Fuerzas de Seguridad afganas vigilan una prisión en Kuduz donde se encuentran recluidos líderes turcos. (Nasir Waqif/AFP/Getty Images)
Fuerzas de Seguridad afganas vigilan una prisión en Kuduz donde se encuentran recluidos líderes turcos. (Nasir Waqif/AFP/Getty Images)

El objetivo supremo del presidente estadounidenses, Barack Obama, en Afganistán parece cada vez más remoto, dado que el país permanece envuelto en un conflicto desde hace más de 14 años, después de que Estados Unidos interviniera para expulsar a los talibanes y destruir Al Qaeda. Hoy en día, los talibanes, pese a sus divisiones internas, siguen siendo una fuerza temible, Al Qaeda aún tiene cierta presencia y Daesh ha establecido un punto de apoyo.

Un breve triunfo alcanzado en julio en las negociaciones de paz conducidas por Pakistán acabó frustrado cuando los que se oponían a las conversaciones revelaron que el inaccesible líder de los talibanes, el mulá Mohammed Omar, había muerto en 2013. Los talibanes acabaron por confirmar la noticia y anunciaron que su histórico número dos, el mulá Akhtar Mohammed Mansur, le había sucedido. Mansur, que al parecer está estrechamente vinculado a los servicios de inteligencia paquistaníes, consolidó su liderazgo gracias a una sucesión de victorias militares, incluida la captura temporal de Kunduz a finales de septiembre. No obstante, la existencia de facciones sigue siendo un problema para el movimiento talibán. A principios de diciembre corrieron informaciones no contrastadas sobre la posibilidad de que el mulá hubiera resultado herido, o incluso muerto, en un intercambio de disparos con grupos rivales en Pakistán. A lo largo del año, varios comandantes declararon su lealtad al Estado Islámico.

Los combates en varias provincias continúan provocando un gran número de bajas civiles; de ahí que Afganistán sea uno de los lugares de los que huyen más refugiados, sólo superado por Siria. La corrupción generalizada y los abusos de poder de las autoridades locales siguen siendo los mayores impulsores del apoyo a los rebeldes. Estados Unidos dice ahora que va a mantener alrededor de 9.800 soldados durante la mayor parte de 2016 y la misión Apoyo Resuelto de la OTAN se ha comprometido a proporcionar ayuda económica a las fuerzas afganas de seguridad hasta 2020. Ahora bien, dada la fuerza de los rebeldes, está claro que no existe una solución militar para el conflicto. Y la división y la proliferación de grupos combatientes es una amenaza para los futuros intentos de negociar la paz. Los esfuerzos del presidente Ashraf Ghani para reanudar las negociaciones con los talibanes están rodeados de polémica y ponen en peligro la cohesión de su Gobierno de unidad nacional. Para que las conversaciones obtengan resultado, deben ser los propios afganos quienes las dirijan y las controlen, y su centro de atención tiene que ser el interés del pueblo, no el de las potencias externas como Pakistán y Estados Unidos.

 

Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia.