El mundo ha pulverizado la polio, erradicado la viruela y ralentizado la expansión del sida. Pero cuando se trata de abordar el virus de la gripe, los gobiernos parecen entrar en pánico.

Gripe1. El año pasado nos salvamos por los pelos. Compruebe las estadísticas oficiales y no se sentirá culpable por haber pensado que la famosa pandemia de la gripe no era peor que una influenza corriente. Después de todo, el virus de la gripe mata a miles de personas en todo el mundo cada año, mientras las víctimas mortales provocadas por el virus H1N1, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), han sido sólo 18.366. Sin embargo, estas cuentas se refieren sólo a casos confirmados por laboratorio, lo que lleva a pensar que se ha subestimado la amenaza. En África y Asia, millones de casos y cientos de muertos no fueron cuantificados por los servicios sanitarios del mundo desarrollado. Si el número real de fallecidos es cinco o cien veces superior, es imposible de dilucidar. Mucha gente nacida antes de 1960, cuando un virus similar a la gripe A desapareció, tenían bastante inmunidad a esta enfermedad.

2. Los brotes anteriores nos dicen poco. Las pandemias de gripe no son nada nuevo. Hipócrates dejó constancia de esa enfermedad en 412 A. C. y en los últimos 300 años hay al menos 11 documentadas. La naturaleza del virus de la gripe, uno de los organismos más cambiantes, hace que su expansión sea inevitable. Puede, no sólo saltar especies directamente sino que además, cuando dos cepas infectan a la misma célula, son capaces de crear un nuevo híbrido reordenando los genes. El virus H5N1 (gripe aviar) pasó por primera vez de los pájaros a los humanos en 1997. Desde entonces, ha matado al 60% de las más de 500 personas infectadas y no muestra signos de desaparecer. Una pandemia aún más severa puede golpear mañana o no hacerlo en los próximos 50 años.

3. No estamos preparados Para la más grande.Tras años de planificaciones y millones de dólares gastados en prevenir un brote severo, estamos mejor que hace una década, pero aún falta un largo camino por recorrer. La inversión realizada por Occidente en fabricar tecnología aplicada a las vacunas se amortizará pronto, aunque crear suficientes vacunas para el mundo desarrollado seguirá siendo un problema. En febrero, 95 países informaron a la OMS de que no tenían ningún tipo de medicamento para prevenir la gripe. En junio, el Gobierno de EE UU tiraba a la basura 40 millones de dosis caducadas por valor de 260 millones de dólares (unos 205 millones de euros). Trasladar grandes cantidades de vacunas desde países donde la gripe va remitiendo hacia esos otros donde la incidencia se incrementa no parece tarea fácil. Además, los recortes en el gasto sanitario de los gobiernos ha reducido su capacidad de manejar las oleadas de pacientes, mientras millones de dólares son gastados en medidas ineficaces como los escáneres para pasajeros de los aeropuertos.

4. El pánico de los gobiernos no ayuda. La gripe A supuso una seria amenaza, pero unos cuantos países reaccionaron de forma desproporcionada, hasta el punto de actuar irracionalmente. Egipto, por ejemplo, sacrificó a toda la población de cerdos; Singapur alertó a sus ciudadanos de que violar la orden de cuarentena podía acabar en penas de cárcel. México, donde se inició el brote en 2009, fue castigado con dureza por su transparencia: Francia solicitó que la Unión Europea cancelara todos sus vuelos con el país azteca, y algunos analistas estadounidenses reclamaban el cierre de la frontera. En total, la economía mexicana perdió cerca de 3.000 millones de dólares. Este tipo de reacciones exageradas provocan que los gobiernos se mantengan calladitos en la siguiente pandemia de gripe.

5. Los expertos en tecnología no tienen todas las respuestas
Dado que la gripe viaja tan rápido, una detección temprana es prioritaria. Pero olvídese de la contención. Tras la alegría provocada por el descubrimiento de Google de que un aumento en la búsqueda de términos como “remedios para la gripe” predecía los niveles de enfermedad incluso antes que los informes del gobierno; en una pandemia lo que miden estos números de hecho es el nivel de alarma y no de infección de la población. Como mucho, esta información tiene un valor relativo: una vez que los individuos muestran los síntomas, ya se han contagiado. Un nuevo vendaje con micro aguja desarrollado por la Universidad de Emory y el Instituto Tecnológico de Georgia podría ser útil. Si la idea cuaja, los gobiernos simplemente enviarían por correo a cada ciudadano su dosis anual. Hasta entonces, lávese las manos y abastezca su cajón de pañuelos.

Autor: John Barry