Una niña agita una bandera armenia en una manifestación en Ereván, Armenia. (Foto: Celestino Arce/NurPhoto vía Getty Images)

Las protestas en Ereván implican un reacomodo de piezas con el foco en escenarios conflictivos desde Ucrania hasta Nagorno Karabaj.

Desde comienzos de abril se están llevando a cabo incesantes protestas en Armenia exigiendo la dimisión del primer ministro, Nikol Pashinyán, a tenor de su aceptación del acuerdo de paz con Azerbaiyán que define un nuevo status para el enclave armenio de Nagorno Karabaj tras la breve confrontación militar de 2020-2021. Este conflicto se saldó con un triunfo militar azerí, toda vez Rusia activó los mecanismos diplomáticos de mediación para ponerlo fin.

Las protestas en este país caucásico parecieran definir un nuevo capítulo enmarcado en los pulsos geopolíticos que se viven dentro del espacio euroasiático postsoviético, y que involucran específicamente a Rusia y Occidente (EE UU, OTAN y la UE) pero también actores regionales emergentes.

Todo ello sin desestimar el trasfondo geopolítico derivado de la guerra entre Rusia y Ucrania y las tensiones ruso-occidentales, en particular, a la hora de observar en qué medida la crisis armenia también tendría efectos colaterales en los mismos. Con todo, debe destacarse que las protestas en Armenia están más bien relacionadas con la histórica confrontación armenio-azerí en torno a Nagorno Karabaj y los inciertos equilibrios que esto depara para el Cáucaso Sur.

La ‘resistencia’ armenia, Rusia y Occidente

El carácter aparentemente espontáneo de las protestas armenias invita a realizar una comparativa con las conocidas como "revoluciones de colores" que, a partir de 2000, provocaron intermitentes cambios políticos de calado prooccidental en Serbia, Georgia, Ucrania y Kirguizistán, profundizando al mismo tiempo las tensiones ruso-occidentales.

El líder más visible de las protestas armenias es Ishkhan Saghatelyan, representante del Cuerpo Supremo de la Federación Revolucionaria Armenia (FRA–Tashnagtsutiún) y vicepresidente de la Asamblea Nacional. Saghatelyan ha instado a la "unión del pueblo armenio" a la hora de evitar cualquier cesión de soberanía sobre la República de Artasj, denominación con la que los armenios designan oficialmente al territorio de Nagorno Karabaj.

En clara contradicción a priori con el carácter prooccidental que se le atribuye a las revoluciones de colores, Saghatelyan ha defendido públicamente la alianza estratética armenia con Rusia, lo cual definiría una variable geopolítica que podría ayudar explicar qué es lo que se está jugando detrás de las protestas contra Pashinyán.

En este aspecto debe tomarse con atención la histórica relación de Ereván con Moscú, y cómo este factor juega un papel clave en la crisis actual. Además de los lazos históricos, culturales y religiosos, Armenia es miembro de la Unión Económica Euroasiática (UEE) y de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC), ambas entidades impulsadas por Rusia.

A esto se une que la economía armenia es muy dependiente de su vecino ruso, especialmente en materia energética (alrededor de un 80% del consumo energético armenio está en manos rusas). El país caucásico es también miembro del Consejo de Europa, del Convenio Europeo de Derechos Humanos y firmó en 2017 un acuerdo de asociación con la UE. No obstante, Armenia ha mantenido una posición de prudente neutralidad en lo concerniente a la actual guerra entre Rusia y Ucrania, muy probablemente persuadida a no irritar a su aliado estratégico ruso.

Por otro lado, la "resistencia armenia" tampoco ha desestimado el apoyo occidental, un factor que evidenciaría sus intenciones de establecer equilibrios con sus apoyos exteriores. A mediados de abril, Saghatelyan alertó ante el Congreso y el Senado estadounidenses sobre la crisis humanitaria que se está viviendo en Nagorno Karabaj, instando a que Washington desestimara la ayuda militar que brinda al presidente azerí, Ilham Aliyev. Esta intervención de Saghatelyan ante las máximas autoridades parlamentarias en EE UU daría igualmente a entender el peso del relevante lobby armenio existente en este país y su papel ante las actuales protestas contra Pashinyán.

Paralelamente, la UE también ha jugado un papel mediador en la crisis armenio-azerí por Nagorno Karabaj. Con el aval estadounidense, el presidente Aliyev y el primer ministro Pashinyán se reunieron en abril pasado en Bruselas con la finalidad de acercar posiciones en cuanto a la negociación del status sobre Nagorno Karabaj y la posibilidad de un acuerdo de paz entre Bakú y Ereván.

El presidente ruso, Vladimir Putin, con el primer ministro de Armenia, Nikol Pashinyan, en la cumbre de líderes de la Comunidad de Estados Independientes sobre la lucha contra la COVID-19 en San Petersburgo. (Foto: OFICINA DE PRENSA DEL KREMLIN/Agencia Anadolu vía Getty Images)

Por otro lado, Rusia, muy concentrada en su intervención militar en Ucrania, intenta al mismo tiempo manejar los delicados equilibrios geopolíticos en el Cáucaso Sur entre Armenia y Azerbaiyán con el fin de evitar una desestabilización que afecte sus intereses a nivel regional. Con todo, a finales de marzo, Moscú acusó a Bakú de violar el alto al fuego en Nagorno Karabaj, lo cual confirmaría su posición más proclive a atender los intereses armenios.

En este aspecto, Rusia monitorea con atención los movimientos presuntamente más prooccidentales de Pashinyán, los cuales han provocado un controvertido debate en medios de comunicación rusos, y cómo esta posición podría eventualmente alterar los intereses regionales del Kremlin. Esta variable podría explicar, al mismo tiempo, porqué Moscú también ha venido observando con atención la posición aparentemente más prorusa de Saghatelyan.

Con la guerra en Ucrania en pleno desarrollo y la incertidumbre detrás de las protestas en Armenia y su incidencia en el conflicto en Nagorno Karabaj, Moscú quiere asegurar al mismo tiempo el encaje político y legal de sus esferas de influencia en el Cáucaso, así como en lo relativo a sus relaciones centro-periferia.

Recientemente, el presidente de la República de Osetia del Sur, Anatoly Bibílov, anunció la realización el próximo 13 de julio de un referéndum que defina la posibilidad de integración en la Federación rusa de esta república independiente de facto de Georgia tras la guerra de 2008 con Rusia. Debe igualmente considerarse el hecho de que las repúblicas separatistas del Donbás (Donetsk y Lugansk) también han manifestado su interés en realizar este tipo de referéndums de unión a Rusia.

Con ello, Moscú fortalece a Estados de facto (Donbás, Osetia del Sur y Transnistria) como instrumentos geopolíticos defensivos ante cualquier expectativa de expansión de la OTAN. Este contexto es relevante para Rusia tomando en cuenta la decisión tomada en marzo pasado por Georgia y Moldavia de oficializar su integración en la UE, un paso que el Kremlin podría interpretar como una especie de avanzadilla para la Alianza Atlántica en un futuro próximo.

Por otro lado, Moscú acogió el pasado 15 de mayo la Cumbre de la OTCS, en la cual Armenia ocupa actualmente la presidencia rotativa. La presencia de Pashinyán en este encuentro revela la importancia que para Rusia tiene la resolución inmediata de la crisis armenia, incluso vía OTCS, tal y como ocurrió en enero pasado con las protestas en Kazajistán que motivaron una intervención militar de este organismo para respaldar al presidente Kasim-Yomart Tokaev, también presente en esta cumbre.

Los intereses de Azerbaiyán

Por su parte, Bakú intenta igualmente moderar ese complejo juego de equilibrios geopolíticos al calor de las protestas armenias.

Si bien el ministro de Relaciones Exteriores de Azerbaiyán, Jeyhun Bayramov, criticó las manifestaciones considerándolas como una "lucha de poder interna" orientada a focalizar el tema de Karabaj en la agenda política armenia, Bakú también ha destacado los esfuerzos de Moscú por impulsar una negociación con el fin de propiciar un equilibrio geopolítico a través de una delimitación fronteriza entre Armenia y Azerbaiján, abriendo con ello una ventana permanente de negociación con Ereván.

Tras su victoria militar en 2020-21, Bakú no ha dudado en reforzar su influencia geopolítica en torno a Nagorno Karabaj, incrementando el presupuesto militar, contando para ello con el apoyo de su tradicional aliado, Turquía, que es al mismo tiempo un histórico rival de Armenia.

La cooperación turco-azerí ha provocado reacciones inmediatas precisamente en Ereván. Así, Pashinyán declaró que Azerbaiyán "quiere un Karabaj sin armenios". Del mismo modo, las críticas de Moscú hacia Bakú por supuestamente violar el cese al fuego en Nagorno Karabaj revelan roces geopolíticos entre ambos gobiernos. Toda vez, Bakú ha mantenido un prudente silencio en torno a la intervención militar rusa en Ucrania.

Pero el fortalecimiento militar azerí en Nagorno Karabaj podría revelar su intención de aprovechar la atención rusa en Ucrania para eventualmente anexionarse de facto este territorio, alterando el equilibrio militar en el Cáucaso Sur. Visto este contexto de posible inestabilidad in crescendo, no sería por tanto descartable que Rusia y Armenia pulsen la posible intervención de la OTCS en Nagorno Karabaj como factor de equilibrio, ya que Azerbaiyán no forma parte de este organismo.

Por otro lado, también está Irán, otro actor importante para los azeríes. Si bien ha existido sintonía en aspectos económicos y energéticos entre Bakú y Teherán, las tensiones también han aflorado entre ambos gobiernos, puesto que existe una minoría azerí en territorio iraní que alberga expectativas autonomistas mientras Azerbaiyán observa con atención la posible implicación iraní en movimientos islamistas dentro del país que podría contrariar el poder de Aliyev.

En lo relativo a Nagorno Karabaj, la posición de Irán ha basculado constantemente manteniendo un clima de equilibrio. No obstante, Teherán también observa con preocupación la posibilidad de que Azerbaiyán intente reforzar su posición geopolítica en el Cáucaso Sur y el Mar Caspio y cómo esto afectarían los intereses iraníes.

Turquía: actor expectante

Miembros de la Fundación de Solidaridad y Amistad entre Turquía y Azerbaiyán (TADIV) se reúnen para protestar contra la postura de Francia ante los ataques de Armenia contra civiles en Azerbaiyán, con una postura claramente proazerí. (Foto: Metin Aktas/Agencia Anadolu vía Getty Images)

Otro actor regional cobra también importancia: Turquía, cuya posición se ha definido en acondicionar todo tipo de equilibrios geopolíticos con Ucrania, Armenia, Azerbaiyán, Rusia, Occidente e Irán.

En lo relativo al conflicto ucraniano, Ankara se ha erigido como un interlocutor capacitado para sentar a Moscú y Kiev a negociar la posibilidad de un alto al fuego, tal y como se vio con los encuentros en Estambul y Antalya entre marzo y abril. Por otro lado, como miembro de la OTAN, Turquía anunció su intención de vetar la reciente decisión de Suecia y Finlandia de ingresar en la Cumbre Atlántica, manifestando así su posición más euroasiática condescendiente con los intereses rusos. El Gobierno turco argumenta como razones para bloquear este acceso el apoyo de los dos países escandinavos a lo que considera como "terroristas kurdos", en este caso a las demandas independentistas kurdas con respecto a Turquía.

Al mismo tiempo, Ankara ha sido un socio militar para Kiev en materia de venta de drones que han sido utilizados por las fuerzas ucranianas en la guerra contra Rusia. No obstante, Ankara también ha manifestado sus aspiraciones panturcas con incidencia en el conflicto ucraniano, en particular, instando a garantizar la preservación de la identidad de las poblaciones tártaras y circasianas en Crimea

En lo relativo a la crisis armenia, Turquía observa con atención los acontecimientos en ese país con el foco puesto en lo relativo al nuevo status quo de Nagorno Karabaj, donde Ankara ha manifestado una posición claramente proazerí. Por tanto, la victoria militar de Azerbaiyán contra Armenia en la breve guerra de 2020-21 también ha beneficiado la posición geopolítica turca en el Cáucaso Sur, revelando así mismo ciertos roces con la vecina Irán, recelosa del ascendente panturquismo pero también de Rusia.

En perspectiva, la crisis armenia anuncia intensos reequilibrios geopolíticos euroasiáticos que, desde Ucrania hasta Nagorno Karabaj, implican el contante pulso de intereses para actores globales en permanente estado de tensión (Rusia y la OTAN), así como actores regionales (Ucrania, Armenia, Azerbaiyán, Georgia) y potencias emergentes (Turquía, Irán).