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En el mundo existen diversos programas nacionales de desradicalización para desalentar el reclutamiento yihadista. Éstos son algunos de ellos.

Dinamarca: el enfoque dócil

Más de cien daneses han tomado parte en la guerra civil en Siria, una cifra desproporcionadamente alta que da prueba del desapego de muchos musulmanes respecto a los valores liberales del país. Quizás por eso Dinamarca se toma tan en serio y dedica tantos recursos a la desradicalización. Ya en 2008, el coordinador Antiterrorista de la UE designó a Dinamarca como país piloto para experimentar con iniciativas de antiradicalización que luego podrían hacerse extensibles a otros Estados miembros.

La atención prestada a Dinamarca procede de una iniciativa pionera que lleva implantada en la ciudad de Aarhus desde 2007. Ésta aúna los servicios sociales y policiales para ofrecer un programa de desradicalización basado en la rehabilitación no solo de individuos con tendencias extremistas, sino también de excombatientes que vuelven de países en los que han librado guerras en nombre de la yihad. Al contrario que otros programas, que tienen un carácter obligatorio o parcialmente punitivo, la iniciativa danesa sorprende por su enfoque tolerante y por el carácter abierto e incluso lúdico de sus actividades. El programa cuenta con mentores que establecen debates orientados a abrir las miras de los radicales, respetando sus convicciones religiosas y ayudándoles a compaginarlas con su vida cotidiana. Las reuniones no tienen lugar necesariamente en centros oficiales o prisiones, sino en cafeterías, bibliotecas o parques.

Muchos ciudadanos y políticos, sobre todo en el ala más conservadora, se quejan del enfoque excesivamente dócil e ingenuo del programa, que consideran un fracaso. Y en efecto, sucesos como el ataque en febrero a un concurso de caricaturistas del Profeta en Copenhague sugieren que la eficacia de la iniciativa es cuestionable. Además, aun cuando el programa fuera realmente útil, podría verse desbaratado por esa u otras provocaciones al mundo musulmán que se amparan en el derecho a la libre expresión propio de Dinamarca. Las autoridades, sin embargo, no cejan en el empeño, y este año han destinado unos 8 millones de euros a la desradicalización.

Musulmanes en Surabaya, Indonesia (Robertus Pudyanto/Getty Images)
Musulmanes en Surabaya, Indonesia (Robertus Pudyanto/Getty Images)

Sureste Asiático: éxitos y fracasos

Entre los distintos programas de desradicalización en el Sureste Asiático, una región que sufre la amenaza de grupos islamistas autóctonos y el llamamiento del yihadismo global, destacan el de Singapur por su supuesta eficacia, y el de Indonesia por motivos opuestos.

Singapur es considerado como líder y pionero en material de desradicalización, y cuenta con un prestigioso programa de rehabilitación y reintegración de terroristas en los que participan las autoridades y la sociedad civil. El programa parte de la premisa de que la mayor parte de los terroristas forman parte de clases pobres y marginadas, y por lo tanto es su propia vulnerabilidad socioeconómica la que los arrastra al Estado Islámico (EI) u otras organizaciones. Sus iniciativas de desradicalización se centran en las cárceles y se apoyan especialmente en organizaciones religiosas que propugnan una visión del islam moderada y ...