El continente más pobre está levantándose. De verdad.


África evoca una mezcla de corrupción, enfermedad, guerra y pobreza, los cuatro jinetes del Apocalipsis africano. Y la crisis económica ha engendrado una nueva ronda de preocupaciones. Pero la perpetua inquietud sobre la horrible situación del continente no tiene en cuenta una tendencia más general: está levantándose, y quizá salga de la crisis más fuerte.

El renacimiento de África es, ante todo, económico. El PIB del continente, ajustado a la inflación, se ha duplicado desde los 80, de 130.000 millones de dólares a 300.000 millones de dólares en 2008, según Goldman Sachs. Tiene un crecimiento anual del 7% en lo que va de siglo, después de un 2% en los 90. El auge de las materias primas contribuyó a esa expansión, pero también tuvieron que ver otros factores poco reconocidos. Aunque las previsiones mundiales de crecimiento giran en torno a sólo el 0,5%, el FMI todavía prevé una tasa del 3% en África, a pesar de la caída de los precios de las materias primas y de la reducción de las inversiones de China.

Una de las bases del crecimiento es un mejor gobierno. Según Transparencia Internacional, la corrupción visible en África está disminuyendo. Hoy, Freedom House califica a 33 ejecutivos del África subsahariana como libres o parcialmente libres; en 1980, esa cifra era 19.

Otro factor es la tecnología. Casi una de cada tres personas en África posee ya un teléfono móvil. En Ghana, un granjero puede recibir mensajes sobre el precio del ñame y del maíz desde dos pueblos más allá y calcular cómo va a ser de competitivo si lleva su cosecha al mercado ese día. En Kenia, los residentes de las aldeas pueden saber cuándo piensan visitar los médicos sus comunidades.

El tercer cambio es la discreta maduración del sistema financiero africano. En enero se inauguró un mercado de valores en un piso del edificio más alto de Kigali, en Ruanda. Es uno de los ocho que han abierto en la última década; hoy existen 16 en todo el continente. En dichas bolsas se negocian alrededor de 500 valores, y aproximadamente el 85% de ellos no corresponden a materias primas. La banca y las telecomunicaciones son especialmente fuertes.

Hoy en día, hay ya 17 países con calificaciones de créditos que abren las puertas al capital privado. Para llevarlas a cabo, los organismos internacionales de calificación de créditos tienen en cuenta sobre todo dos cosas: la voluntad y la capacidad de devolver los préstamos por parte del prestatario.

La nueva transparencia de África, su tecnología y su creciente madurez financiera no tienen por qué desaparecer con la crisis. Es más, es posible que el continente se beneficie. Durante los últimos 50 años, ha dependido de la ayuda exterior, seguramente el elemento que más ha contribuido a que el continente haya sido incapaz de hacer realidad sus posibilidades. Mientras tanto, muchos gobernantes africanos han eludido responsabilidades.

Ahora que Occidente está sacudido por sus propios problemas económicos, el efecto destructivo de la ayuda exterior tiene que disminuir. Italia ya ha recortado su presupuesto de ayuda a la mitad. Es algo positivo. Más líderes africanos se verán forzados a pensar cómo gobernar sin una entrada de dinero fácil que les sirva de malla de protección. La necesidad les obligará a innovar.