Una nueva forma de entender la felicidad no medida solamente en clave económica sino también contando con la percepción emocional. Para conseguir una mayor satisfacción y bienestar la ciudadanía debe manifestar qué cosas son importantes y valoradas por ella.
La irrupción del concepto de felicidad en los debates sobre el desarrollo es muy reciente, pero las dudas y cuestionamientos sobre los criterios estrechamente economicistas para entenderlo y medirlo, no lo son tanto.
Décadas antes de que la ONU publicara, en 2012, el Primer Informe Mundial sobre la Felicidad, el Programas de las Naciones Unidas para el Desarrollo había adoptado ya el paradigma del “desarrollo humano”, con la finalidad de ensanchar la idea del progreso y del desarrollo, incorporando nociones que, si bien no incluyen las percepciones subjetivas de la satisfacción y el bienestar –de la felicidad-, sí trascienden las mediciones estrechamente económicas basadas solo en el Producto Interno Bruto, que hasta entonces monopolizaban el tema.
Llama poderosamente la atención que la formulación del paradigma del desarrollo humano haya sido liderada por un economista y pensador de origen hindú, y que ahora sea el Reino de Bután el que impulse la introducción del concepto de felicidad en el debate sobre el desarrollo. India y Bután distan de los niveles de ingreso
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