¿Será el gobierno de Shinzo Abe capaz de revitalizar la economía nipona? Un repaso en imágenes de los desafíos y las tendencias que afronta el país asiático.

Veinte años de estancamiento. Japón ha protagonizado uno de los mayores milagros económicos del siglo XX, pero desde los 90, cuando explotó su burbuja en la bolsa de valores y en el sector inmobiliario, el país se ha estancando en escasos crecimientos de PIB, deflación y deuda pública. Desde que llegó al poder por segunda vez en diciembre de 2012, el primer ministro, Shinzo Abe, ha prometido revitalizar el país y volver a poner en marcha la locomotora nipona. Su política económica, bautizada como “Abenomics”, busca resucitar a Japón en el siglo XXI.
Política monetaria expansiva e inversiones. La primera flecha del programa económico del gobierno de Shinzo Abe apuesta por una política monetaria expansiva. Desde principios de 2013, el Banco de Japón se ha lanzado a imprimir dinero y a comprar deuda pública con la intención de poner fin a la deflación de las últimas décadas. Al mismo tiempo, el Ejecutivo aprobó un paquete de 10,3 billones de yenes (unos 75.300 millones de euros) de inversión para estimular la economía. La idea una vez más consiste en poner dinero en circulación y crear puestos de trabajo a través de la acción directa del Gobierno, lo que le ha valido a Shinzo Abe el calificativo de keynesiano, en contraste con las políticas de austeridad que Alemania defiende en Europa.
Subida de impuestos para controlar la deuda. A pesar de los estímulos a la economía, el consumo se ha frenado en Japón desde abril de 2014, cuando el Gobierno aprobó la subida del IVA del 5% al 8%. La segunda fecha del programa de Abenomics pretende de esta forma recaudar más dinero y reducir la deuda pública (cerca de un 240% de PIB, la más elevada del mundo). Para el próximo año el IVA se incrementará hasta el 10%, afectando de nuevo los bolsillos de los consumidores.
Las consecuencias de Fukushima. La política monetaria de Abe también tiene otro objetivo: devaluar el yen para mejorar la competitividad de la economía nipona y apoyar las exportaciones. Pero el desastre de Fukushima en 2011 ha complicado significativamente la ecuación. Con todas las plantas nucleares paralizadas, Japón se ha visto obligado en los últimos años ha aumentar las importaciones de gas y petróleo. El resultado es que un yen tal débil (más de un 20% de devaluación) hace todas esas compras más caras para el Gobierno. Muchos ciudadanos, sin embargo, siguen sin apoyar esa vuelta a la energía nuclear.
El gran reto: una población vieja. “Envejecimiento, envejecimiento, envejecimiento”. Cuando uno busca las explicaciones al estancamiento de Japón durante los últimos 20 años, la palabra aparece de forma omnipresente en conversaciones con expertos y economistas. Con casi un 26% de la población mayor de 65 años, Japón es el país con más ancianos del planeta. Eso significa menos personas pagando impuestos y más cobrando pensiones. La tercera flecha de Abenomics, que apuesta por reformas estructurales para apoyar el crecimiento económico, se presenta imposible sin resolver este problema.
La incorporación de la mujer al trabajo. La respuesta al envejecimiento de Shinzo Abe ha sido defender la incorporación de la mujer al trabajo. Todavía en la actualidad, la tendencia mayoritaria entre las japonesas es la de dejar el empleo para cuidar de los hijos o realizar tan sólo trabajos temporales. El resultado es que el país tiene una de las tasas de mujeres económicamente activas más bajas de la OCDE. De momento, las propuestas de Shinzo Abe incluyen la creación de un sistema de guarderías e incentivos a las grandes empresas para contratar mujeres. Muchos expertos, sin embargo, consideran que estas medidas no serán suficientes para romper con las enraizadas costumbres niponas, e incluso de conseguirlo sería insuficiente para contrarrestar el creciente envejecimiento de la población.
Nacionalismo creciente. Con la llegada de Shinzo Abe al poder, el discurso nacionalista también se ha intensificado. El Primer Ministro busca revitalizar el país y devolver la confianza a los ciudadanos y las empresas. Algunos analistas han comparado Abenomics con el período de la Restauración Meiji, cuando se hablaba de “enriquecer al país, fortalecer el Ejército” (fukoku kyohei). El Gobierno apuesta por reformar la Constitución para permitir la participación de tropas japonesas en operaciones en el exterior y aumentar los recursos destinados a las Fuerzas Armadas. Su visita en diciembre de 2013 al Santuario Yasukuni (en la imagen), donde descansan los restos de aquellos que murieron sirviendo al Imperio Japonés (incluidos varios criminales de guerra), produjo la reacción airada de vecinos como Corea del Sur y China.
La lucha tecnológica. Todavía hoy, la red de trenes de Japón y especialmente sus shinkansen (trenes de alta velocidad) son una de las muestras del gran nivel tecnológico que el país ha alcanzado en 100 años. Durante las últimas dos décadas, sin embargo, Japón se ha encontrado con más competencia en Asia (Corea del Sur, Taiwan, Malasia, Tailandia, China...) en sectores como la electrónica del consumo, los ordenadores o los teléfonos inteligentes. Las famosas Sony, Toshiba, Hitachi o Panasonic se han visto afectadas por esta nueva y creciente competencia y han tenido que reorientar sus servicios hacia industrias con un nivel tecnológico mayor.
¿Cultura en crisis? Manga, bonsai, sushi, anime, karaoke, haiku, sumo... hasta los 90, la cultura japonesa alcanzó una gran proyección internacional. Su peso todavía hoy sigue siendo muy importante en muchos países asiáticos, a donde llegan con facilidad las películas, dibujos animados o tendencias culturales que se originan en Tokio. A pesar de eso, también aquí Corea del Sur le ha recortado terreno a Japón, y existe la sensación de que el estancamiento económico también ha derivado en crisis cultural.