Los granos de arroz son calibrados en una máquina en José Pedro Varela, al este de Montevideo, Uruguay.
Los granos de arroz son calibrados en una máquina en José Pedro Varela, al este de Montevideo, Uruguay.

El descenso de la demanda de materias primas es la oportunidad para que las economías latinoamericanas den un salto en materia de competitividad y productividad.

El gigante asiático presenta siempre sus relaciones comerciales y económicas como “cooperaciones amistosas” siguiendo el modelo “win-win”. Su presencia e influencia en América Latina en los últimos años se ha multiplicado hasta el punto de convertirse en el segundo socio comercial de la región: el comercio bilateral entre China y América Latina pasó de 12.600 millones de dólares en 2000 hasta 263.600 millones de dólares en 2014. A la vista del continuo flujo de inversiones desde China en la región, se puede entrever un futuro en el que estas relaciones seguirán creciendo.

Pero ¿cómo es realmente esta relación y que proyección tiene hacia el futuro?

El auge de las commodities entre 2002 y 2008 jugó un importante papel en el aumento de los ingresos por exportaciones de América Latina. La demanda creciente por parte de China de materias primas fue un factor estimulante del boom y América basó gran parte de su crecimiento en la producción de estos bienes básicos ante la demanda china.

Sin embargo, un viraje de rumbo en el modelo de crecimiento económico chino ha alterado esta cómoda situación de los países latinoamericanos.

El gigante asiático está experimentando un reequilibrio de su modelo de crecimiento a través de una serie de cambios estructurales que lo alejan de la manufactura para acercarle al consumo y las industrias de servicios, que incluyen los servicios financieros, los seguros, el entretenimiento o el turismo, entre otros.

Como no podía ser de otra forma, este descenso de la demanda de las materias primas se traduce en un nuevo reto para los países exportadores.

Sin embargo, al mismo tiempo, no podemos olvidar que China sigue siendo el mayor consumidor de materias primas del mundo. Continúa siendo el “gorila de los commodities de los 400 kilogramos”, como lo llaman algunos, responsable de casi el 13% de la demanda de productos básicos en el planeta. Y, aunque ya no sea un comprador insaciable de todo, esta situación no cambiará de la noche a la mañana.

Su nuevo modelo de crecimiento supone, por tanto, un cambio en la naturaleza de las importaciones de materias primas del país. El consumo de los productos básicos va a seguir creciendo –algo evidente teniendo en cuenta el camino que le falta por recorrer hasta alcanzar a las economías desarrolladas– pero la actual demanda de materias primas va a cambiar.

Por ejemplo, la demanda de metales básicos, como el mineral de cobre o hierro, alimentos básicos, como el arroz, o recursos como el petróleo crudo y carbón aumentarán más lentamente.      Mientras que la demanda de metales tales como aluminio y zinc, algunos productos agrícolas y el gas natural lo harán más rápidamente.

Por ello, lejos de una situación casi apocalíptica con la que algunos están describiendo el momento presente, este escenario de transformación debe interpretarse como una oportunidad para hacer frente al eterno reto regional: disminuir su adicción a la exportación de materias primas.

Esta es una oportunidad para reinventarse y para agregar más valor a sus exportaciones. Por medio de reformas estructurales que eleven los actuales niveles de productividad y competitividad, se podría llegar a superar la enorme dependencia actual de las materias primas como estrategia de crecimiento futuro.

Todo esto nos indica que América Latina tiene que enfrentar con madurez los desafíos de desarrollar políticas en las que el fin sea la diversificación productiva y exportadora, la inversión en educación y conocimiento, y la apuesta por la innovación. Se trata de apostar por un futuro de políticas que se integren en la sociedad y en la economía del siglo XXI.

Hay quien cree que en chino la palabra crisis también significa oportunidad. Cierto o no, en el seno de esta crisis de las commodities, se ilumina un camino de oportunidades.

La economía china no está debilitándose tanto como lo que está transformándose. Y esta transformación puede ser, precisamente, el germen para una evolución de las economías latinoamericanas que las catapulte en materia de productividad y competitividad para dejar atrás su eterna dependencia de las materias primas.

* Con la colaboración de Carlota Jiménez de Andrade, asistente de consultor en Desarrollando Ideas de LLORENTE & CUENCA.