegue a un pacto final, es muy complicado cambiar percepciones con países como Irán que siempre ha estado patrocinando, aunque fuera en la sombra, conflictos y terrorismo en Irak, Siria, Líbano o la Franja de Gaza. Asimismo, sus amenazas militares o maniobras en algunas zonas como el Golfo Pérsico pueden disparar el precio del petróleo mundialmente.

Pese a que suene utópico, la gran potencia regional que representa Teherán podría dar lugar a nuevas alianzas y cambios en alguna de las zonas más calientes de Oriente Medio, donde el papel de la potencia chií es fundamental para desenquistar algunos conflictos y buscar soluciones en otros. En un futuro sería interesante atraerle para que colaboré en la resolución de los enfrentamientos regionales, aunque para ello quizá se deban producir primero cambios internos. No hay que olvidar que Irán cuenta con una población mayoritariamente joven que quiere cambios y cuyos líderes se han sorprendidos sobremanera por la primavera árabe.

Ese acercamiento de Irán a la comunidad internacional sería para Obama como el acercamiento de Nixon a China. La gran pregunta es si EE UU podrá en un futuro colaborar con Teherán en la resolución de los problemas de Oriente Medio dejando a Israel, la potencia nuclear no reconocida de la zona,  a un lado y a Arabia Saudí, el principal exportador de petróleo del mundo.

La mano de la teocracia iraní está detrás de casi todos los conflictos en Oriente Medio. Por tanto, su hipotética conversión en interlocutor fiable de Occidente cambiaría la fisonomía política de la zona, ya que su peso a la hora de estabilizar la región es muy importante.

La guerra de Siria ha puesto de manifiesto el enfrentamiento de los países de la zona. Para el eje que Irán forma con Damasco y la milicia libanesa, Hezbolá, la caída de Bashar al Assad sería una durísima derrota, ya que si el régimen sirio colapsara, serviría, sin duda, de gran ayuda para desmantelar la presencia iraní en el país. En Siria, hasta ahora, la interferencia de Teherán en el conflicto al apoyar al régimen de Al Assad, financiera y militarmente, ha sido muy activa. Su interés, así como el de Moscú, es poner fin a la guerra y rehabilitar a Al Assad para que aparezca como el vencedor sobre el terrorismo de Al Qaeda. En el otro bando, está Arabia Saudí que ha proporcionado fondos y armas a los rebeldes. Al igual, que la Turquía de Erdogan que está buscando aliados y ha iniciado un coqueteo con Pekín, comprometiéndose a comprar un sistema de defensa de misiles de China. Algo ha quedado claro, y es que este enfrentamiento entre el Irán chií y la Arabia Saudí suní ha exacerbado las tensiones sectarias en toda la región. Teherán y Riad, posiblemente se vean las caras en la próxima celebración de la conferencia en Ginebra que está prevista para intentar poner fin a la guerra civil siria.

Otro actor que recibe ayuda económica y militar de Irán y Rusia y que también ha intervenido en Siria es Hezbolá, cuya incursión en el conflicto podría haber suscitado una venganza materializada en el doble atentado en la embajada iraní en Beirut. Sin embargo, en los territorios palestinos, la teocracia iraní ha perdido mucha influencia entre las facciones palestinas islamistas. Quizás el proceso negociador entre israelíes y palestinos sea el gran perdedor del acuerdo con Irán porque será difícil que Benjamín Netanyahu haga ahora alguna concesión al respecto.

Irán también ejerce su influencia sobre el Gobierno iraquí de Nuri al Maliki y entre la mayoría chií de Irak. Un país que ha sufrido con los atentados terroristas de los últimos meses una carnicería al estilo de Al Qaeda. Después de 10 años de presencia militar de EE UU, la sociedad está muy polarizada entre chiíes y suníes. El papel de Teherán aquí podría ser el de atemperar los enfrentamientos entre los integrantes de ambas religiones.

En Afganistán, los iraníes también pueden ayudar a que la retirada de las tropas de EE UU del país sea más llevadera después de una guerra que ya dura 13 años. Teherán puede influir en la estabilización de las regiones del norte del país asiático e impedir el regreso de los talibanes.

Los conflictos en Irak, Siria, Líbano y las tensiones con la mayoría chií en Bahréin han profundizado la división entre chiíes, liderados por Irán, y suníes, al mando de Arabia Saudí. La enemistad entre ambos países podría incrementarse si al final se produce un acercamiento de Teherán a Washington.

En definitiva, la consolidación del frágil acuerdo actual con Irán podría dar un giro copernicano a la mayor parte de los frentes abiertos en estos momentos en Oriente Medio, sería un gran triunfo en la política exterior de Obama, que además evitaría entrar en una nueva guerra que nadie desea.

 

Artículos relacionados