La región mueve sus piezas en paralelo a los intereses de las grandes potencias. 

A pesar ser observado a priori como un escenario poco relevante dentro de las transformaciones geopolíticas que está generando el conflicto en Ucrania, América Latina tampoco escapa de la puja de intereses entre las grandes potencias mundiales, particularmente motivados por las distorsiones que está provocando este conflicto en la economía global. 

Especie de recreación del histórico Gran Juego que Rusia y Gran Bretaña llevaron a cabo en Asia Central en las últimas décadas del siglo XIX, el contexto actual implica para América Latina un inesperado interés geopolítico principalmente para EE UU, China y Rusia. Estas potencias buscan obtener influencia en países exportadores de materias primas esenciales como petróleo, gas natural, minerales, trigo, cereales, etcétera. Destacan en este apartado países como Venezuela, Argentina, Brasil, Chile y México. 

Por otro lado, la región latinoamericana también sopesa en qué medida esta coyuntura provocada por la crisis ucraniana podría proveer de oportunidades para su inserción en los foros y mercados internacionales.

Las claves geoeconómicas y geopolíticas

Los principales efectos económicos que el conflicto ucraniano y, en particular, las sanciones internacionales a Rusia han generado en América Latina son el alza de los precios de la energía (petróleo y gas), la minería (carbón, cobre y níquel), los alimentos (trigo, maíz y aceites) y los fertilizantes. Esto se debe a la posición relevante de Rusia y Ucrania en la producción y el comercio mundial de dichos productos. 

Ahora bien, en este escenario de neoguerra fría determinado por el progresivo deterioro de las relaciones entre Occidente y Rusia y el simultáneo aumento de las tensiones occidentales con China, ¿cómo observa América Latina la reactivación de este pulso geopolítico entre las grandes potencias por obtener esferas de influencia en la región? Así mismo, ¿cómo logrará manejar las distorsiones en los mercados derivados de las sanciones occidentales a Rusia y ante la posibilidad de escasez energética y de alimentos?

En las últimas dos décadas, la mayor parte de los países latinoamericanos han mantenido equilibrios en sus relaciones con las principales potencias globales, particularmente EE UU, China y Rusia. Por otro lado, en lo que respecta a la crisis en Ucrania, Europa ha ejercido una posición de mayor alineamiento con los compromisos atlantistas vía OTAN. Fuertemente dependiente de la energía rusa, la UE también observa con atención las oportunidades que se presentan con las materias primas latinoamericanas en este coyuntura de desconexión económica ruso-occidental, toda vez apuesta por fomentar otras vías de cooperación tales como las energías limpias, el fomento de la democracia, la integración económica y los acuerdos comerciales, entre otros.

FIRMAT, SANTA FE, ARGENTINA: La cuchilla de la cosechadora durante la recolección de los cultivos en un campo de trigo. (Foto de Patricio Murphy/SOPA Images/LightRocket vía Getty Images)

Por otro lado, el ascenso económico chino y el marcado activismo geopolítico ruso también han sido observados por países como Venezuela, Cuba, Nicaragua, Brasil, Argentina y México como oportunidades para establecer mecanismos de cooperación económica e incluso militar, así como factores de carácter disuasivo a la hora de establecer equilibrios y una relación más equitativa con EE UU, la histórica potencia hegemónica  del hemisférico. 

A consecuencia, Washington ha establecido alianzas estratégicas (Colombia desde 2000 por la lucha antidrogas) que le han permitido no sólo conservar ejes de influencia a nivel hemisférico sino también, con el paso del tiempo, servir como herramienta de contención para las aspiraciones geopolíticas de sus rivales chino y ruso.

En lo que respecta a la invasión rusa de Ucrania, si bien la mayoría de los países latinoamericanos votaron a favor de condenar a Moscú ante la Asamblea General de la ONU (a excepción de Venezuela, Cuba y Nicaragua); otros (Brasil, México, Chile) han mostrado también críticas hacia el papel de la OTAN en el conflicto ucraniano. Este escenario confirma cómo la mayor parte de los países latinoamericanos (salvo excepciones como los ya mencionados países que votaron a favor de Moscú) evita alinearse de manera irrestricta en algún bando en el marco actual de la confrontación entre Occidente y Rusia así como con China a escala global, en aras de procrear mecanismos de equilibrio y negociación a tenor de sus respectivas alianzas económicas y geopolíticas.

Pero también están las preocupaciones sobre la crisis económica derivada del conflicto ucraniano. Tal y como argumenta un reciente informe de la CEPAL, la destrucción de la capacidad productiva agrícola en Ucrania y la paralización de gran parte del comercio de cereales y fertilizantes con Rusia (en particular ante el bloqueo de los puertos en el Mar Negro) está generando la posibilidad de una crisis alimentaria mundial. 

Este escenario, que obstaculiza la fluidez del comercio global, obligaría a las grandes potencias a recolocar su foco de atención en las materias primas latinoamericanas. No obstante, debe igualmente destacarse que la región también se verá afectada por esta distorsión de las relaciones económicas internacionales, con expectativas de menor crecimiento económico, mayor inflación ante la volatilidad de los mercados, ralentización en cuanto a la generación de empleo y mayor incertidumbre sobre las perspectivas económicas.

Pero también está el sector turístico, clave para el desarrollo económico regional, especialmente en el Caribe. Estos países se ven afectados por las sanciones occidentales a Moscú  y, especialmente, por el cierre del espacio aéreo del Atlántico Norte a los aviones rusos. En 2021, Rusia fue el principal emisor de turistas hacia Cuba y República Dominicana, lo cual da a entender la magnitud de pérdidas económicas vía turismo derivados de la guerra en Ucrania.

Los aliados del eje sino-ruso: Venezuela, Cuba y Nicaragua

Comencemos por el caso venezolano, considerado el país con las mayores reservas energéticas a nivel mundial pero que en los últimos años ha registrado crisis permanentes, aunque en la actualidad se aprecian síntomas de cierta recuperación.

Solo un par de semanas después del comienzo de la guerra en Ucrania, emisarios de la administración estadounidense se dirigieron a Caracas para realizar una inicial toma de contacto con el presidente venezolano, Nicolás Maduro, con quien Washington mantiene oficialmente "congeladas" (entiéndase temporalmente suspendidas) sus relaciones bilaterales desde 2019. El gobierno de Maduro ha confirmado recientemente la continuidad de esta agenda de conversaciones con la administración de Joe Biden.

El escenario de seguridad energética y la posibilidad de normalización de las relaciones bilaterales entre Washington y Caracas se intuyen como los principales focos de interés en estas reuniones, en particular para Washington ante las incertidumbres en el mercado occidental sobre la desconexión energética de Rusia. De hecho, multinacionales como Chevron Corp Exxon Mobil ya anunciaron su retorno a Venezuela.

Por otro lado, Caracas ha sido un firme aliado de Rusia y de China en los últimos 15 años, especialmente en el terreno energético y militar. El país es de los pocos Estados que han respaldado sin fisuras lo que Moscú denomina como "Operación Especial" en Ucrania. Altos cargos del gobierno de Maduro, como la vicepresidenta Delcy Rodríguez y el actual ministro de Exteriores, Carlos Faría, se han reunido en diversas ocasiones con el jefe de la diplomacia rusa, Serguéi Lavrov.

Una mujer sostiene una pancarta que dice: Gracias Rusia por desnazificar a la UE y EEUU durante la ceremonia de la marcha del Regimiento de Inmortalidad, en Caracas, Venezuela, el 7 de mayo de 2022. (Foto de Javier Campos/NurPhoto vía Getty Images)

Rusia, además de defender a Maduro en los foros internacionales, ha sido principalmente un proveedor de ayuda financiera y económica para Venezuela, así como se ha convertido en probablemente el principal socio militar venezolano. Un ejemplo son los ejercicios militares entre Rusia, China, Irán y Venezuela en territorio venezolano, en el marco de la iniciativa International Army Games que, por vez primera, se realizan fuera del territorio ruso. Estos ejercicios podrían ser interpretados como una especie de efecto disuasorio por parte de Moscú hacia Washington, en especial ante el apoyo estadounidense y de la OTAN a Ucrania.

Por otro lado, las sanciones occidentales contra Rusia debido a la invasión de Ucrania también repercuten en las relaciones económicas con Venezuela, particularmente por el hecho de que las fortunas de diversos oligarcas venezolanos en Moscú podrían verse perjudicadas por esta desconexión occidental de la economía rusa. Debe igualmente destacarse que países como IránTurquía e India también han ingresado con éxito en el mercado venezolano, principalmente a través de la cooperación energética y económica.

Con Venezuela están también Nicaragua y Cuba, todos ellos miembros del considerado eje del ALBA. Managua y La Habana tienen en Rusia y China a socios económicos, políticos y militares de importancia. Toda vez, en los últimos meses se ha agudizado la confrontación entre Washington y el presidente nicaragüense, Daniel Ortega, que llevó a la no invitación de Managua, Caracas y La Habana por parte de la administración Biden a la reciente Cumbre de las Américascelebrada en EE UU.

Las tensiones entre Estados Unidos y Nicaragua comienzan a elevar el tono en particular en materia de derechos humanos y por el creciente acercamiento militar de Managua a Moscú, ratificado con el apoyo de Ortega a la invasión rusa de Ucrania y su decisión de permitir la presencia de tropas rusas en suelo nicaragüense bajo la presunta perspectiva de asistencia humanitaria. Un apoyo igualmente demostrado por Cuba a Rusia, observado con preocupación desde Washington y que acrecentaría aún más las sanciones estadounidenses a la isla caribeña. 

En términos geopolíticos, Moscú busca ingresar con mayor decisión en la esfera de influencia hemisférica estadounidense sea por la vía sanitaria (vacuna Sputnik V con Argentina, Bolivia, Nicaragua, Paraguay y Venezuela) o bien concretando alianzas militares y económicas (Venezuela, Cuba y Nicaragua) que le permitan, entre otros aspectos, contrarrestar el apoyo estadounidense y de la OTAN a Ucrania y Georgia, dos países enmarcados en la esfera de influencia rusa. 

Por su parte, China se concentra más en ampliar sus mercados a través de la cooperación y ayuda económica, con menor incidencia geopolítica y militar que en el caso ruso. Un caso particularmente significativo tiene que ver con las intenciones chinas de firmar acuerdos de libre comercio con países miembros de MERCOSUR, como el caso de Uruguay, con la perspectiva de ampliarlos al resto de miembros de esta organización.

Los complejos equilibrios de Brasil, Argentina, México y Colombia

Otros países como Brasil, Argentina y México también han aumentado sus vínculos estratégicos con Rusia y China en los últimos años, toda vez manejan difíciles equilibrios (no exentos de tensiones) en sus relaciones con EE UU, especialmente en lo concerniente a la migración.

Paralelo a esto, los cambios políticos presentados en la región en los más recientes procesos electorales auguran igualmente la aplicación de este enfoque orientado a ampliar las alianzas exteriores latinoamericanas a fin de equilibrar sus relaciones con Washington. 

Cobran especial atención las victorias que desde 2019 ha alcanzado la izquierda en Bolivia, Perú, Chile, Honduras y Colombia, así como el posible retorno de Lula da Silva a la presidencia de Brasil en los comicios de octubre. Este nuevo giro político a la izquierda a nivel hemisférico busca también ampliar esas alianzas exteriores con actores emergentes (Rusia, China, India, Turquía e Irán) a través de foros globales (BRICS), lo cual aprecia un desafío a los intereses de Washington en la región.

Para EE UU, un caso particularmente estratégico es Colombia. El país andino es el único a nivel latinoamericano que cuenta con el estatus de socio extracontinental de la OTAN. No obstante, está por ver si el reciente giro político hacia la izquierda en manos del próximo presidente Gustavo Petro podría definir una revisión de este estatus, toda vez el nuevo gobierno en Bogotá muy probablemente también buscará la normalización de sus relaciones con Venezuela.

Con sus matices, el caso colombiano eventualmente reflejaría a nivel latinoamericano hasta qué punto son factibles los alcances de la actual confrontación ruso-occidental en Ucrania. Así como la OTAN admitió en su reciente cumbre de Madrid la posibilidad de ampliación de la Alianza Atlántica a países históricamente neutrales como Suecia y Finlandia, geográficamente muy próximos a Rusia, la presidencia de Petro en Colombia podría traducir un giro geopolítico más favorable a Moscú a través de la normalización de relaciones con Venezuela. Este escenario podría propiciar un acercamiento de Bogotá al eje sino-ruso así como del ALBA, con las consecuentes posibilidades de alejamiento de la órbita estadounidense.

Por otro lado, China también observa con atención el giro político continental y cómo el regreso de la izquierda podría propiciar mayores cuotas de presencia económica para Pekín. Un caso particular es Argentina, que recientemente ha solicitado su admisión en los BRICS, la cual fue inmediatamente aceptada por China.

Con todo, la decisión argentina de ingresar en los BRICS puede verse determinada por la necesidad de ampliar sus socios económicos a fin de reducir su dependencia económica de organismos internacionales (FMI, Banco Mundial) donde Washington tiene mayor peso. Un aspecto que cobra especial relevancia en los actuales momentos donde vuelve a especularse con la posibilidad de un default de la economía argentina.

Por otro lado está Brasil. La posibilidad de regreso de Lula a la presidencia augura un retorno al multilateralismo, con especial incidencia hacia China, Rusia, India, Irán y Turquía, tomando en cuenta el peso económico brasileño a nivel hemisférico y su condición de miembro originario de los BRICS. 

Al igual que el actual mandatario Jair Bolsonaro, rival electoral de Lula, éste ha adoptado una posición más condescendiente con Moscú en lo relativo a la crisis ucraniana. Es de prever igualmente que, de volver a la presidencia, Lula secundará a China e India como socios del BRICS a la hora de oponerse a las iniciativas occidentales de desconexión de la economía rusa. 

También están los casos de países como México, Chile, Perú y Bolivia, que combinan el equilibrio en sus relaciones con las principales potencias (EE UU, Rusia, China) con expectativas de preservar sus esferas de autonomía para inserirse en los mercados y foros internacionales. 

WASHINGTON, DC: La vicepresidenta de Estados Unidos, Kamala Harris, saluda al presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, a su llegada a una reunión bilateral en el Observatorio Naval de Estados Unidos. (Foto de Alex Wong/Getty Images)

Un foco de atención es el caso mexicano, especialmente en lo concerniente a sus relaciones con Rusia. El gobierno de Andrés Manuel López Obrador manifestó cierta ambigüedad en su posición sobre la invasión rusa a Ucrania, toda vez bajo este contexto el Congreso mexicano inauguró el Grupo de Amistad México-Rusia como plataforma de relaciones de alto nivel. EE UU ya ha mostrado sus recelos ante el posible acercamiento ruso a México.

El resto de la región (países andinos y centroamericanos) permanecerá expectante ante los cambios políticos hemisféricos derivados del actual ciclo electoral, el impacto económico del conflicto ucraniano, los intereses de las principales economías de la región (Brasil, México) y de otros países importantes que arrastran situaciones de crisis (Venezuela, Argentina, Colombia) y, finalmente, la dinámica y la influencia que a nivel regional contemple el pulso geopolítico global de las grandes potencias (EE UU, China, Rusia y en menor medida Europa). En este nuevo Gran Juego, América Latina también busca redefinir cuál es realmente su peso a escala internacional.