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Migrantes de Bolivia trabajan en una cooperativa textil en Buenos Aires, Argentina. (EITAN ABRAMOVICH/AFP/Getty Images)

Cuando las políticas migratorias que adoptan los países son adecuadas, los migrantes pueden favorecer el desarrollo. ¿Qué implica realmente la crisis migratoria para América Latina?

La migración no es un fenómeno novedoso en Latinoamérica. En 2017, casi 37 millones de latinoamericanos (1 de cada 7 de los migrantes del mundo) residían fuera de sus países natales. Muchos emigraban a Estados Unidos y Europa, aunque otros optaron por echar raíces en países vecinos. La mitad de los migrantes en Argentina, alrededor de 1 millón de personas, son bolivianos y paraguayos. Ya en 2015, 1 de cada 3 colombianos que vivía en el extranjero lo hacía en Venezuela. Actualmente, hay 25 peruanos residiendo en Chile por cada uno que lo hacía en 1990.

En términos generales, los latinoamericanos han sido generosos a la hora de recibir a sus recién llegados. Estos acontecimientos sucedieron a lo largo de extensos períodos, incluso décadas. Lo que es novedoso es la migración repentina y numerosa, motivada por las crisis que vive la región desde hace unos años. El éxodo venezolano constituye el fenómeno más visible. Otros ejemplos recientes incluyen a los haitianos emigrando hacia Chile, nicaragüenses refugiándose en Costa Rica y centroamericanos reubicándose en México (y eventualmente en Estados Unidos). La comunidad internacional ha demorado en reaccionar. Los países necesitan con urgencia no solo fondos y ayuda humanitaria sino también otro tipo de asistencia menos llamativa, pero igualmente relevante: conocimiento y capacidad institucional.

El término “sin precedentes” no le hace justicia a la magnitud de lo que está ocurriendo. Desde 2015, 3,7 millones de venezolanos (cifra mayor a la población de Berlín) han huido del país. El 80% de ellos se restableció dentro de la región. Según proyecciones de la ONU, para finales de 2019 la cantidad de venezolanos que habrá abandonado su país alcanzará los 5,4 millones, superando la suma de las poblaciones de Madrid y Barcelona.

Gran cantidad de informes indican que, a largo plazo, las migraciones fortalecen y dinamizan a las economías. Pero es necesario superar varios obstáculos en lo inmediato para acceder a esos beneficios. Muchos migrantes se reubican en países que no tienen una cultura de integración de los migrantes o no cuentan con presupuestos generosos como los de países y ciudades más ricas.

Tomemos el siguiente caso a modo de ejemplo: Toronto posee casi 6 millones de habitantes, de los cuales el 47% es nacido en el extranjero. Su PIB per cápita es de 45.000 dólares. En contraste, la población de Lima es el doble que la de Toronto pero su PIB per cápita es un tercio, 15.000 dólares, y solamente el 1% de sus habitantes proviene del exterior. Sin embargo, Lima, aún siendo mucho más pobre y sin la cultura de Toronto de integración de migrantes, se encuentra recibiendo un flujo repentino de cientos de miles de personas, mayoritariamente provenientes de Venezuela.

Todo esto vuelve traumático al proceso, tanto para las familias que a menudo escapan de su patria bajo condiciones de desespero, como para las comunidades que las reciben. Está comprobado que las oportunidades de empleo o salarios de los locales sufren como consecuencia de la competencia por los puestos laborales con los migrantes. Aquellos empleados ya insertos en los mercados laborales de los países receptores que se ven más expuestos a ser reemplazados por migrantes son los más propensos a sufrir recortes salariales o pérdida de empleo debido a la ola migratoria.

Su impacto no se limita al mercado laboral

Los gobiernos locales, especialmente aquellos de los países limítrofes, deben hacer sacrificios para aumentar el gasto en maestros, enfermeros, aulas, viviendas y otros recursos. La calidad de estos servicios, ya insuficiente, se deteriora y los alquileres aumentan. Los servicios de salud luchan por contener enfermedades. Todo esto llega en una época de presión fiscal y menor crecimiento económico mundial. Según el informe macroeconómico del Banco Interamerciano de Desarrollo, Construir oportunidades para crecer en un mundo desafiante, los países de América Latina y el Caribe deben realizar un ajuste fiscal del 2,2% para impedir que la deuda continúe acrecentándose.

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Migrantes de Venezuela en una campamento en Cucuta, Colombia. (SCHNEYDER MENDOZA/AFP/Getty Images)

¿Cuánto dinero se requiere para integrar a los migrantes? El Gobierno de Colombia calcula que costará 1.500 millones de dólares, o 0,5% de su PIB anual. Del mismo modo, el Gobierno de Ecuador prevé que abordar de forma adecuada la situación de los migrantes venezolanos exigirá recursos en el orden de los 550 millones de dólares, o 0,5% del PIB anual del país durante el período 2019-2021. Aun así podría ser insuficiente. Cuando Líbano experimentó un gran flujo de migrantes sirios a partir de 2011, el costo aproximado de restablecer los servicios a su estado anterior demandó el 5,5% de su PIB.

Una vez que los migrantes se reubican, tienden a permanecer allí. En el caso de los países pertenecientes a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), casi el 70% de la población extranjera que se establece en ellos permanece al menos 10 años.

Las autoridades nacionales y locales deben preparar inversiones y regulaciones que abarquen más que el estado inicial de asistencia para emergencias. Deben analizar un modo para integrar de forma efectiva a los migrantes a las comunidades locales de tal manera que estos diligentes individuos se conviertan en motores económicos en lugar de en cargas.

Ningún país es capaz de hacer esto por sí solo. Las instituciones multilaterales deben asumir responsabilidades. El Banco Interamericano de Desarrollo (BID) no proporciona ayuda humanitaria de emergencia, pero sí hay otras agencias que se encuentran mejor preparadas para atender las necesidades de los migrantes en las fronteras. Sería necesario que se trabajara a la par de instituciones homólogas para ayudar a que las comunidades locales puedan integrar a los migrantes de manera que contribuyan al desarrollo económico. En la acutialidad, el BID está presentando un Fondo Especial de Donaciones de 100 millones de dólares que, combinado con otras donaciones y préstamos, ofrecerá más de 1.000 millones en recursos para las comunidades locales, en áreas que abarcan desde la gestión de identidad digital hasta salud y educación. Pero para realizar todo esto de manera adecuada, se debe reunir a un equipo de trabajo especial multidisciplinario para que garantice la coordinación de dichos proyectos. Es fundamental, por ejemplo, que un proyecto de viviendas tenga en cuenta las necesidades de saneamiento, escolares y de salud. Se deben realizar investigaciones sobre políticas públicas que funcionen, y estudiar a países que han integrado exitosamente a sus migrantes para aprender de sus experiencias (y desaciertos). Del mismo modo, se están creando plataformas donde las autoridades pueden dialogar abiertamente sobre los desafíos compartidos. También serán importantes los esfuerzos coordinados entre países para promover mejores respuestas a asuntos migratorios, incluyendo aspectos como la interoperabilidad regional de los sistemas de información (identidad, salud, competencias) o la armonización de marcos migratorios legales (visas, permisos de trabajo). Estos esfuerzos colectivos de los países por abordar los flujos migratorios podrán ser apoyados por plataformas montadas por instituciones multilaterales.

La naturaleza compleja y sin precedentes de las migraciones en América Latina y el Caribe también exigirá soluciones excepcionales. No es solo cuestión de resolver problemas de mayor demanda de servicios básicos e infraestructura, sino de hacerlo de manera innovadora y creativa. Estas soluciones no procederán de manera necesaria de aplicar nuevas tecnologías, aspecto que también será indudablemente importante, sino de ensayar y escalar nuevos mecanismos de ejecución, saltear procesos innecesarios y encontrar, entre otras cosas, nuevas maneras de trabajar en conjunto con el sector privado. Es necesaria la vitalidad creativa que el sector privado puede brindar.

El punto es que la migración está aquí para quedarse, impulsada no solo por las crisis políticas, sino también por el cambio climático y los desastres naturales. Para 2050, se calcula que habrá alrededor de 200 millones de migrantes ambientales, una cifra equivalente a la población actual mundial de migrantes. La ONU calcula que 8 países de la región, 7 en América Central y el Caribe (Guatemala, Costa Rica, El Salvador, Nicaragua, Jamaica, Haití y República Dominicana) y uno en América del Sur (Guyana), se encuentran entre los 25 con mayor riesgo mundial de desastres naturales. Los cambios en las tendencias demográficas continuarán dando lugar a incentivos para que las personas se muden desde países con altos índices de fertilidad y una creciente fuerza de trabajo, hacia países con poblaciones relativamente más viejas y déficits en el mercado laboral.

Implementar las políticas incorrectas puede acarrear consecuencias, desde incidentes xenofóbicos hasta tensiones sociales. Sin embargo, cuando las políticas adoptadas son adecuadas, los migrantes pueden favorecer el desarrollo, en especial cuando se encuentran integrados socioeconómicamente, cuentan con acceso al mercado laboral formal, pagan impuestos y contribuyen al sistema de salud. Los migrantes tienden a ser jóvenes, ofreciendo un dividendo demográfico, mucho más en países que experimentan envejecimiento poblacional. La migración también se asocia con mejores empleos para los locales, gracias a la movilidad profesional. Se ha comprobado mediante investigaciones que, entre otras consecuencias de las migraciones, los países destinatarios experimentan mayores inversiones extranjeras directas, exportaciones y emprendimientos. La contribución de todos estos canales puede resultar sustancial. Elevar el porcentaje de migrantes entre la población en 1 punto porcentual eleva el ingreso per cápita, en promedio, en 6% a largo plazo. No hay cantidad de recursos externos que pueda igualar este nivel de bienestar para la población. La integración de los migrantes no solo es lo correcto, es una gran oportunidad para el desarrollo.