Un grupo de motoristas pasan al lado de un cartel sobre el 40 aniversario de la caída de Saigón, actual ciudad de Ho Chi Minh, que supuso el final de la Guerra de Vietnam. HOANG DINH NAM/AFP/Getty Images
Un grupo de motoristas pasan al lado de un cartel sobre el 40 aniversario de la caída de Saigón, actual ciudad de Ho Chi Minh, que supuso el final de la Guerra de Vietnam. HOANG DINH NAM/AFP/Getty Images

Cuarenta años después de la caída de Saigón, las relaciones entre Washington y Hanoi se estrechan por razones económicas y sobre todo geoestratégicas, en gran medida, con el fin de contener a China.

A finales de los 90 el hoy embajador estadounidense en Vietnam, Ted Osius, decidió recorrer el país asiático en bicicleta. El temor a un recibimiento hostil se disipó al llegar a la vieja zona desmilitarizada. Allí una mujer le dio la bienvenida: “Nosotros ahora somos hermanos y hermanas”. Cuatro décadas después de la caída de Saigón, las rencillas de la guerra han sucumbido antes los intereses económicos y las prioridades geoestratégicas: Vietnam y Estados Unidos se necesitan mutuamente para contener la amenaza expansionista china.

“¿Hueles eso? ¿Lo hueles? Es el napalm, hijo. Nada en el mundo huele como él. Me gusta el olor del napalm, sobre todo cuando amanece. Una vez bombardeamos una colina sin parar durante 12 horas y cuando acabamos subí a ella. No encontramos ni uno. Ni un sólo cadáver de esos apestosos chinos ¡Pero qué olor aquel, ese olor a gasolina quemada! ¡Allí olía a victoria! Un día esta guerra terminará y…”, decía el Teniente-Coronel Kilgore en la película Apocalypse Now.

Cuando el conflicto terminó 58.169 soldados estadounidenses habían muerto y otros 300.000 volvieron a casa destrozados física y psicológicamente. Los gook habían vencido y la nación más poderosa del mundo tardó más de una década en recuperarse de lo que se dio en llamar el síndrome del Vietnam: una sensación de derrota que carcomió durante décadas la conciencia de la sociedad norteamericana. En Vietnam, los estadounidenses descubrieron que no existe legitimidad en las guerras. Que ellos también habían cometido atrocidades. “He visto horrores… horrores que tú has visto. Pero tú no tienes derecho a llamarme asesino. Tienes derecho a matarme. Tienes derecho a hacer eso… pero no tienes derecho a juzgarme” que diría el Coronel Walter E. Kurtz en la famosa película de Francis Ford Coppola.

Durante la guerra, la regla Mere Gook se hizo común entre los soldados estadounidenses. Lo que tenían enfrente no eran seres humanos, sino meros gooks (“amarillos”) o dinks (“chinos”). No debían llamarlos siquiera vietnamitas. Una estrategia de deshumanización del enemigo recreada posteriormente por los Hutus en el genocidio ruandés y en la actualidad por los radicales budistas arakaneses en el apartheid de la minoría rohingya en Birmania. 40 años después de la caída de Saigón, el 30 de abril de 1975, apenas queda rastro oficial de aquella animadversión. El tráfico comercial entre ambos países se ha disparado en 2014 alcanzando los 36.000 millones de dólares (unos 32.000 millones de euros). Hoy los restaurantes de comida rápida ocupan los mejores locales de la rebautizada ciudad de Ho Chi Minh, antigua Saigón.

 

La amenaza china y la política de no alineamiento

Las relaciones diplomáticas entre ambos países se restablecieron en 1995, aunque no fue hasta el nuevo siglo cuando ambos Gobiernos establecieron una agenda común: frenar el expansionismo de China en el Mar de Meridional. El ascenso pacífico impulsado por Hu Jintao se ha transformado en los últimos años en una política exterior agresiva que ansia el dominio de facto de la franja meridional del Pacífico entre los estrechos de Malaca y Taiwan, una zona que concentra la tercera parte del tráfico marítimo internacional y alberga una de las reservas de petróleo y gas más valiosas del planeta.

La defensa del Pacífico es donde los intereses de Estados Unidos y Vietnam convergen. "El Mar de China Meridional será el lugar donde China probará la hegemonía de los Estados Unidos", augura en su libro The Asias Cauldron el prestigioso autor estadounidense Robert Kaplan. Consciente de la amenaza china, la Administración Obama ha puesto en marcha su estrategia "Pivot to Asia" que se ha traducido ya en los tratados de defensa mutua con Filipinas y el pacto militar con Japón. Vietnam es el siguiente eslabón.

Ambos países mantienen ya once comisiones bilaterales, entre las que se incluye una conferencia anual de defensa, y desde 2013 el Gobierno de EE UU destina 18 millones de dólares en programas de ayuda para mejorar las capacidades marítimas de Vietnam. El levantamiento parcial del embargo armamentístico a este país asiático concretado el pasado año “simboliza” esta nueva era, subraya el investigador de la S. Rajaratnam School of International Studies de Singapore, Collin Koh. “Significa además que Vietnam tendrá otra y potencialmente muy poderosa fuente armamentística en el futuro. Hasta el momento, Vietnam es en gran medida dependiente del armamento ruso, pero Moscú está también suministrando sus últimas armas a China, lo que representa un problema de seguridad para Hanoi”, añade Koh. Por ello, en los últimos tiempos el Gobierno vietnamita ha tratado de diversificar sus proveedores, acudiendo a Israel y los mercados europeos.

El proceder vietnamita se corresponde con su estrategia vua hop tac, vua dau tranh: independencia, no coaliciones y no alineación. En un escenario postguerra fría, los líderes del politburó han mantenido una política exterior autónoma encaminada a garantizar la libertad del país ante cualquier injerencia extranjera. La nación que derrotó a los grandes imperios del siglo XX, Francia, Estados Unidos y China, no está dispuesta a dejarse conquistar. “Después de la Guerra Fría, Hanoi se dio cuenta de que no podía depender solamente de un aliado; eran necesarios todos los socios posibles para construir una estrategia creíble para contrarrestar a China. En este sentido, Estados Unidos juega un papel muy importante, aunque no exclusivo”, explica Koh. India y, sobre todo, los tradicionales aliados rusos completan el mapa vietnamita de alianzas.

De hecho, Vietnam autorizó en 2014 a aviones militares rusos a utilizar la base de Cam Ranh Bay, ubicada al sur del país, en el provincia de Khanh Hoa, una decisión que molestó a la administración estadounidense preocupada por el incremento de la presencia rusa en la zona. EE UU calificó de “provocadora” la maniobra rusa en el entorno de la base de Guam y pidió a Vietnam que impida a las fuerzas rusas usar las instalaciones de Cam Ranh Bay para “realizar actividades que puedan elevar la tensión en la región”. Pese a sus quejas, “Estados Unidos no se puede permitir enemistarse con Vietnam al largo plazo, incluso si alguna de sus políticas son claramente no beneficiosas para Washington. Hanoi es uno de los socios clave de EE UU en el sureste asiático, principalmente por razones geoestratégicas: la ubicación de Vietnam en el Mar Meridional. Por esta misma razón Cam Ranh Bay es un puerto tan preciado para las potencias supraregionales”, remarca el investigador de la S. Rajaratnam School of International Studies.

 

De la limpieza de Danang al TPP

“Dejando atrás un legado de conflictos, Vietnam y Estados Unidos trabajan ahora conjuntamente con propósitos y objetivos compartidos”, aseguraba recientemente el embajador vietnamita en Washington, Pham Quang Vinh, en un artículo en The Diplomat para celebrar los 20 años de diálogo diplomático entre ambos países. En los últimos tiempos, EE UU ha tratado de reparar algunos de los daños causados durante la guerra. La limpieza de Danang, la base principal de la operación Ranch Hand con la que aviación estadounidense bombardeó masivamente el territorio vietnamita con agentes químicos, es el ejemplo más emblemático. “Esta mañana celebramos un hito en nuestras relaciones bilaterales. Limpiamos este desastre”, afirmaba el entonces embajador estadounidnese en Vietnam, David Shear, en la inauguración del programa el 9 de agosto de 2012.

Más allá de los intereses geoestratégicos, Estados Unidos tiene en Vietnam un importante socio económico. El 26º por volumen de tráficos en 2014. Desde 2006, los intercambios comerciales entre ambos países se han cuadriplicado y la previsión es que lo sigan haciendo. Vietnam Airlines ha suscrito un contrato con GE Aviation, una filial de General Electric, por 1.700 millones de dólares, y VietJet Air, la principal aerolínea privada del país, otro por valor de 800 millones.

La firma del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP por sus siglas en inglés), en el que participan otros nueve Estados de ambos lados del Pacífico, es el último intento para fortalecer los vínculos económicos entre ambos países. “Actualmente, Vietnam está trabajando con Estados Unidos y otros socios para acelerar las negociaciones TPP. Confiamos en que este acuerdo abrirá nuevas oportunidades para ambos”, afirmaba recientemente el primer ministro vietnamita, Nguyen Tan Dung. Lo que ocurrió en las selvas de Vietnam hace 40 años está ya olvidado.