Un guardacostas de Vietnam observa un barco vietnamita que navega cerca de un área donde China está extrayendo petróleo en las disputadas aguas del Mar de China Meridional. Honag Dinh Nam/AFP/Getty Images
Un guardacostas de Vietnam observa un barco vietnamita que navega cerca de un área donde China está extrayendo petróleo en las disputadas aguas del Mar de China Meridional. Honag Dinh Nam/AFP/Getty Images

El país asiático se encuentra en una complicada encrucijada: ¿defender su soberanía en el Mar de la China Meridional frente a Pekín o dar prioridad a sus necesidades económicas?

El alegato bélico que el pasado mes de mayo sacudió el sureste asiático tras la instalación de una plataforma petrolífera china en aguas territoriales de Vietnam disparó de nuevo las tensiones que históricamente han marcado las relaciones entre ambos países. La política disuasoria de los meses posteriores, con visitas de alto nivel entre representantes de ambos Gobiernos, sólo ha conseguido apaciguar temporalmente el conflicto. El problema de fondo, la soberanía del Mar Meridional, una zona que alberga la tercera parte del tráfico marítimo internacional e importantes recursos offshore, sigue latente. ¿Qué ocurrirá si China vuelve a desplegar sus plataformas? De la respuesta de Vietnam dependerá su futuro y el de la región.

“El dilema de seguridad ha empeorado debido al unilateralismo desenfrenado, la modernización militar, la acumulación de armas y las disputas marítimas. Mientras la península de Corea permanece inestable, nuevos focos de tensión están apareciendo de manera inquietante: las disputas territoriales en el Mar de la China Meridional. Nunca antes habíamos tenido un riesgo tan grande de que un error de juicio o un incidente pudiese desembocar en un conflicto militar”. Con estas palabras, el ministro de Exteriores de Vietnam, Pham Binh Minh, alertó en septiembre del pasado año del escenario belicoso que está atrapado al sureste asiático.

En su invariable rumbo por retomar el dominio imperial sobre el Mar Meridional, China está liderando un fuerte rearme militar en el sureste asiático. Japón, Filipinas, Indonesia, Malasia y Singapur han aumentando exponencialmente sus presupuestos de defensa para hacer frente a la amenaza china. Es, sin embargo, Vietnam quien definirá el rumbo de la “caldera asiática”, tal y como la denomina el prestigioso autor estadounidense Robert Kaplan en su último libro. Ambos países comparten la fachada marítima sobre el Mar Meridional y reclaman para sí el control de los archipiélagos de las Paracelso y las Spratley, lo que les daría un dominio de facto sobre las rutas comerciales y los recursos naturales de la zona.

La instalación en mayo del pasado año de la plataforma petrolífera Hai Yan Shi You-981 en aguas territoriales reclamadas por Vietnam fue sólo un paso más en la fuerte política expansionista china, pero provocó la mayor crisis entre ambos países desde la guerra de 1979. Durante diez semanas, las calles de las principales ciudades vietnamitas se llenaron de protestas y proclamas antichinas. Varias factorías fueron incendiadas y sus trabajadores chinos perseguidos. Al menos 21 personas perdieron la vida en los enfrentamientos y otras 100 resultaron heridas.

El Gobierno vietnamita alentó en un primer momento el discurso nacionalista, fuertemente arraigado en la sociedad -las victorias militares sobre Francia, Estados Unidos y China a lo largo del siglo XX son el orgullo de una nación todavía dividida ideológicamente-, pero pronto moderó sus amenazas al gigante asiático. En cuestión de días las protestas fueron reprimidas y más de 600 manifestantes detenidos. “El nacionalismo es una preocupación, pero queda equilibrado por la economía”, explica el analista camboyano Phoak Kung.

 

La ‘Pax Sinica’

La identidad vietnamita se ha definido históricamente en oposición a China. La dinastía Hun incorporó en el 111 d. C. su territorio al imperio chino, del que Vietnam no se independizó hasta el 939. El arte, la literatura, la religión y el idioma vietnamita están fuertemente influenciados por la cultura china. Esta interrelación se traduce en una creciente dependencia económica: el gigante asiático es el mayor socio comercial de Vietnam; sus empresas controlan las principales fábricas del país y construyen las infraestructuras más importantes. Incluso las materias primas, como el algodón o el cuero, y los bienes básicos, como los equipos electrónicos o la maquinaria, son importados del país vecino. “China es un mal amigo. El 37% de nuestras importaciones son chinas, pero ellos apenas importan nada de Vietnam. No es equilibrado”, asegura el periodista e intelectual Phan Chi Dung.

Su inmenso poder económico permite al Gobierno chino forzar la finlandización del conflicto en el Mar Meridional, esto es una negociación individualizada en la que las asimetrías económicas ofrecen a China una ventaja cualitativa con la que imponer la Pax Sinica. “La apuesta prioritaria de China consiste en utilizar el poder de su economía para ganar terreno e influencia en los demás órdenes”, explica Xulio Ríos, director del Observatorio de Política China, Xulío Rios.

Tras la escalada bélica de la pasada primavera, en la que se llegaron a producir varias escaramuzas entre las flotas de ambos países, el Ejecutivo de Xi Jinping ha apostado por una política de disuasión traducida en importantes encuentros diplomáticos de alto nivel. A la visita del enviado especial del Partido Comunista de Vietnam (VCP), Le Hong Anh, a Pekín en agosto le siguieron otra media docena de reuniones entre responsables económicos y militares de ambas naciones. El objetivo del Gobierno chino era detener la propaganda contra sus intereses, evitar la internacionalización del conflicto y asegurar una resolución bilateral del mismo. A cambio, China seguirá apoyando económicamente a Vietnam. “La inteligencia china puede controlar Hanoi cuando quiera, a través de la economía”, insiste Phan Chi Dung.

Así, en los primeros 11 meses del año, el déficit comercial vietnamita creció un 22%, hasta los 26.400 millones de dólares. “La geoeconomía impone su lógica, lo que unido al pragmatismo aventura cierta coexistencia de las dinámicas de conflicto y cooperación. A China no le interesan desbordamientos descontrolados e intentará moderar las ansias del Ejército Popular de Liberación (EPL), en parte para evitar la plasmaciónn de frentes antichinos que en este caso sumarían las reservas de India, Japón o EE UU”, añade Ríos.

 

La carta estadounidense

Pasear hoy por las calles de Hanoi o Saigón es hacerlo entre una armada de motocicletas que circulan por callejuelas estrechas en las que los vendedores ambulantes compiten con las cadenas internacionales de restauración por atraer la atención de los turistas. En el Vietnam del siglo XXI las tradicionales bandejas de nem compiten con las hamburguesas. El comunismo vietnamita, una mezcla de postulados marxistas, confucianistas y nacionalistas ideados por Ho Chi Minh, ha mutado a una economía de mercado dominada por la élite del partido. Un sistema corrupto, pero que garantiza un aceptable nivel de vida para sus ciudadanos.

Este aperturismo económico, similar al ocurrido en la propia China, ha favorecido el acercamiento a Estados Unidos, el viejo enemigo convertido de pronto en el último bastión para frenar al gigante asiático. El levantamiento del embargo parcial de la venta de armas a Vietnam el pasado mes de octubre, aunque “más simbólico que significativo”, según el investigador del Institute of Southeast Asian Studies (ISEAS) Ian Storey, ha puesto un paso más en la política Pivot to Asia con la que la Administración Obama trata de fortalecer las capacidades militares de sus aliados en la zona para contener el avance de Pekín. Los tratados de defensa mutua con Filipinas y el pacto con Japón se enmarcan en esta política estadounidense. “Que lleguemos a hablar o no de una carrera armamentista va a depender en gran medida de cómo evolucionen las relaciones de China con EE UU”, apunta Ríos.

Para Vietnam, la normalización de las relaciones con Washington es una prioridad. Un potencial acuerdo de seguridad, o cuando menos una posición común en el conflicto del Mar Meridional, permitiría el Ejecutivo vietnamita defender con vehemencia sus intereses en las negociaciones bilaterales con China. Fuentes del Gobierno vietnamita valoran la “contribución” que el diálogo con Estados Unidos supone para el “mantenimiento de la paz y la estabilidad en la región”. Las negociaciones del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP por sus siglas en inglés) pueden jugar un papel primordial para definir las relaciones entre ambos países.

A la espera de un nuevo movimiento chino, que volvería a disparar las tensiones, Vietnam se debate entre su instinto bélico y sus apuros económicos. Una dicotomía de la que pronto tendrá que huir.