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Recolecta de café en Costa Rica (Gettyimages)

Ante un nuevo súper ciclo de aumentos en los precios de las materias primas, el continente latinoamericano se verá directamente afectado. ¿Podría ser una oportunidad?

En el período de enero a mayo de 2020, el índice de precios de materias primas de Bloomberg cayó en 25% debido principalmente a los efectos negativos sobre la actividad económica que tuvo la aparición de la pandemia de Covid-19. Sin embargo, desde entonces, y hasta mediados de julio de 2021, el incremento en el precio de insumos básicos ha sido de 56%, alcanzando el nivel más alto de los últimos cinco años. El aumento generalizado de los precios de commodities ha llevado a muchos analistas a concluir que nos encontramos frente a un nuevo súper ciclo, similar al experimentado entre 2004 y 2014.

Hay múltiples razones que explican este fenómeno, algunas de tipo coyuntural, relacionadas con los efectos del coronavirus sobre la macroeconomía global, y otras estructurales, vinculadas a la aceleración de algunas tendencias ya presentes antes de la pandemia, y cambios fundamentales producidos a raíz de su aparición. Entre los factores de corto plazo tenemos el exceso de liquidez en los mercados mundiales, debido a las políticas monetarias expansivas, especialmente en Estados Unidos y Europa, que han causado el mantenimiento de tasas de interés reales negativas, y junto con el fortalecimiento del dólar, han hecho atractivo invertir en materias primas. Por ejemplo, en el caso del oro, su función como preservador de la riqueza explica el interés de los inversionistas, pero otras materias primas han comenzado a cumplir un rol similar y esto se refleja en el aumento de su demanda y sus precios.

Entre los factores de tipo estructural y de mediano y largo plazo tenemos la reducción de la oferta de algunos insumos básicos, debido a la subinversión en los últimos años, y consideraciones medioambientales y climáticas, especialmente relevantes para el petróleo y el carbón. No obstante, la apuesta por economías más verdes y los esfuerzos por reducir el cambio climático han causado un incremento en la demanda de commodities, sobre todo de minerales como el cobre y el litio. Tanto la Unión Europea, a través de su programa EU next generation, como las políticas para preservar el medio ambiente implementadas por el presidente Biden en Estados Unidos, tendrán un impacto importante sobre la demanda de minerales utilizados en la construcción de instalaciones de energías renovables y en la fabricación de vehículos eléctricos.

Adicionalmente, la pandemia ha acelerado de forma significativa la compra online de bienes. La demanda ha sido demasiado alta para la infraestructura existente. Por ejemplo, las tarifas de envío por contenedor aumentaron en 400%. No hay suficientes furgonetas, coches, contenedores y conductores para mantener el ritmo de esta transformación. Subsanar esta brecha acelerará la inversión en infraestructura y logística, lo que a su vez impulsará una mayor demanda de bienes básicos como mineral de hierro, acero, cobalto, platino, plata, cobre y otros metales.

Otro aspecto clave está relacionado con el ascenso de la India. Para 2030, este país tendrá una población de casi 1.500 millones de personas, y más de la mitad serán menores de 30 años. Ese perfil demográfico joven es un enorme contraste con China, donde la fuerza laboral se está reduciendo debido al legado de la política de un solo hijo. Hasta 2030, la India demandará una proporción cada vez mayor de los recursos naturales mundiales, en la medida en que se acelera su crecimiento y más personas salen de la pobreza. Esto ocasionará algo parecido a lo que sucedió al comienzo del año 2000, cuando el acelerado crecimiento de China y la reducción de su pobreza causaron un incremento en los precios de las materias primas, no solo energía, minerales y metales, sino también de alimentos como la soja y la carne.

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Un canal para la extracción en las costras de sal del Salar de Uyuni, Bolivia, una de las mayores reservas de litio del mundo. (Georg Ismar/picture alliance via Getty Images)

¿Cómo afecta a América Latina?

América Latina ha sido una de las regiones del mundo más sacudidas por la Covid-19. El impacto sanitario ha sido considerable; con solo el 8% de la población mundial, la región acumula el 30% de los fallecidos a nivel global por la pandemia. Entre otros factores, esto se debe a la falta de preparación de sus sistemas sanitarios, el retraso en la vacunación por falta de dosis y problemas logísticos y la situación de hacinamiento y alto empleo informal que se presenta en la mayoría de los países latinoamericanos. Adicionalmente, los choques económicos asociados al coronavirus han sido múltiples y profundos, entre ellos, la caída de los ingresos por remesas, la contracción del turismo, especialmente relevante para Centroamérica y el Caribe, la salida de capitales por la falta de confianza de los inversionistas y la paralización de las actividades domésticas por los confinamientos.

Esto ha ocasionado un impacto social importante, que se refleja en un aumento de la pobreza y la desigualdad, una reducción de la clase media y un incremento del desempleo. A su vez, antes de la pandemia ya existía un importante malestar en la ciudadanía por la falta de movilidad social y la exclusión, que había desembocado en una ola de protestas en varios países latinoamericanos. Esta situación se ha exacerbado con el coronavirus. Un nuevo súper ciclo de precios de materias primas sería importante para mitigar parcialmente estos efectos puesto que la región es rica en recursos naturales. Por ejemplo, posee el 40% de la biodiversidad mundial, 17% de las reservas globales de petróleo, 52% de cobre y 85% de litio.

Para tener una perspectiva de los impactos de un nuevo súper ciclo de precios de los insumos básicos en Latinoamérica es relevante estudiar el episodio anterior, que ocurrió entre 2004 y 2014. Por ejemplo, la pobreza que afectaba al 45% de la población de los países de la zona en 2002 se redujo a 28% en 2014. Algo similar sucedió con la desigualdad, medida por el coeficiente de Gini, que pasó de 0,53 en 2002 a 0,46 en 2014, principalmente debido a la creación de empleos formales con mejores salarios. Además, muchos países latinoamericanos aprovecharon la coyuntura económica positiva para reducir su endeudamiento y aumentar el espacio fiscal, que fue clave para enfrentar la crisis global de 2008-2009, e implementar importantes programas sociales, sobre todo del tipo de transferencias condicionadas. Sin embargo, la agenda de reformas estructurales pendientes no avanzó de manera significativa a pesar del influjo extra de recursos.

Además, el súper ciclo anterior tuvo efectos en la política en América Latina y estos podrían replicarse si hubiera uno nuevo. Antes del año 2000, Latinoamérica experimentaba una profunda crisis económica y de representación política que comenzó con la llamada década perdida de los 80. A finales de los 90 y comienzo del año 2000, en medio de una fragmentación (y en algunos casos desaparición) de los partidos políticos tradicionales de la región, una nueva generación de líderes de izquierda asumió el poder en varios países (Chávez en Venezuela, los Kirchner en Argentina, Morales en Bolivia, Vázquez y Mujica en Uruguay, Bachelet en Chile, Correa en Ecuador, Lula Da Silva y Dilma Rousseff en Brasil, entre otros).

Estos nuevos dirigentes disfrutaron de los recursos adicionales del boom de commodities y pusieron el énfasis en las políticas sociales. Sin embargo, al final del ciclo, y con el deterioro de la situación económica y social, se produjeron cambios políticos importantes, con la elección de varios presidentes de tendencia política de derechas (Lacalle Pou en Uruguay, Macri en Argentina, Piñera en Chile, Bolsonaro en Brasil, entre otros). En medio del actual descontento social y con un nuevo giro político a la izquierda en algunos países latinoamericanos, un nuevo súper ciclo de insumos básicos tendrá un importante impacto en las próximas elecciones, en el mantenimiento de algunos de los presidentes recientemente electos en la región y en las políticas públicas implementadas para salir de la crisis. En América Latina, la volatilidad económica causada por los cambios en los precios de las materias primas se asocia generalmente a cambios políticos.

Un nuevo súper ciclo de precios de insumos básicos ayudaría a Latinoamérica a mitigar los impactos negativos de la pandemia y a recuperar parte del espacio perdido en términos de pobreza y desigualdad. Por otra parte, la implementación de paquetes fiscales para mantener a flote a personas y PYMES han aumentado los déficits fiscales y el endeudamiento, por lo que los ingresos adicionales contribuirían a mantener la estabilidad macroeconómica de la región. Aunque los desafíos son enormes, los gobiernos de la zona deberían avanzar en los programas de reformas estructurales, con el objetivo de aumentar la productividad y la competitividad de la región y consolidar un crecimiento económico sostenible y que genere empleos formales de calidad.

Un riesgo de un nuevo ciclo alcista de precios de las materias primas, que no solo afecta a América Latina, es un repunte inflacionario. Esto traería consecuencias negativas globales, pero podrían ser especialmente nocivas para las economías emergentes. Por una parte, un incremento de los precios de los alimentos, por ejemplo, aumentaría la pobreza y podría desencadenar nuevas protestas sociales. Por otra parte, una mayor inflación a nivel global causada por las subidas de precios de commodities podría llevar a los bancos centrales de los países desarrollados a cambiar la política monetaria y hacerla más restrictiva, con la consiguiente alza de las tasas de interés. Esto último implicaría mayores pagos por servicio de deuda para los países de Latinoamérica y generaría presiones fiscales adicionales.

Varios factores apuntan a que estamos ante un nuevo súper ciclo de aumento en los precios de las materias primas. Esto representa oportunidades y riesgos para América Latina. Será importante utilizar los recursos extras para mitigar los efectos negativos que ha traído la pandemia a la región, especialmente en lo social. Al mismo tiempo es fundamental invertir esos recursos de forma adecuada para aumentar la productividad y el crecimiento de la región a largo plazo a través de reformas estructurales. Si algo se ha aprendido de súper ciclos anteriores, es que son transitorios, por lo que el uso inteligente de los ingresos adicionales es la clave para un desarrollo sostenible a través de políticas públicas con visión a futuro que ataquen a los déficits (infraestructura, educación, salud, protección social, etc.) que enfrenta la región.