Bruselas debe demostrar que las políticas de acceso a la UE no llevan a un callejón sin salida.

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JANEK SKARZYNSKI/AFP/Getty ImagesEl presidente de la Comisión Europea, Jose Manuel Barroso, el presidente del Parlamento Europeo, Jerzy Buzek, el presidente del Consejo Europeo, Herman Van Rompuy y el primer ministro de Polonia, Donald Tusk, reunidos antes del comienzo de la Cumbre de la Asociación Oriental

 

La Unión pretende establecer una asociación política y una integración económica con Armenia, Azerbaiyán, Bielorrusia, Georgia, Moldavia y Ucrania a través de la Asociación Oriental (AO); no obstante, no son muchos los logros obtenidos.

La AO ha demostrado ser una herramienta eficaz para el diálogo político y la cooperación en una serie de áreas desde el desarrollo del comercio hasta las medidas de inmigración o la administración de las fronteras con estos países. Aunque se hayan producido avances, como una serie de instituciones multilaterales en activo, es oportuno preguntarse qué se ha logrado realmente: ¿Conllevan estos nuevos organismos un exitoso acercamiento con la UE?, ¿es ésta responsable de los avances logrados en algunos Estados de la zona pero también del retroceso de otros?

Realmente, la Asociación ha obtenido algunos logros: ha creado una completa estructura para la cooperación multilateral que incluye a algunas instituciones de la UE, los Estados miembros y los Gobiernos de los seis países que componen la AO. Además, ha facilitado la cooperación y la integración en comercio, energía, transporte y medio ambiente. Y los más importante, ha conseguido que los ciudadanos de estos países viajen exentos de visado a la Unión.

Uno de sus pilares radica en el desarrollo del comercio. La UE y Ucrania están cerca de cerrar las negociaciones Deep and Comprehensive Free Trade Area (DCFTA), cuyo fin es el de facilitar el acceso de Kiev al mercado económico y comercial europeo e incentivar la inversión de los Veintisiete en el país. A su vez, Armenia, Georgia y Moldavia están trabajando para lograr los requisitos básicos para entablar las conversaciones DCFTA. Bruselas es el principal socio comercial para todos los Estados de la AO, a excepción de Bielorrusia; lo cual se evidencia en que gracias al trato preferente de la Unión y los continuos esfuerzos liberalizadores realizados, más del 80% de lo producido en estos países entra al mercado de la zona común sin tener que pagar tarifas de importación.

Con Georgia, Moldavia y Ucrania también se han dado algunos avances: han desarrollado estructuras gubernamentales más estables y han buscado afiliarse con alguno de los grupos políticos europeos para, en un futuro, convertirse en Estados miembros. Ucrania y Moldavia ya recibieron el plan de acción de liberalización de visados. Por su parte, Georgia está buscando implementar un acuerdo para facilitar los visados. Mientras, se espera que las negociaciones con Armenia y Azerbaiyán comiencen pronto.

En cuanto a la energía, Moldavia y Ucrania fueron los primeros socios del este que se unieron a la European Energy Community (EEC). Mientras que Georgia es un observador en la EEC y Armenia ha solicitado el mismo reconocimiento. Por otro lado, Georgia fue el primero de los países de la AO en cerrar un acuerdo con la UE de área de aviación común, con el que se prevé su integración gradual en un mercado aéreo paneuropeo. Moldavia y Ucrania se encuentran en negociaciones para una alianza similar.

      La posibilidad de acceso a la UE sigue siendo la principal motivación para que los países de la Asociación Oriental asuman nuevas obligaciones

Pero a pesar del mayor diálogo y cooperación institucional  entre la UE y los países de la Asociación Oriental las transformaciones sobre el terreno han sido limitadas. En cuanto a las reformas políticas, la tendencia democrática ha ido a peor en la región. Especialmente en los casos de Ucrania y Bielorrusia que han visto una mayor represión política en 2010 y 2011, incluyendo la persecución a miembros de la oposición y activistas civiles. A su vez en los países del sur del Cáucaso no se han producido mejoras significativas. En Georgia los derechos políticos y de la oposición son aún muy limitados. Moldavia es el único en mostrar señales positivas de cambios democráticos, aunque están marcado por la inestabilidad política dado que el Parlamento es incapaz de elegir al presidente del país y las tensiones entre la coalición gobernante se incrementan.

La AO apenas ha tenido efecto sobre los dos países más autoritarios del grupo de los seis y que además no tienen aspiraciones de integrarse en la UE: Bielorrusia y Azerbaiyán. Para el presidente biolorruso, Alexander Lukashenko, la supervivencia del régimen ha resultado ser una prioridad sobre los incentivos políticos y financieros ofrecidos por Bruselas antes de las elecciones de 2010. Mientras que con Azerbaiyán la cooperación se limita a la energía, en particular con su compromiso a proporcionar el gas al corredor del sur de la Unión.

La europeización de los países de la Asociación esta motivada principalmente por las dinámicas de cada Estado. En la mayoría de los casos, las élites políticas están más interesadas en preservar su status quo que en emprender reformas; mientras que la sociedad civil tiene tan poca fuerza que no puede responsabilizar a las clases poderosas o pujar por el cambio. Por ese motivo, lo que explica el haber conseguido unos pobres resultados de reformas son, principalmente, la falta de interés político y de presión interior.

Aún así los principales interesados en la integración europea ejemplifican cómo la voluntad interna y la capacidad para las reformas guarda relación. Por ejemplo, Ucrania, que coopera con la UE desde 2002, fue el primero en recibir mayores facilidades para obtener visados y un plan de acción para los visados. Moldavia, también impulsó transformaciones en la protección de datos, la administración de fronteras y el Ministerio del Interior.

Aunque la AO simbolizaba, en apariencia, el intento de incrementar la implicación europea en el desarrollo doméstico del este, la Unión no ha sido capaz de aportar fuertes incentivos para las reformas. Especialmente en aquellos países donde la democracia preocupa.

Además, Bruselas no ha desarrollado una serie de puntos de referencia con los que medir el proceso democratizador. No existe un modus operandi de la democracia. El papel de asistente de la UE en la región no prioriza las instituciones y los procesos democráticos, sino el desarrollo de distintos sectores de interés común. El nexo entre la integración de algunas áreas y la democratización es una ilusión.

Además los Veintisiete han fracasado en reconocer a la sociedad civil de estos seis países como sus verdaderos aliados, excepto en Bielorrusia donde casi todos los fondos van hacia actores no oficiales. El apoyo a los ciudadanos con el objetivo de incrementar las demandas internas para el cambio, no ha estado en la agenda de la UE.

La posibilidad de acceso sigue siendo la principal motivación para que los países de la Asociación Oriental asuman nuevas obligaciones en distintas áreas de integración. El incentivo de la ampliación continua siendo la base principal del poder de la UE con los vecinos del este. Por ello Bruselas debe demostrar que las políticas de acceso no llevan a un callejón sin salida y que los Veintisiete deben repensar su posición hacia Bielorrusia y Azerbaiyán, dado que no les interesa la mayoría de las ofertas de la AO. Finalmente, el apoyo político y de asistencia a la democracia debería ser una prioridad genuina de las políticas de la Unión hacia la región. A pesar de los numerosos logros europeos en la creación de instituciones y un sistema de integración por sectores, no se han dado las reformas necesarias en el terreno. La Unión Europea no debe olvidar que su poder estratégico radica en sus vecinos inmediatos.

 

 

 

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