Las predicciones demográficas y las teorías de la población –muchas de ellas, catastrofistas– no siempre han acertado. Pero siguen siendo guías útiles para planificar políticas públicas y anticipar  riesgos derivados del crecimiento, reducción y  distribución de la población en los territorios. La estabilidad social interna de los países, su gestión económica  y las relaciones internacionales dependen, en buena medida, de las dinámicas demográficas, cada vez más condicionadas, además, por el impacto del cambio climático. A continuación, comentamos algunos libros, películas y documentales recientes que abordan algunos problemas relacionados con la demografía y la geografía humana.

 

Migración hacia la UE

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Migrantes libios en su llegada a las costas italianas. Lorenzo Palizzolo/Getty Images

El orden de las cosas

Andrea Serge, 2017

La suma de nacimientos y defunciones en la zona euro lleva años siendo negativa. La pandemia ha reducido aún más natalidad, con caídas bruscas en varios países europeos. La inmigración ha permitido, entre otras cosas, que la población siga creciendo y que la demanda de muchos puestos de trabajo pueda cubrirse. Sin embargo, la gestión de los flujos migratorios se ha convertido en uno de los asuntos que más condicionan las agendas políticas en los países europeos y en las propias instituciones de la UE. El año pasado, Italia renovó un acuerdo de 2017 con el gobierno de Trípoli para que los guardacostas libios interceptasen embarcaciones de inmigrantes y refugiados y los internasen en centros de detención. A cambio, Italia ofreció una importante cantidad de dinero complementaria a otra aportaciones de la UE. Como resultado, la ruta migratoria libia ha logrado contenerse, desplazando parte del flujo de personas hacia Túnez. Es una de las diversas medidas, cuestionadas por a las organizaciones y organismos de derechos humanos, que han tomado los países europeos para frenar la inmigración.

En la película El orden de las cosas, el policía especial Rinaldi recibe un encargo del Ministro del Interior italiano: poner fin a los desembarcos de inmigrantes que están agitando la opinión pública. Deben lograrse resultados pronto y no importa con quién tenga que pactar para conseguirlo. Rinaldi viaja a Trípoli y negocia con los guardacostas y con milicias irregulares, apoyado por un colega francés e implicando también a la representación de la Unión Europea en el país, que terminará contribuyendo con financiación. La película se centra en esas negociaciones. Un proceso burocrático que busca asegurar unos fines sin prestar demasiada importancia a los medios para lograrlos. En teoría, uno de los objetivos era –y es– conseguir un sistema de detención que respete los derechos humanos, incluido el de poder solicitar asilo. Pero en la práctica no ha sido así. Se calcula que en 2020 había en Libia 600.000 inmigrantes y refugiados, muchos de ellos con intención de viajar hacia Europa. Desde 2013, se estima que más de 17.000 inmigrantes y refugiados han muerto tratando de atravesar el Mediterráneo central.

La gestión migratoria de la UE –el acuerdo con Turquía, por ejemplo– sigue sin encontrar una solución que logre combinar la deseada contención por parte de los Estados y el respeto a los derechos humanos. Una sentencia del TJUE declaró ilegales los métodos –entre ellos las denominadas “devoluciones en caliente” – usados por los guardias fronterizos húngaros, y Frontex ha dejado de colaborar con Budapest. Unos meses antes, sin embargo, el mismo tribunal avaló métodos similares empleados en Melilla en 2014. La agencia Frontex, que pretende desplegar unos 10.000 agentes propios en los próximos años –lo que supondrá un salto cualitativo en sus capacidades y su presupuesto–, lleva meses, además, lidiando con sucesivas acusaciones de mala praxis, incluidas denuncias de connivencia en vulneraciones de derechos humanos, como se explicaba en este reciente artículo de esglobal. A comienzos de este año, la Oficina Europea de Lucha contra el Fraude (OLAF) abría una investigación para aclarar responsabilidades.

 

Mujeres en China

Leftover Women

Shosh Shlam y Hilla Medalia, 2019

El control demográfico en China ha sido una preocupación de los gobernantes desde hace décadas. Tras una política de hijo único –que logró contener la población, pero provocó efectos desastrosos en otros muchos aspectos–, en el horizonte demográfico del país se presentan varios problemas, entre ellos el envejecimiento de la población, una baja natalidad y un importante desequilibrio en la pirámide poblacional, con casi 30 millones menos de mujeres que de hombres.

En el documental Leftover Women se muestra las vidas de tres mujeres pekinesas entre los 28 y los 36 años. Profesionales independientes, las tres afrontan una gran presión familiar y social para contraer matrimonio y evitar, así, ser consideradas unas solteronas. Aunque la pirámide demográfica muestra un claro desequilibrio por sexos, mujeres como Qiu Hua Mei, abogada, Xu Min, locutora de radio, y Gai Qi, profesora universitaria, no tienen fácil encontrar un hombre que acepte su independencia y sus valores feministas. La reciente gran reforma del Código Civil otorga nuevos derechos económicos a las mujeres, como la posibilidad de recibir compensación, en caso de divorcio, por los trabajos de cuidados familiares. Aunque también ha complicado el proceso de divorcio, tratando de frenar las disoluciones matrimoniales y limitando, según asociaciones feministas, los derechos de las chinas.

En Leftover Women asistimos a los intentos de esas tres mujeres de encontrar un novio y futuro marido. Un búsqueda que se produce tanto en los parques públicos, donde se reúnen padres y madres para ofrecer a sus hijos –los más preciados, los que trabajan en finanzas o en el gobierno–, como en agencias matrimoniales y aplicaciones de citas. Una búsqueda que se complica por los valores tradicionales que muchos hombres conservan aún respecto al rol de la esposa dentro del matrimonio (un candidato seleccionado por una agencia matrimonial afirma, por ejemplo, que espera tener siempre la última palabra en las decisiones matrimoniales).

En la otra cara de la moneda, las autoridades también deben lidiar con los problemas de millones de hombres que tendrán imposible formar una familia y que, en ocasiones, recurren a redes de tráfico de mujeres destinadas al mercado matrimonial provenientes de varios países vecinos.

 

Geografía humana

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Manifestación de los Chalecos amarillos en en Lyón, Francia. Robert DEYRAIL/Gamma-Rapho via Getty Images

Le temps des gens ordinaires

Guilluy Christophe, 2020

Los barrios periféricos y segregados son, para el geógrafo francés Christophe Guilluy, sólo una dimensión más de un problema estructural que tienen Francia y otras democracias liberales. Las dinámicas globalizadoras han favorecido especialmente a los grandes centros urbanos mejor conectados y han generado la decadencia de viejas industrias que sostenían económica y socialmente enteros territorios. Al mismo tiempo, los cinturones urbanos de las grandes ciudades –donde suelen localizarse los guetos– se han convertido en reservorios de mano de obra barata para un sector terciario precarizado, con poblaciones de locales y de inmigrantes que tienen muy pocas perspectivas de ascender socialmente. Como resultado, en muchos países se han abierto brechas significativas entre esos centros urbanos hipertrofiados –en los que habitan unas élites políticas, económicas, mediáticas, y funcionariales– y el resto de pequeñas ciudades y zonas rurales y periurbanas.

Guilluy lleva años estudiando y escribiendo sobre la que denomina “Francia periférica”, habitada por unas clases “populares” que se sienten abandonadas tras décadas de políticas públicas que han priorizado los intereses de los grandes centros urbanos y de las clases superiores de la sociedad. En su último ensayo, aprovecha el fenómeno de los chalecos amarillos –un movimiento pospartidista y transversal socialmente– para reforzar su crítica hacia unas élites que, afirma, han ignorado sistemáticamente las necesidades, valores y reclamaciones –incluida una mayor regulación de los flujos migratorios– de esas “personas ordinarias” que se están quedando descolgadas económica y culturalmente.

Usando ejemplos y datos sobre Francia, Reino Unido y Estados Unidos, Guilluy muestra que la geografía de la población  importa cada vez más a la hora de entender las posibilidades reales de ascenso social y sirve para explicar, en buena medida, tanto fenómenos como el de los chalecos amarillos como el voto favorable al Brexit o la elección de Donald Trump. Uno de los varios desafíos para las democracias que presenta esta desarticulación socioeconómica de la población estará, afirma, en acelerar algunas reformas prioritarias a las que se piensa dedicar una buena parte de la inversión europea, como la descarbonización –el movimiento de los chalecos amarillos estalló tras una subida de impuestos al diesel–, sin antes remediar la fragilidad social de esos habitantes periféricos que han perdido calidad de vida y, sobre todo, perspectivas de futuro.

 

Migraciones internas en India

Refugees at Home – Inside India’s Migrant Crisis

MalaikaVaz, 2020

Cuando el Gobierno indio decretó un severo confinamiento a finales del pasado marzo, millones de emigrantes internos trataron de regresar a sus lugares de origen. Las escenas de largas caravanas de personas caminando recordaron a la gran migración de hace décadas, cuando India y Pakistán se separaron. Algunos de ellos recorrieron miles de kilómetros a pie ante la falta de medios de transporte. Se estima que unos 450 millones de indios son emigrantes internos. Algo más de un tercio de la población del país.

En el reportaje Refugees at Home, la periodista MalaikaVaz recorre las costas de Goa entrevistándose con algunos de estos emigrantes para conocer sus necesidades, carencias y condiciones de vida. Millones de personas que ganaban salarios de subsistencia se quedaron, de un día para otro, sin ningún ingreso. Según el reportaje, el 81% de la economía india depende del sector informal. Industrias claves del país como la construcción, el sector textil, la pesca o el turismo se basan de esa mano de obra –unos 120 millones  temporeros– que apenas cuenta con derechos. Al no tener papeles que demuestren su radicación en el territorio, la mayoría quedaron excluidos de las pequeñas ayudas que el Gobierno ofreció en los primeros meses de la pandemia.

Según los primeros análisis, tampoco el nuevo presupuesto para 2021 introduce nuevas medidas que traten de mejorar la precaria situación de estos millones de trabajadores. Dado que muchas de las ayudas ofrecidas dependen de los gobiernos estatales, estos migrantes internos no pueden inscribirse para recibirlas. Uno de los entrevistados recuerda que India es una “colección de países”, pero que debería apostarse por medidas nacionales si se quiere afrontar la problemática. En este sentido, varios estados ya han comenzado a implementar el programa One Nation, One Ration Card, que permitirá acceder a alimentos que garanticen, al menos, la subsistencia de los migrantes en dificultades, aunque no se encuentren en su estado de origen. Aunque el nivel de urbanización de India, aún es de algo menor del 35% (comparada con el 55% de media mundial), no ha dejado de aumentar en las últimas décadas. Reformas agrarias como las aprobadas en 2020, que han generado las mayores protestas que se recuerdan en el país, podrían terminar forzando nuevas migraciones internas. Todo un desafío demográfico que, por el momento, no está siendo abordado.

 

Envejecimiento en Europa

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Un centro de cuiddado de mayores en Alemania. Sven Hoppe/picture alliance via Getty Images

Why Families in Europe Are Sending Elderly Relatives To Care Homes in Thailand

Al Jazeera, 2020

Un quinto de la población europea tiene ya más de 65 años, y más de 28 millones de europeos superan los 80 años. En Japón el porcentaje de ciudadanos con más de 65 representa ya algo más del 30% de la población. La respuesta en los países desarrollados ante el envejecimiento poblacional y el consiguiente aumento de las enfermedades degenerativas, como las demencias, ha sido la creación de residencias de ancianos, que no siempre reúnen las condiciones ideales para pasar los últimos años de vida. En este documental de la cadena Al Jazeera se muestra una alternativa, aún minoritaria, pero que va en aumento: las familias desplazan a los ancianos a residencias de mayores situadas en Estados con salarios más bajos, como Tailandia o Filipinas, que logran ofrecer mejores cuidados por menos dinero de lo que costaría una residencia en Essex, en Múnich o en California (en la costa española también hay residencias similares para ancianos nórdicos) y con mejores condiciones residenciales. El problema es que muchos países asiáticos de destino para estos ancianos afrontan al mismo tiempo un proceso de envejeciendo progresivo –Tailandia es un ejemplo–, y un número creciente de su población necesitará pronto de esos mismos cuidados.

El negocio de cuidados de personas mayores en Asia se calcula ya en billones de dólares para los próximos años. Y la demanda de profesionales especializados superará pronto en países como Japón a la oferta (en un país que, además, no facilita la inmigración, aunque esté abriéndose forzado por sus circunstancias demográficas). ¿Es esta la solución para ofrecer mejores cuidados a nuestros mayores, enviarles a otros países? La pandemia ha demostrado la debilidad y precariedad de la red pública y privada de residencias en todos los Estados desarrollados. En el caso de Europa, hay mucha diferencia entre países en el esquema de gestión: del más del 80% de camas públicas en Dinamarca o Letonia a más del 80% en manos privadas en Grecia, Alemania, Reino Unido e Irlanda. El sector privado está, además, cada vez más controlado por un número reducido de empresas transnacionales y fondos de inversión, como ejemplifica el caso español. Es un debate, el del futuro del cuidado de ancianos, que deberá afrontarse más temprano que tarde.

 

Riesgos medioambientales

7.7 Billion People and Counting

Chris Packham, BBC, 2020

El naturalista Chris Packham trata de responder en este documental a la pregunta de si podremos sostener por muchas más décadas el crecimiento poblacional y el consumo de recursos naturales asociado. Si en el año 1800 había sobre la tierra 1.800 millones de personas, en 1960 ya eran 3.000 millones. Tan sólo 60 años más tarde, en 2020, éramos 7.700 millones, y la cifra sigue subiendo. En paralelo, el crecimiento exponencial del uso de recursos ha acelerado la degradación medioambiental y el cambio climático. Packman viaja hasta Brasil para mostrar las inmensas plantaciones de soja que están contribuyendo a la deforestación de la selva amazónica. También visita la capital de Nigeria, Lagos, para comprobar cómo millones de personas se han instalado en casas precarias sobre la laguna que rodea la ciudad, convertida poco menos que en un vertedero. Sir David Attenborough recuerda en el documental, por ejemplo, que las selvas de Borneo que conoció hace 50 años, han sufrido una degradación dramática en unas pocas generaciones por la expansión del cultivo de palma.

Packham reconoce que buena parte de la responsabilidad en esta depredación del ecosistema es de los países más desarrollados, aunque los efectos estén viéndose hoy sobre todo en los ecosistemas naturales de los Estados en desarrollo. Si todos los habitantes del planeta consumiesen lo mismo que un ciudadano medio de Reino Unido, afirma Packham, necesitaríamos los recursos de dos planetas Tierra. Si el consumo fuese el de un ciudadano estadounidense, harían falta cuatro planetas para satisfacer ese consumo. La Tierra, afirma uno de los entrevistados por el naturalista citando a Ghandi, tiene recursos suficientes para satisfacer las necesidades humanas, pero no para satisfacer la codicia humana. Según Packham, debemos plantearnos tanto si es sostenible el crecimiento demográfico actual  como nuestro modelo de consumo de recursos. En su opinión, no lo es, y se debería apostar por reforzar los programas de planificación familiar –exitosos cuanto mayor sea el nivel educativo de las mujeres y sus posibilidades de ascenso social– en paralelo con un cambio en nuestros patrones de producción y consumo. El documental termina con algunas buenas noticias. Como la tecnología aplicada a la agricultura, que permite, por ejemplo, el cultivo de vegetales en un refugio militar abandonado en el subsuelo de Londres. Una de las científicas entrevistadas afirma que a día de hoy ya disponemos de la tecnología necesaria para cambiar completamente el modo en el que producimos alimentos.

 

Declive poblacional

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Un bebé en medio de cunas vacias en el area de maternidad de un hospital alemán. Sean Gallup/Getty Images

El planeta vacío: el shock del declive de la población mundial

Darrell Briecker y John Ibbitson, 2019

El pesimismo de Chris Packham se basa, en parte, en la previsión de Naciones Unidas: para 2100 la población mundial podría alcanzar los 11.200 millones de personas. Un claro desafío, entre otras cosas, para la sostenibilidad medioambiental a menos que se produzcan cambios profundos en los modos de producción consumo. En El planeta vacío, los autores parten de la premisa de que esta previsión estadística no tiene en cuenta dinámicas poblacionales ya en marcha que indican que la población mundial ha comenzado un claro declive. Basándose en las fases de transición demográfica de Warren Thompson, afirman que el crecimiento natural de la población ya está disminuyendo en un amplio número de Estados: la mayoría de los europeos, Rusia, China, Corea del Sur… Además, incluso en países con altas tasas de natalidad –la mayoría africanos– las tendencias en zonas urbanas indican una reducción progresiva de las tasas de natalidad conforme se amplía la urbanización, el nivel educativo de las mujeres, el acceso a medidas anticonceptivas (y a planes públicos de control de natalidad), y la pérdida de influencia de las religiones y de las culturas tradicionales. Para comprobarlo, los autores viajan al arrabal de Kibera en Nairobi, a favelas de Sao Paulo o a slums en India. Se entrevistan con mujeres jóvenes y demógrafos para confirmar sus tesis. En el libro también se explican la situación en países como Canadá, que ha establecido políticas migratorias planificadas, que le permiten mantener el ritmo deseado de crecimiento poblacional.

¿Qué consecuencias tendrá esta reducción de la población? Los autores afirman que las consecuencias positivas serían considerables: la más obvia, una menor tasa de emisiones contaminantes. Pero también acentuará problemas ya existentes, como la soledad de los más ancianos, ya convertida en un tema de agenda pública en lugares como Reino Unido y Japón. En los países que aún mantengan altas tasas de natalidad, afirman, nos encontraremos con megalópolis, como Lagos o Bombay, cada vez más complicadas de gestionar, pero donde la efervescencia social podría generar también beneficios: “Tenemos la corazonada de que la música y el teatro realmente interesantes, las innovaciones auténticamente rompedoras, las ideas nuevas y revolucionarias de las últimas décadas de este siglo seguramente vendrán antes de Lagos o Bombay que de París o Tokio”. Una mirada optimista a la que se añade su previsión de que la reducción de población joven podría contribuir a una reducción de las guerras, al menos allí dónde la tecnología bélica aún no ha sustituido a las masas de combatientes irregulares. Aunque también reconocen que el futuro no está, ni mucho menos escrito: ni el decrecimiento es irreversible, ni todas las consecuencias podrían ser positivas. Comentando la situación de China y su papel de potencia regional, por ejemplo, afirman: “¿Viviremos una época de guerras terribles o la Pax Indica, un tiempo de merma incesante o de renovación?

 

Demografía y política

Lebanon: A Country in Fragments

Andrew Arsan, 2020

La demografía condiciona la arquitectura institucional de muchos países. El politólogo holandés Arend Lijphart acuñó hace medio siglo el término "democracia consocional" para referirse a los sistemas políticos que dividían el poder en base a los distintos grupos étnicos, religiosos o lingüísticos presentes en el país. El objetivo –en teoría– es articular un sistema que pueda asimilar unas fallas sociopolíticas que, de otro modo, generarían mucha inestabilidad y, en ocasiones, ingobernabilidad.

En el Líbano, tras los acuerdos de Taif de 1989, que pusieron fin a la guerra civil, se ha articulado un sistema en el que desde los principales cargos del estado hasta la composición del funcionariado están asignados en base a cuotas confesionales, aunque éstas no coinciden con el peso demográfico real. Destacan, por peso demográfico, tres grupos confesionales: los cristianos maronitas, y los musulmanes suníes y chiíes (estos, mayoritarios). Los cargos más altos del país han de adjudicarse a políticos de esas comunidades: el presidente del país ha de ser maronita; el primer ministro, suní; y el presidente del Parlamento, chií. Las disputas a la hora de nombrar, por ejemplo, altos cargos militares tiene que ver con la adscripción confesional, como explican los autores que ocurrió en 2018, y como ha vuelto a ocurrir en 2021, con un enfrentamiento entre el presidente Michel Aoun y el presidente del Parlamento Nabih Berri.

En Lebanon: A Country en Fragments, Andrew Arsan afirman que, por desgracia, el país, más que representar un símbolo del potencial beneficioso del consocionalismo corporativo, nos recuerda todas las debilidades de esa solución política. Aunque también matiza que esa división confesional no responde tanto a sentimientos enraizados en la población como a maniobras de muchos políticos para aprovechar, en favor de sus propios intereses, ese diseño institucional endiablado. El libro recorre los convulsos últimos quince años en la historia del país, desde 2005, cuando Rafiq Hariri fue asesinado y unos meses más tarde se produjo la denominada Revolución de los Cedros. Si en la primera parte del libro se centra en la actualidad política de esos tres lustros, en la segunda trata de explicar, entre otras cosas, cómo afecta ese sistema político confesional a las vidas cotidianas de la población: desde el acceso de los más pobres a ayudas hasta las distintas jurisdicciones que han establecido 15 de las 18 confesiones, lo que les reporta beneficios, por ejemplo, en forma de tasas por registrar nacimientos, matrimonios y defunciones. Además, tanto la formación islamista chií Hezbolá como el partido de Hariri han ido abriendo hospitales y desarrollando programas de asistencia social que, aunque suelen ayudar a  personas de otras confesiones, han sido criticados por ser instrumentos de clientelismo para asegurarse los votos de las comunidades en las que se establecen. En definitiva, un sistema complejo, con claras ventajas para quienes lo controlan, que –aunque no sea ni mucho menos el único factor que ha causado el presente caos libanés, como deja claro el autor– contribuye a que Líbano se haya convertido en un símbolo de país sumido en la continua inestabilidad.

 

Clima y movimientos demográficos

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Recogida de agua en el lago Chad. Jeff Hutchens/Getty Images

Effetto serra, effetto guerra. Clima, conflitti, migrazioni: l’Italia in prima linea

Grammenos Mastrojeni  y Antonello Pasini, 2017

El cambio climático está contribuyendo ya a importantes movimientos demográficos en zonas como el Sahel –una franja desértica que se extiende por 11 países y comprende unos 140 millones de personas–. Sequías prolongadas junto con lluvias intensas arrasan cultivos y pastos y están agudizando procesos que, según la ONU, suponen una “combinación tóxica” de conflictos políticos, decadencia económica y, desde hace unos meses, se añade el impacto de la pandemia. Un meteorólogo y un diplomático italianos suman esfuerzos para exponer en el libro Efettoserra, effetto guerra algunas de las amenazas climáticas que pueden causar grandes movimientos demográficos en las próximas décadas.

Las predicciones climáticas se basan en modelos complejos que no siempre son capaces de explicar la realidad futura, como reconocen los autores, pero algunos indicios advierten de los desastres demográficos –y los conflictos derivados– que pueden esperarnos si no se reduce el aumento de las temperaturas. Un ejemplo son las poblaciones que dependen del lago Chad para alimentarse. Otro de los riesgos que, según los autores, es más inminente tiene que ver con la masiva urbanización mundial que suele localizarse en las costas. Un 40% de la población de Estados Unidos, por ejemplo, reside en áreas costeras. Las inundaciones podrían causar de aquí a 2100 el desplazamiento de hasta 3,5 millones de personas si el nivel del mar sube 90 centímetros. El aumento del nivel del mar afectaría también a los deltas de los ríos, esenciales para la vida de millones de personas. Los autores citan estudios que afirman que si la salinidad del delta del Nilo continua aumentado a los niveles actuales, la supervivencia de millones de egipcios se vería comprometida: lejos de las riberas del Nilo, el país es prácticamente desierto. Por lo que respecta al deshielo, los autores comentan los problemas de los polos, que suelen recibir más atención mediática. Pero señalan también que no debemos perder de vista las montañas: un 22% de las tierras emergidas son alta montaña. Y ponen de ejemplo la cordillera del Hindu Kush Himalaya, denominada el Tercer Polo. Sus glaciares permiten que los grandes ríos asiáticos fertilicen las tierras de algunos de los países más poblados: como Bangladesh, Bután, China, India, Birmania o Pakistán. Si queremos evitar ese doble desastre ecológico y demográfico, afirman los autores, es necesario reforzar aún más el compromiso alcanzado en París en 2015, revisando nuestra concepción de la economía y el bienestar y actualizando los índices que nos permitan medir el desarrollo con elementos de sostenibilidad. Países como Nueva Zelanda ya han comenzado a hacerlo, evitando centrarse únicamente en el PIB, como medida esencial de sus decisiones económicas.

 

Segregación demográfica versus integración

Los miserables  

Ladj Ly, 2019

La película Los Miserables obtuvo un gran éxito mostrando la realidad de una banlieu parisina. La llegada de un policía a una de las unidades encargadas de patrullar en el gueto nos permite descubrir los cuestionables métodos empleados por sus compañeros para relacionarse con la población del barrio periférico y con los diversos grupos de delincuentes que luchan por controlar el territorio. En Europa, los barrios convertidos en guetos para inmigrantes, sin embargo, no son una excepcionalidad francesa. Esas bolsas demográficas de trabajadores precarios, existen en varios países y han terminado creando comunidades –asiladas en muchos sentidos– en las que Estado apenas hace acto de presencia si no es para reprimir. Se fueron configurando durante las últimas décadas en todo el continente y suponen un problema de primer orden a la hora de lograr sociedades integradas.

Desde 2020, está en marcha en Dinamarca un proyecto para poner fin a los barrios de bajos ingresos poblados casi exclusivamente por inmigrantes. En total, 28 barrios son considerados por las autoridades danesas como guetos. La decisión es polémica. Si la finalidad es encomiable, los medios están siendo cuestionados, puesto que supondrá –en el curso de una década– el traslado forzoso de miles de personas (la mayoría inmigrantes) con el objetivo de que se instalen en otros barrios con más diversidad racial y de ingresos. Al otro lado del puente de Øresund, en la ciudad sueca de Malmö, la situación de los barrios pobres, con una población mayoritariamente inmigrante, ha mejorado en los últimos años con una disminución en las tasas de criminalidad, aunque la integración dista de ser una realidad fluida y la segregación demográfica por origen étnico –y por clase social– continúa siendo mayoritaria. El pasado verano se produjeron, de hecho, disturbios tras la quema de un Corán por un grupo de la extrema derecha.

La pandemia, advierten algunos informes, podría contribuir a aumentar las brechas existentes, por ejemplo respecto al acceso a la educación. El desafío ha vuelto a plantearse en países que han acogido un número significativo de refugiados desde 2015, como es el caso de Alemania. ¿Cómo darles una respuesta inmediata a las necesidades habitacionales sin crear al mismo tiempo barrios que terminen convirtiéndose en guetos? Hasta el momento, las recomendaciones de la Comisión Europea, en este sentido, no se estaban cumpliendo. Por ello se ha puesto en marcha un plan para 2021-2027 que incluye específicamente el objetivo de evitar la segregación demográfica.