Una torre de Babel con 22 lenguas oficiales, consejos europeos
multitudinarios, una Comisión atestada, un Parlamento Europeo masificado,
50 nuevas regiones que cohesionar, millones de nuevos agricultores que subsidiar,
miles de kilómetros nuevos de fronteras… Y todo ello con un presupuesto
de sólo el 1% de la economía europea. Prepárese, a partir
del 1 de mayo, para ver la cuadratura del círculo de la UE.

"¿Big Bang o pólvora mojada?"

Más bien lo segundo. Diez
nuevos miembros en mayo, Rumanía y Bulgaria que entrarán en 2007,
más de 60 millones de turcos en la sala de espera, cinco países
de los Balcanes tocando el timbre… La Unión se amplía. Seremos
casi 500 millones y nos extenderemos de Dublín a Nicosia, de Lisboa a
Helsinki y de Rotterdam a Varsovia. Sólo Napoleón y Hitler llegaron
tan lejos (aunque con métodos algo diferentes). ¿Estamos viviendo
el Big Bang que consolidará definitivamente en Europa, y quizá
más allá de sus fronteras, una forma de vida basada en la paz,
la democracia, los derechos humanos, el libre mercado y el respeto a los derechos
de las minorías? ¿O simplemente pastando felices y despreocupados
en el momento anterior a la extinción? Como siempre, hay opiniones para
todos los gustos, pero si usted es por naturaleza escéptico, no sigue
los temas europeos con mucha atención y suele pensar que la verdad tiende
a estar muy repartida, fíjese en los mercados. ¿Recuerda la crisis
financiera que siguió al "no" danés al Tratado de
Maastricht? Hoy, el sonoro fracaso de las negociaciones en torno a la Constitución
europea ha provocado una ola de… total indiferencia. El euro ha seguido
igual de fuerte y las bolsas igual de dormidas. Sí, ¿por qué
ocultarlo?

Hay algo de humillante en esta indiferencia de los mercados, pero también
hay una lección de humildad que extraer: los verdaderos problemas de
Europa no están en este o aquel artículo en una Constitución
ni se resolverán cincelando mandamientos en piedra.

Lo que Europa necesita es una visión de futuro, un proyecto común
y un liderazgo decidido. Sin esto, la Constitución será papel
mojado y la ampliación sólo humo.

"La Unión no está preparada"

A corto, sí; a largo plazo, no.
En realidad, ni los miembros ni los candidatos están preparados para
digerir la ampliación. La mayoría de las adaptaciones que se han
llevado a cabo garantizan que la ampliación será técnicamente
posible, es decir: que la Unión se podrá ampliar sin colapsarse
y que las normas comunitarias se aplicarán sin más el 1 de mayo
(eso sí, aunque con notables periodos transitorios en muchos ámbitos).
Sin embargo, las verdaderas reformas están todavía pendientes.
Desde el punto de vista de las principales políticas (la agrícola
y la estructural), los cambios que se han hecho son meramente cosméticos,
es decir: garantizan la supervivencia de esas políticas pero no su eficacia.
Desde el punto de vista institucional, el bloqueo de las negociaciones en torno
a la Constitución no va a tener repercusiones en el día a día:
la Unión puede funcionar perfectamente sólo con el Tratado de
Niza.

El problema es el deteriorado clima político: el euro seguirá
ahí y el mercado interior funcionará igual, pero la ruptura total
del consenso y las formas en torno a Irak, la crisis en torno al Pacto de Estabilidad,
la falta de voluntad negociadora vista en diciembre en las negociaciones acerca
de la Constitución europea, las amenazas de recortes presupuestarios,
el desafío franco-alemán de continuar por su cuenta… van
a hacer la Unión irrespirable. De seguir así, se convertiría
en algo grande e inmóvil, incapaz de adaptarse y sin proyecto político:
¿un dinosaurio en senda de extinción?

"¿Aguantarán las costuras de la Unión?"

A duras penas. Seremos demasiados
y, además, demasiado diferentes. Hoy, los más ricos de la Unión
(los londinenses) son sólo cinco veces más ricos que los más
pobres (en Ipeiros, Grecia); con la ampliación, los londinenses serán
13 veces más ricos que los rumanos. Pero no es sólo un problema
de dinero: como ha quedado de manifiesto en las fracasadas negociaciones de
la Constitución europea, los líderes europeos carecen de una visión
compartida acerca de nuestro futuro. Por eso hemos decidido hacer esta ampliación,
que incorporará a más de 100 millones de personas con rentas inferiores
al 75% de la media europea, con el mismo dinero con el que funcionamos con 15
miembros. Nuestras identidades, nuestros marcos de referencia, nuestros proyectos
colectivos son todavía nacionales o estatales. En realidad, sólo
uno de cada dos europeos se siente europeo además de nacional de su Estado
miembro. Por eso, el verdadero problema es que no existe una identidad europea
sobre la que sustentar un proyecto político común. ¿Cómo
hacer entonces Europa sin europeos ni europeas? Hoy, Europa es sólo aquello
que ponemos en común cuando resignadamente aceptamos que ya no podemos
hacerlo solos y ni siquiera estamos de acuerdo en qué debemos hacer,
con quién, y hasta dónde debemos llegar. Y, para colmo, ni siquiera
sabemos todavía dónde estarán las fronteras definitivas
de la Unión.

"Los ciudadanos europeos apoyan la ampliación"

Ni mucho menos. La ampliación
nunca ha sido popular entre los europeos. En los últimos años,
el apoyo a la ampliación ha sido realmente exiguo: los partidarios de
la ampliación sólo han ganado por 10-15 puntos a los que se oponían.
Y eso visto agregadamente, porque al menos en cinco países de la Unión
(Francia, Reino Unido, Bélgica, Alemania y Austria) hay un rechazo neto
importante a la ampliación. En Francia, por ejemplo, un 67% de ciudadanos
está en contra de la ampliación. Y qué decir de Alemania,
uno de sus principales impulsores, con un 39% de la población opuesta
a la ampliación. ¿Será que los alemanes, viendo lo difícil
que ha sido la unificación alemana, anticipan que la unificación
europea va a ser aún mucho más difícil? Curiosamente, en
contra de lo que pudiera esperarse, es en los países del sur de Europa
donde más se apoya la ampliación: en España, los partidarios
de la ampliación están 43 puntos por encima de los detractores.
En contra de lo que pudiera pensarse, no es un problema de información:
los ciudadanos muestran claramente que saben que con la ampliación cada
país tendrá menos peso en las instituciones y menos recursos financieros
a los que acceder.

Eso sí, resulta cuando menos revelador que, a pesar de todos los esfuerzos
hechos para adaptar la Unión Europea a la ampliación, una clara
mayoría de europeos (el 53%) considera que la ampliación no es
prioritaria (frente al 33% que sí la consideran prioritaria). ¡Eso
sitúa la ampliación en la decimoquinta posición en la lista
de prioridades de los europeos!

"La adhesión de Turquía es un sinsentido"

Depende de cómo se mire. Sin
duda, en las condiciones actuales de falta de proyecto político y crisis
institucional, la adhesión de Turquía iría directa a la
línea de flotación de la Unión: una demografía explosiva,
una agricultura desmesurada, unas fronteras peligrosísimas, una identidad
cultural radicalmente diferente a la europea, un sistema político no
consolidado, una cuestión nacional (kurda) sin resolver y un potencial
fundamentalista real. Por tanto, el "sí" puede ser una insensatez.
Pero ¿y si saliera bien? ¿Y si la Unión Europea demostrara
a los más de mil millones de musulmanes del mundo que no tiene ningún
problema con su cultura, sino sólo con las versiones más intolerantes
de su religión, que no trazamos nuestras fronteras de acuerdo con la
idea del choque de civilizaciones? ¿Y si el "sí" de
la Unión sirviera para consolidar en Turquía un islamismo democrático
equivalente a lo que son los partidos demócrata-cristianos europeos de
tal manera que se superara la dinámica de confrontación entre
secularistas e islamistas?

También serviría, lo que no es poco, para poner fin a siglos
de confrontación entre griegos y turcos y para resolver definitivamente
la división de Chipre, el único muro que queda en Europa
después de la guerra fría. Como españoles, deberíamos
compartir esta visión: al fin y al cabo, la perspectiva de adhesión
a la Unión Europea forzó la moderación de nuestras fuerzas
políticas durante la transición permitiéndonos así
poner fin a siglos de confrontación interna. ¿Por qué no
decir "sí" y vigilar estrictamente que estas condiciones
se cumplan? Se sorprenderá usted, pero esto es realmente lo que ha hecho
la Unión: ofrecer a Turquía la adhesión si, y sólo
si, cumple determinadas condiciones. Por tanto, la pelota está en el
tejado de los turcos: si quieren entrar, saben lo que tienen que hacer, y si
lo hacen, no podremos (a pesar de algunos) decirles "no".

"El núcleo duro de la Unión se fusionará"

Esperemos que no. Tras el fracaso
(¿provisional?) de la Constitución europea se ha hablado mucho
de "grupos pioneros", "cooperaciones reforzadas", "integración
diferenciada" o "núcleos duros" para aquellos que quieran
seguir por su cuenta. Sin embargo, hay una diferencia fundamental: en el pasado,
esta vía ha servido para abrir nuevas formas de cooperación, ensayar
nuevos métodos de coordinación de políticas en nuevas áreas
de acción; en definitiva, para profundizar la integración. Hoy,
sin embargo, estas prácticas, tal y como están planteadas, sólo
servirían para dislocar y desintegrar la Unión. Técnicamente,
las cooperaciones reforzadas están reguladas por los tratados: requieren
el visto bueno del Parlamento, de la Comisión, una mayoría de
países y que estén abiertas a todos los países que lo deseen.
Sin embargo, la idea subyacente hoy es otra: que algunos miembros fundadores
se tienen que integrar más estrechamente entre ellos, no con los demás,
por fuera de los tratados, no por dentro, para seguir manteniendo el liderazgo
y control de la Unión tras la ampliación. En realidad, no queda
nada que integrar que realmente se pueda integrar (la defensa o las pensiones
son cuestiones demasiado ligadas a la identidad nacional como para ir más
allá de la cooperación). El riesgo, pues, no es que la Unión
explosione, sino que Francia y Alemania, quizá junto con Bélgica,
implosionen en una confederación o unión de Estados que tenga
muy difícil engarce dentro de la Unión. Francia y Alemania han
sido siempre el motor de la Unión: nada ha sido posible sin ellos, nada
ha sido posible contra ellos, y así seguirá siendo. Sin embargo,
muchos afirman que París y Berlín han cruzado la tenue línea
que separa el liderazgo (responsable, abierto, integrador) de la hegemonía
(dominante, cerrada e intransigente). Piénsese en cómo se ha mandado
callar a los candidatos cada vez que han discrepado de la línea oficial
franco-alemana. ¿Donde hay humo hay fuego? Juzgue usted mismo. Eso sí,
no olvide que, en política, las percepciones son más importantes
que la propia realidad.

"La ampliación será muy costosa"

Pues no. Hasta el año 2006
la ampliación será muy, muy barata; en realidad, demasiado barata.
¡Imagínese!, incluso ha habido que habilitar un mecanismo de compensación
para que los candidatos no se conviertan en contribuyentes netos al presupuesto
comunitario el primer año. Aunque los gastos comunitarios aumentarán
en términos absolutos más de un 11%, el gasto relativo, medido
en relación al PIB agregado de la Unión, se mantendrá o
caerá ligeramente desde el 1,09% actual al 1,06% en 2006. Dejando a un
lado los números, esto significa que habrá que hacer más
cosas con menos dinero. Más relevante aún es el dinero que no
se gastará por falta de voluntad política, ya que el techo máximo
de gasto está situado en el 1,27% del PIB comunitario. Por tanto, gastamos
poco; ese poco es menos de lo que podríamos gastar y, además,
nos encontramos con que hay países que todavía quieren recortar
aún más los gastos para contribuir menos. ¿Qué ocurrirá
a partir de 2006? Por sí misma, la pelea por el presupuesto 2007-2013
va a ser dura, muy dura, pero, además, se va a ver agravada por el deterioro
de las relaciones entre los miembros de la Unión. España y Polonia
van a poder comprobar hasta qué punto las veladas amenazas del dúo
franco-alemán por su posicionamiento atlántico en la guerra de
Irak y su negativa a aceptar el nuevo reparto de poder fijado en la Constitución
europea van a tener consecuencias prácticas. La sangre, probablemente,
no llegará al río, pero al decidirse el presupuesto por unanimidad
es muy posible que nos encontremos con otro sonoro fracaso político y/o
con una nueva escenificación de lo poco que nos une y lo mucho que nos
separa.

"España saldrá perjudicada"

Sí. De ella depende cuánto.
La retórica oficial que presenta la ampliación como una oportunidad
sin igual para España es falsa. La ampliación es un problema:
por eso constituye un desafío. La ampliación nos obligará
a producir más y mejor, a incorporar más gente mejor formada al
mercado laboral, a invertir más en educación y en I+D, a ahorrar
más, exportar más e invertir más. Todo ello con menos fondos
europeos, con menos inversión directa del exterior y con mayor presión
competitiva en nuestros principales mercados. La huida de empresas al Este,
aunque circunscrita a la industria, va a ser bastante habitual y los fondos
europeos van a ser compartidos con los nuevos miembros.

Por tanto, no va a ser fácil. España debe avanzar mucho más
rápida y decididamente hacia una economía de información
y conocimiento avanzada si quiere sobrevivir en una Europa ampliada y abierta,
además, a una economía global. Sin embargo, no parece que nuestro
país haya articulado todavía una estrategia de adaptación
completa y coherente. Desde el punto de vista de nuestros intereses en América
Latina, la ampliación será también muy perjudicial. Desde
1986, España ha intentado acercar Europa a América Latina, y viceversa,
pero con poco éxito. Ahora será aún más difícil.
América Latina se queda atrás, sola y a la deriva, se nos va:
en un tiempo pensó que podía optar entre EE UU y Europa o, mejor,
jugar las dos cartas a la vez. Algo similar ocurre respecto al Magreb, un problema
diario para España, un problema no tan cercano para muchos países
de la Unión Europea.

"Vendrán más inmigrantes del Este"

Ojalá. Si España pudiera
recibir más inmigrantes mejor cualificados y así ampliar la base
laboral, mejorar la productividad, recaudar más cotizaciones de la Seguridad
Social y mantener nuestro Estado de bienestar, deberíamos alegrarnos.
El problema, señalan nuestros empresarios, es que el stock de inmigrantes
con el que España se ha hecho en los últimos años no es
idóneo desde el punto de vista del retorno que tendrá sobre la
productividad de nuestro país. Ello se debe a unas políticas de
inmigración erróneas que han ignorado las necesidades productivas
de nuestro país. El resultado es que, en lugar de captar a los inmigrantes
más cualificados, hemos captado a los menos cualificados. En cualquier
caso, a pesar de que los estudios dicen que no pueden venir a España
muchos más inmigrantes del Este, tampoco ocultan que en Europa central
y oriental hay 20 millones de agricultores que van a dejar de serlo, les guste
o no, y que seguramente, como ha ocurrido en España, se irán a
las ciudades. ¿A qué ciudades? ¿A las del Este o las del
Oeste? Depende de las políticas de crecimiento y de los programas estructurales
y de cohesión de la Unión Europea, pero también de las
políticas migratorias que adoptemos.

¿Veremos alguna vez a un Gobierno español intentando captar
a los mejores ingenieros e informáticos de cualquiera de los países
en vías de desarrollo en lugar de enterrar la cabeza en la arena de nuestras
playas?

"Seamos optimistas"

Por favor. Cuando usted abra los
periódicos el día 1 de mayo comprobará con alivio que,
para variar, nuestros políticos han resuelto un problema importante sin
crear a cambio uno más grande. Se cierra así definitivamente la
guerra fría y el cruel e injusto orden europeo surgido de Yalta en 1945,
que tanto sufrimiento ha traído a tantos millones de europeos durante
tantos años. Acaba así lo que Winston Churchill denominara "la
tragedia de Europa": un continente capaz de producir al mismo tiempo las
más altas cumbres de la cultura y de la barbarie. Se cierra así
la larga guerra civil europea, una guerra que ha ido del Sarajevo de 1914 al
Sarajevo de los Acuerdos de Dayton en 1995. Con todas sus limitaciones, la OTAN
y la Unión Europea han conseguido cruzar las fronteras de la guerra fría
y transformar radicalmente un inmenso espacio geopolítico y económico
plagado de fricciones y tensiones. Donde antes se asentaban las divisiones acorazadas
soviéticas hoy gobierna el acervo comunitario y la Carta Europea de Derechos
Humanos.

La Unión Europea es frecuentemente ridiculizada por su incapacidad
de actuación en la esfera internacional. Sin embargo, ésta es
una crítica a menudo injusta, ya que presupone que la Unión es
un Estado y puede/debe comportarse como tal. Esta visión oculta, además,
que la Unión es un actor de primer orden en las relaciones económicas
internacionales, un incansable promotor del multilateralismo, un contribuyente
eficaz a la gobernabilidad global, al desarrollo sostenible y a la extensión
de la democracia y de los derechos humanos. Es cierto que la ampliación
introducirá nuevas y mayores dificultades a la hora de proyectar globalmente
el llamado poder blando. Sin embargo, militarmente, la ampliación no
será buena o mala por sí misma: los candidatos, igual que la mayoría
de los actuales miembros, son absolutamente irrelevantes, ya que la política
de defensa común europea es sólo cosa de tres: Reino Unido, Francia
y Alemania. Si el trío está de acuerdo, habrá política
de defensa común; si insisten en avivar la fractura atlántica,
que la ampliación agravará, no habrá nada. Con todo, la
Unión no tiene nada de qué avergonzarse. Ha demostrado ser una
fuerza civilizadora sin parangón en la historia, destacando tanto por
el carácter de sus medios (pacíficos y legales) así como
por los resultados (la constitución de un orden supranacional avanzado
compatible con el Estado-nación). Más allá de nuestras
fronteras, la vida es a menudo "desagradable, brutal y corta".

Detrás de ellas, sin embargo, impera el derecho y la democracia. ¡Atrévase
a comparar las periferias de nuestros vecinos estadounidenses y rusos! ¡Ojalá
pudiera Estados Unidos abrir en Centroamérica un espacio de libertad,
seguridad y desarrollo económico similar al que la UE ha promovido en
Europa central y oriental! Y qué decir del balance de nuestros vecinos
rusos en el espacio ex soviético. Definitivamente, los europeos venimos
de Venus, no de Marte, y preferimos la paz kantiana basada en la ley a un orden
hobbesiano centrado en la fuerza. Como dicen los americanos, "cuando tienes
un martillo, todo te parece un clavo". Sin embargo, los europeos sabemos,
por experiencia, que muchos de los problemas del mundo no se pueden arreglar
a martillazos. Por tanto, más allá de los detalles, bien está
lo que bien acaba.

Para un estudio en profundidad sobre la ampliación,
resulta indispensable Desafíos de la Unión Europea
ante su ampliación (Ed. Siddharth Mehta, Madrid, 2003), una
obra colectiva con 18 contribuciones que analizan el impacto de
esta iniciativa en todos sus ámbitos: comercio, agricultura,
fondos estructurales, inmigración o aspectos políticos.
Se puede consultar en la página web de FRIDE: www.fride.es/es/principal.asp?IdMenu=83.
Sobre las consecuencias que tendrá la amplicación
en nuestro país, veáse La ampliación de la
Unión Europea. Efectos sobre la economía española
(Coleccción de Estudios Económicos del Servicio de
Estudios de La Caixa, nº 27, Barcelona, 2002), un elaborado informe
con diversos escenarios económicos y presupuestarios. También
disponible en la Red: www.estudios.lacaixa.comunicacions.com/webes/estudis.nsf/wurl/pbe027cos_esp.Para comprender el punto de vista del Consejo Europeo sobre el
crecimiento de la nueva Europa, nada mejor que The making of the
New Europe (Eurocomment, Bruselas, 2003), de Peter Ludlow, un lúcido
análisis sobre las luchas por el poder en el seno de la Unión;
Beyond Enlargement: The new members and new frontiers of the enlarged
European Union (Institut Universitari d´Estudis Europeus,
Barcelona, 2003), de Esther Barbé y Elisabeth Johansson,
que se centra en los problemas a los que se enfrentará una
Europa ampliada: minorías, PESC o Schengen. El texto íntegro
se puede consultar en: http://selene.uab.es/_cs_iuee/catala/obs/m_working.html.
Desde una perspectiva más local, L´ampliació
de la Unió Europea: Efectes a Catalunya (Patronat Catalá
Pro Europa, Barcelona, 2003), de Esther Barbé, Jordi Gual
y Jordi Sánchez, aborda, entre otras cuestiones, el impacto
de la deslocalización industrial hacia Centroeuropa y sus
consecuencias en la economía catalana. Un texto polémico
es el Informe Sapir, acerca de la adaptación de las principales
políticas de la Unión al desafío de la ampliación
y que se puede encontrar en http://europa.eu.int/comm/dgs/policy_advisers/
experts_groups/ps2/docs/agenda_en.pdf
. En Power and The Constitutional
Treaty (Centre for International Studies, 2004), Richard Baldwin
y Mika Wigren, dos de los mejores especialistas en reformas institucionales,
explican las ventajas e inconvenientes del sistema de la doble mayoría
que hizo fracasar la Unión. Para un análisis de la
posición del Gobierno español, veáse Votar
y vetar en la Unión: www.Realinstitutoelcano.org/analisis/350.asp.

La Red está plagada de información sobre la ampliación:
estrategia (www.europa.eu.int/pol/
enlarg/index_es.htm
y www.europa.eu.int/comm/enlargement/index_es.html)
o análisis sobre la opinión pública (www.europa.eu.int/comm/public_opinion/enlargement_en.htm).
Para seguir el día a día de la ampliación y
sus efectos: Euractiv (www.euractiv.com),
European Observatory (www.euobs.com)
y European Voice (www.european-voice.com).

Una torre de Babel con 22 lenguas oficiales, consejos europeos
multitudinarios, una Comisión atestada, un Parlamento Europeo masificado,
50 nuevas regiones que cohesionar, millones de nuevos agricultores que subsidiar,
miles de kilómetros nuevos de fronteras… Y todo ello con un presupuesto
de sólo el 1% de la economía europea. Prepárese, a partir
del 1 de mayo, para ver la cuadratura del círculo de la UE. José
Ignacio Torreblanca

"¿Big Bang o pólvora mojada?"

Más bien lo segundo. Diez
nuevos miembros en mayo, Rumanía y Bulgaria que entrarán en 2007,
más de 60 millones de turcos en la sala de espera, cinco países
de los Balcanes tocando el timbre… La Unión se amplía. Seremos
casi 500 millones y nos extenderemos de Dublín a Nicosia, de Lisboa a
Helsinki y de Rotterdam a Varsovia. Sólo Napoleón y Hitler llegaron
tan lejos (aunque con métodos algo diferentes). ¿Estamos viviendo
el Big Bang que consolidará definitivamente en Europa, y quizá
más allá de sus fronteras, una forma de vida basada en la paz,
la democracia, los derechos humanos, el libre mercado y el respeto a los derechos
de las minorías? ¿O simplemente pastando felices y despreocupados
en el momento anterior a la extinción? Como siempre, hay opiniones para
todos los gustos, pero si usted es por naturaleza escéptico, no sigue
los temas europeos con mucha atención y suele pensar que la verdad tiende
a estar muy repartida, fíjese en los mercados. ¿Recuerda la crisis
financiera que siguió al "no" danés al Tratado de
Maastricht? Hoy, el sonoro fracaso de las negociaciones en torno a la Constitución
europea ha provocado una ola de… total indiferencia. El euro ha seguido
igual de fuerte y las bolsas igual de dormidas. Sí, ¿por qué
ocultarlo?

Hay algo de humillante en esta indiferencia de los mercados, pero también
hay una lección de humildad que extraer: los verdaderos problemas de
Europa no están en este o aquel artículo en una Constitución
ni se resolverán cincelando mandamientos en piedra.

Lo que Europa necesita es una visión de futuro, un proyecto común
y un liderazgo decidido. Sin esto, la Constitución será papel
mojado y la ampliación sólo humo.

"La Unión no está preparada"

A corto, sí; a largo plazo, no.
En realidad, ni los miembros ni los candidatos están preparados para
digerir la ampliación. La mayoría de las adaptaciones que se han
llevado a cabo garantizan que la ampliación será técnicamente
posible, es decir: que la Unión se podrá ampliar sin colapsarse
y que las normas comunitarias se aplicarán sin más el 1 de mayo
(eso sí, aunque con notables periodos transitorios en muchos ámbitos).
Sin embargo, las verdaderas reformas están todavía pendientes.
Desde el punto de vista de las principales políticas (la agrícola
y la estructural), los cambios que se han hecho son meramente cosméticos,
es decir: garantizan la supervivencia de esas políticas pero no su eficacia.
Desde el punto de vista institucional, el bloqueo de las negociaciones en torno
a la Constitución no va a tener repercusiones en el día a día:
la Unión puede funcionar perfectamente sólo con el Tratado de
Niza.

El problema es el deteriorado clima político: el euro seguirá
ahí y el mercado interior funcionará igual, pero la ruptura total
del consenso y las formas en torno a Irak, la crisis en torno al Pacto de Estabilidad,
la falta de voluntad negociadora vista en diciembre en las negociaciones acerca
de la Constitución europea, las amenazas de recortes presupuestarios,
el desafío franco-alemán de continuar por su cuenta… van
a hacer la Unión irrespirable. De seguir así, se convertiría
en algo grande e inmóvil, incapaz de adaptarse y sin proyecto político:
¿un dinosaurio en senda de extinción?

"¿Aguantarán las costuras de la Unión?"

A duras penas. Seremos demasiados
y, además, demasiado diferentes. Hoy, los más ricos de la Unión
(los londinenses) son sólo cinco veces más ricos que los más
pobres (en Ipeiros, Grecia); con la ampliación, los londinenses serán
13 veces más ricos que los rumanos. Pero no es sólo un problema
de dinero: como ha quedado de manifiesto en las fracasadas negociaciones de
la Constitución europea, los líderes europeos carecen de una visión
compartida acerca de nuestro futuro. Por eso hemos decidido hacer esta ampliación,
que incorporará a más de 100 millones de personas con rentas inferiores
al 75% de la media europea, con el mismo dinero con el que funcionamos con 15
miembros. Nuestras identidades, nuestros marcos de referencia, nuestros proyectos
colectivos son todavía nacionales o estatales. En realidad, sólo
uno de cada dos europeos se siente europeo además de nacional de su Estado
miembro. Por eso, el verdadero problema es que no existe una identidad europea
sobre la que sustentar un proyecto político común. ¿Cómo
hacer entonces Europa sin europeos ni europeas? Hoy, Europa es sólo aquello
que ponemos en común cuando resignadamente aceptamos que ya no podemos
hacerlo solos y ni siquiera estamos de acuerdo en qué debemos hacer,
con quién, y hasta dónde debemos llegar. Y, para colmo, ni siquiera
sabemos todavía dónde estarán las fronteras definitivas
de la Unión.

"Los ciudadanos europeos apoyan la ampliación"

Ni mucho menos. La ampliación
nunca ha sido popular entre los europeos. En los últimos años,
el apoyo a la ampliación ha sido realmente exiguo: los partidarios de
la ampliación sólo han ganado por 10-15 puntos a los que se oponían.
Y eso visto agregadamente, porque al menos en cinco países de la Unión
(Francia, Reino Unido, Bélgica, Alemania y Austria) hay un rechazo neto
importante a la ampliación. En Francia, por ejemplo, un 67% de ciudadanos
está en contra de la ampliación. Y qué decir de Alemania,
uno de sus principales impulsores, con un 39% de la población opuesta
a la ampliación. ¿Será que los alemanes, viendo lo difícil
que ha sido la unificación alemana, anticipan que la unificación
europea va a ser aún mucho más difícil? Curiosamente, en
contra de lo que pudiera esperarse, es en los países del sur de Europa
donde más se apoya la ampliación: en España, los partidarios
de la ampliación están 43 puntos por encima de los detractores.
En contra de lo que pudiera pensarse, no es un problema de información:
los ciudadanos muestran claramente que saben que con la ampliación cada
país tendrá menos peso en las instituciones y menos recursos financieros
a los que acceder.

Eso sí, resulta cuando menos revelador que, a pesar de todos los esfuerzos
hechos para adaptar la Unión Europea a la ampliación, una clara
mayoría de europeos (el 53%) considera que la ampliación no es
prioritaria (frente al 33% que sí la consideran prioritaria). ¡Eso
sitúa la ampliación en la decimoquinta posición en la lista
de prioridades de los europeos!

"La adhesión de Turquía es un sinsentido"

Depende de cómo se mire. Sin
duda, en las condiciones actuales de falta de proyecto político y crisis
institucional, la adhesión de Turquía iría directa a la
línea de flotación de la Unión: una demografía explosiva,
una agricultura desmesurada, unas fronteras peligrosísimas, una identidad
cultural radicalmente diferente a la europea, un sistema político no
consolidado, una cuestión nacional (kurda) sin resolver y un potencial
fundamentalista real. Por tanto, el "sí" puede ser una insensatez.
Pero ¿y si saliera bien? ¿Y si la Unión Europea demostrara
a los más de mil millones de musulmanes del mundo que no tiene ningún
problema con su cultura, sino sólo con las versiones más intolerantes
de su religión, que no trazamos nuestras fronteras de acuerdo con la
idea del choque de civilizaciones? ¿Y si el "sí" de
la Unión sirviera para consolidar en Turquía un islamismo democrático
equivalente a lo que son los partidos demócrata-cristianos europeos de
tal manera que se superara la dinámica de confrontación entre
secularistas e islamistas?

También serviría, lo que no es poco, para poner fin a siglos
de confrontación entre griegos y turcos y para resolver definitivamente
la división de Chipre, el único muro que queda en Europa
después de la guerra fría. Como españoles, deberíamos
compartir esta visión: al fin y al cabo, la perspectiva de adhesión
a la Unión Europea forzó la moderación de nuestras fuerzas
políticas durante la transición permitiéndonos así
poner fin a siglos de confrontación interna. ¿Por qué no
decir "sí" y vigilar estrictamente que estas condiciones
se cumplan? Se sorprenderá usted, pero esto es realmente lo que ha hecho
la Unión: ofrecer a Turquía la adhesión si, y sólo
si, cumple determinadas condiciones. Por tanto, la pelota está en el
tejado de los turcos: si quieren entrar, saben lo que tienen que hacer, y si
lo hacen, no podremos (a pesar de algunos) decirles "no".

"El núcleo duro de la Unión se fusionará"

Esperemos que no. Tras el fracaso
(¿provisional?) de la Constitución europea se ha hablado mucho
de "grupos pioneros", "cooperaciones reforzadas", "integración
diferenciada" o "núcleos duros" para aquellos que quieran
seguir por su cuenta. Sin embargo, hay una diferencia fundamental: en el pasado,
esta vía ha servido para abrir nuevas formas de cooperación, ensayar
nuevos métodos de coordinación de políticas en nuevas áreas
de acción; en definitiva, para profundizar la integración. Hoy,
sin embargo, estas prácticas, tal y como están planteadas, sólo
servirían para dislocar y desintegrar la Unión. Técnicamente,
las cooperaciones reforzadas están reguladas por los tratados: requieren
el visto bueno del Parlamento, de la Comisión, una mayoría de
países y que estén abiertas a todos los países que lo deseen.
Sin embargo, la idea subyacente hoy es otra: que algunos miembros fundadores
se tienen que integrar más estrechamente entre ellos, no con los demás,
por fuera de los tratados, no por dentro, para seguir manteniendo el liderazgo
y control de la Unión tras la ampliación. En realidad, no queda
nada que integrar que realmente se pueda integrar (la defensa o las pensiones
son cuestiones demasiado ligadas a la identidad nacional como para ir más
allá de la cooperación). El riesgo, pues, no es que la Unión
explosione, sino que Francia y Alemania, quizá junto con Bélgica,
implosionen en una confederación o unión de Estados que tenga
muy difícil engarce dentro de la Unión. Francia y Alemania han
sido siempre el motor de la Unión: nada ha sido posible sin ellos, nada
ha sido posible contra ellos, y así seguirá siendo. Sin embargo,
muchos afirman que París y Berlín han cruzado la tenue línea
que separa el liderazgo (responsable, abierto, integrador) de la hegemonía
(dominante, cerrada e intransigente). Piénsese en cómo se ha mandado
callar a los candidatos cada vez que han discrepado de la línea oficial
franco-alemana. ¿Donde hay humo hay fuego? Juzgue usted mismo. Eso sí,
no olvide que, en política, las percepciones son más importantes
que la propia realidad.

"La ampliación será muy costosa"

Pues no. Hasta el año 2006
la ampliación será muy, muy barata; en realidad, demasiado barata.
¡Imagínese!, incluso ha habido que habilitar un mecanismo de compensación
para que los candidatos no se conviertan en contribuyentes netos al presupuesto
comunitario el primer año. Aunque los gastos comunitarios aumentarán
en términos absolutos más de un 11%, el gasto relativo, medido
en relación al PIB agregado de la Unión, se mantendrá o
caerá ligeramente desde el 1,09% actual al 1,06% en 2006. Dejando a un
lado los números, esto significa que habrá que hacer más
cosas con menos dinero. Más relevante aún es el dinero que no
se gastará por falta de voluntad política, ya que el techo máximo
de gasto está situado en el 1,27% del PIB comunitario. Por tanto, gastamos
poco; ese poco es menos de lo que podríamos gastar y, además,
nos encontramos con que hay países que todavía quieren recortar
aún más los gastos para contribuir menos. ¿Qué ocurrirá
a partir de 2006? Por sí misma, la pelea por el presupuesto 2007-2013
va a ser dura, muy dura, pero, además, se va a ver agravada por el deterioro
de las relaciones entre los miembros de la Unión. España y Polonia
van a poder comprobar hasta qué punto las veladas amenazas del dúo
franco-alemán por su posicionamiento atlántico en la guerra de
Irak y su negativa a aceptar el nuevo reparto de poder fijado en la Constitución
europea van a tener consecuencias prácticas. La sangre, probablemente,
no llegará al río, pero al decidirse el presupuesto por unanimidad
es muy posible que nos encontremos con otro sonoro fracaso político y/o
con una nueva escenificación de lo poco que nos une y lo mucho que nos
separa.

"España saldrá perjudicada"

Sí. De ella depende cuánto.
La retórica oficial que presenta la ampliación como una oportunidad
sin igual para España es falsa. La ampliación es un problema:
por eso constituye un desafío. La ampliación nos obligará
a producir más y mejor, a incorporar más gente mejor formada al
mercado laboral, a invertir más en educación y en I+D, a ahorrar
más, exportar más e invertir más. Todo ello con menos fondos
europeos, con menos inversión directa del exterior y con mayor presión
competitiva en nuestros principales mercados. La huida de empresas al Este,
aunque circunscrita a la industria, va a ser bastante habitual y los fondos
europeos van a ser compartidos con los nuevos miembros.

Por tanto, no va a ser fácil. España debe avanzar mucho más
rápida y decididamente hacia una economía de información
y conocimiento avanzada si quiere sobrevivir en una Europa ampliada y abierta,
además, a una economía global. Sin embargo, no parece que nuestro
país haya articulado todavía una estrategia de adaptación
completa y coherente. Desde el punto de vista de nuestros intereses en América
Latina, la ampliación será también muy perjudicial. Desde
1986, España ha intentado acercar Europa a América Latina, y viceversa,
pero con poco éxito. Ahora será aún más difícil.
América Latina se queda atrás, sola y a la deriva, se nos va:
en un tiempo pensó que podía optar entre EE UU y Europa o, mejor,
jugar las dos cartas a la vez. Algo similar ocurre respecto al Magreb, un problema
diario para España, un problema no tan cercano para muchos países
de la Unión Europea.

"Vendrán más inmigrantes del Este"

Ojalá. Si España pudiera
recibir más inmigrantes mejor cualificados y así ampliar la base
laboral, mejorar la productividad, recaudar más cotizaciones de la Seguridad
Social y mantener nuestro Estado de bienestar, deberíamos alegrarnos.
El problema, señalan nuestros empresarios, es que el stock de inmigrantes
con el que España se ha hecho en los últimos años no es
idóneo desde el punto de vista del retorno que tendrá sobre la
productividad de nuestro país. Ello se debe a unas políticas de
inmigración erróneas que han ignorado las necesidades productivas
de nuestro país. El resultado es que, en lugar de captar a los inmigrantes
más cualificados, hemos captado a los menos cualificados. En cualquier
caso, a pesar de que los estudios dicen que no pueden venir a España
muchos más inmigrantes del Este, tampoco ocultan que en Europa central
y oriental hay 20 millones de agricultores que van a dejar de serlo, les guste
o no, y que seguramente, como ha ocurrido en España, se irán a
las ciudades. ¿A qué ciudades? ¿A las del Este o las del
Oeste? Depende de las políticas de crecimiento y de los programas estructurales
y de cohesión de la Unión Europea, pero también de las
políticas migratorias que adoptemos.

¿Veremos alguna vez a un Gobierno español intentando captar
a los mejores ingenieros e informáticos de cualquiera de los países
en vías de desarrollo en lugar de enterrar la cabeza en la arena de nuestras
playas?

"Seamos optimistas"

Por favor. Cuando usted abra los
periódicos el día 1 de mayo comprobará con alivio que,
para variar, nuestros políticos han resuelto un problema importante sin
crear a cambio uno más grande. Se cierra así definitivamente la
guerra fría y el cruel e injusto orden europeo surgido de Yalta en 1945,
que tanto sufrimiento ha traído a tantos millones de europeos durante
tantos años. Acaba así lo que Winston Churchill denominara "la
tragedia de Europa": un continente capaz de producir al mismo tiempo las
más altas cumbres de la cultura y de la barbarie. Se cierra así
la larga guerra civil europea, una guerra que ha ido del Sarajevo de 1914 al
Sarajevo de los Acuerdos de Dayton en 1995. Con todas sus limitaciones, la OTAN
y la Unión Europea han conseguido cruzar las fronteras de la guerra fría
y transformar radicalmente un inmenso espacio geopolítico y económico
plagado de fricciones y tensiones. Donde antes se asentaban las divisiones acorazadas
soviéticas hoy gobierna el acervo comunitario y la Carta Europea de Derechos
Humanos.

La Unión Europea es frecuentemente ridiculizada por su incapacidad
de actuación en la esfera internacional. Sin embargo, ésta es
una crítica a menudo injusta, ya que presupone que la Unión es
un Estado y puede/debe comportarse como tal. Esta visión oculta, además,
que la Unión es un actor de primer orden en las relaciones económicas
internacionales, un incansable promotor del multilateralismo, un contribuyente
eficaz a la gobernabilidad global, al desarrollo sostenible y a la extensión
de la democracia y de los derechos humanos. Es cierto que la ampliación
introducirá nuevas y mayores dificultades a la hora de proyectar globalmente
el llamado poder blando. Sin embargo, militarmente, la ampliación no
será buena o mala por sí misma: los candidatos, igual que la mayoría
de los actuales miembros, son absolutamente irrelevantes, ya que la política
de defensa común europea es sólo cosa de tres: Reino Unido, Francia
y Alemania. Si el trío está de acuerdo, habrá política
de defensa común; si insisten en avivar la fractura atlántica,
que la ampliación agravará, no habrá nada. Con todo, la
Unión no tiene nada de qué avergonzarse. Ha demostrado ser una
fuerza civilizadora sin parangón en la historia, destacando tanto por
el carácter de sus medios (pacíficos y legales) así como
por los resultados (la constitución de un orden supranacional avanzado
compatible con el Estado-nación). Más allá de nuestras
fronteras, la vida es a menudo "desagradable, brutal y corta".

Detrás de ellas, sin embargo, impera el derecho y la democracia. ¡Atrévase
a comparar las periferias de nuestros vecinos estadounidenses y rusos! ¡Ojalá
pudiera Estados Unidos abrir en Centroamérica un espacio de libertad,
seguridad y desarrollo económico similar al que la UE ha promovido en
Europa central y oriental! Y qué decir del balance de nuestros vecinos
rusos en el espacio ex soviético. Definitivamente, los europeos venimos
de Venus, no de Marte, y preferimos la paz kantiana basada en la ley a un orden
hobbesiano centrado en la fuerza. Como dicen los americanos, "cuando tienes
un martillo, todo te parece un clavo". Sin embargo, los europeos sabemos,
por experiencia, que muchos de los problemas del mundo no se pueden arreglar
a martillazos. Por tanto, más allá de los detalles, bien está
lo que bien acaba.

Para un estudio en profundidad sobre la ampliación,
resulta indispensable Desafíos de la Unión Europea
ante su ampliación (Ed. Siddharth Mehta, Madrid, 2003), una
obra colectiva con 18 contribuciones que analizan el impacto de
esta iniciativa en todos sus ámbitos: comercio, agricultura,
fondos estructurales, inmigración o aspectos políticos.
Se puede consultar en la página web de FRIDE: www.fride.es/es/principal.asp?IdMenu=83.
Sobre las consecuencias que tendrá la amplicación
en nuestro país, veáse La ampliación de la
Unión Europea. Efectos sobre la economía española
(Coleccción de Estudios Económicos del Servicio de
Estudios de La Caixa, nº 27, Barcelona, 2002), un elaborado informe
con diversos escenarios económicos y presupuestarios. También
disponible en la Red: www.estudios.lacaixa.comunicacions.com/webes/estudis.nsf/wurl/pbe027cos_esp.Para comprender el punto de vista del Consejo Europeo sobre el
crecimiento de la nueva Europa, nada mejor que The making of the
New Europe (Eurocomment, Bruselas, 2003), de Peter Ludlow, un lúcido
análisis sobre las luchas por el poder en el seno de la Unión;
Beyond Enlargement: The new members and new frontiers of the enlarged
European Union (Institut Universitari d´Estudis Europeus,
Barcelona, 2003), de Esther Barbé y Elisabeth Johansson,
que se centra en los problemas a los que se enfrentará una
Europa ampliada: minorías, PESC o Schengen. El texto íntegro
se puede consultar en: http://selene.uab.es/_cs_iuee/catala/obs/m_working.html.
Desde una perspectiva más local, L´ampliació
de la Unió Europea: Efectes a Catalunya (Patronat Catalá
Pro Europa, Barcelona, 2003), de Esther Barbé, Jordi Gual
y Jordi Sánchez, aborda, entre otras cuestiones, el impacto
de la deslocalización industrial hacia Centroeuropa y sus
consecuencias en la economía catalana. Un texto polémico
es el Informe Sapir, acerca de la adaptación de las principales
políticas de la Unión al desafío de la ampliación
y que se puede encontrar en http://europa.eu.int/comm/dgs/policy_advisers/
experts_groups/ps2/docs/agenda_en.pdf
. En Power and The Constitutional
Treaty (Centre for International Studies, 2004), Richard Baldwin
y Mika Wigren, dos de los mejores especialistas en reformas institucionales,
explican las ventajas e inconvenientes del sistema de la doble mayoría
que hizo fracasar la Unión. Para un análisis de la
posición del Gobierno español, veáse Votar
y vetar en la Unión: www.Realinstitutoelcano.org/analisis/350.asp.

La Red está plagada de información sobre la ampliación:
estrategia (www.europa.eu.int/pol/
enlarg/index_es.htm
y www.europa.eu.int/comm/enlargement/index_es.html)
o análisis sobre la opinión pública (www.europa.eu.int/comm/public_opinion/enlargement_en.htm).
Para seguir el día a día de la ampliación y
sus efectos: Euractiv (www.euractiv.com),
European Observatory (www.euobs.com)
y European Voice (www.european-voice.com).

José Ignacio Torreblanca es
profesor titular de Ciencia Política en la Universidad Nacional de Educación
a Distancia (UNED).