Ganador del Concurso ‘Hablamos de Europa’

 

Los gobiernos locales como motor de unas relaciones transatlánticas renovadas.

 

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© Roman Sigaev – Fotolia.com

 

De los 7.000 millones de personas que habitan nuestro planeta, la mitad viven en ciudades y, aproximadamente, tres cuartos de la actividad económica mundial se desarrolla ahora en zona urbana. Sea en África, América, Europa o Asia-Pacífico, los ciudadanos dependen de gobiernos locales para satisfacer sus necesidades más básicas como el acceso al agua potable, la salud, la educación, la seguridad alimentaria y la física, todos pilares de un desarrollo humano sostenible e inclusivo.

Dondequiera que se hayan establecido, los gobiernos locales desempeñan tres funciones clave. Primero, proporcionan la voz, el liderazgo y la visión estratégica a la ciudanía a la que representan; segundo, suministran u organizan servicios públicos esenciales para el bienestar de su población y, por último, actúan como catalizadores y motores del desarrollo local en todas sus dimensiones (gestión de basuras, transporte público, acogida de inmigrantes, etcétera).

Siguiendo esta línea, las políticas de descentralización se han convertido en la norma durante los últimos treinta años, aunque los sistemas de democracia y autonomía local hayan variado. Hay también muchas razones para pensar que esa tendencia se mantendrá en Europa, América y más allá. El centralismo excesivo o reforzado por culpa de la crisis económica y financiera no ha demostrado ser muy eficaz, mientras que los gobiernos locales se han revelado como los que mejor y más rápido pueden dar una respuesta a las aspiraciones y necesidades de los ciudadanos.

En el contexto geopolítico actual, el poder que concentran la Administración estadounidense, el Consejo Europeo y algunos de sus miembros es y seguirá siendo clave para el bienestar de todos.

No sería sin embargo realista esperar que las respuestas a las distintas crisis a la cuales estamos enfrentados nos las darán el presidente Obama, los presidentes del Consejo y la Comisión, Van Rompuy y Barroso, o la canciller Merkel.

En ambos lados del Atlántico, son los gobiernos locales, en sus distintas formas, los que han impulsado las políticas más innovadoras de desarrollo sostenible e inclusivo. Son ciudades como Chicago, Nueva York, Bilbao, Friburgo o Malmö las que mejor están garantizando un futuro más seguro a los ciudadanos y a las generaciones que nos seguirán.

La fortaleza de los gobiernos locales se duplica cuando trabajan juntos y unen sus voces en un escenario regional, global o transnacional. Existen, de hecho, varios mecanismos de cooperación y dialogo entre municipios, ciudades, provincias o regiones. El histórico movimiento de hermanamiento de ciudades o sister cities, impulsado por organismos como el Consejo de Municipios y Regiones de Europa, y que tanto han aportado a ambos lados del Atlántico, sigue siendo por ejemplo una vía muy eficaz para fortalecer una democracia occidental en crisis e impulsar un crecimiento económico fuerte que ambos necesitan.

Los Ángeles y Burdeos llevan cooperando desde 1964, sobre todo en materia de educación.  Houston y Huelva desde 1969, Seattle y Perugia desde 1991, Washington y Atenas desde el 2000 o Phoenix y Praga desde este mismo año 2013; todos buscan fomentar un espíritu de colaboración e intercambio de buenas prácticas desde un lado del Atlántico hacia al otro.

Dentro de este panorama, hemos de admitir que el reconocimiento a la labor y los esfuerzos desempeñados por los gobiernos locales en la implementación de estrategias de desarrollo socio-económico, político o cultural no siempre ha estado a la altura de lo esperado. Y, sin embargo, el futuro de las relaciones transatlánticas depende de ello; de que se escuche a los que están más cerca de los ciudadanos, de que se les de voz y voto en todas las instancias de toma de decisión y, sobre todo, de que se les proporcione suficientes medios para afrontar los retos que nos esperan a todos.

¿Que los gobiernos locales tienen que tomar sus responsabilidades y ser un ejemplo a la hora de implementar políticas públicas de empleo, medio ambiente, cohesión social o igualdad de género? ¡Por supuesto! ¿Que sus modelos de cooperación tienen que ser verdaderamente útiles y tener un impacto real para los ciudadanos? ¡Sin duda! Deberes tenemos todos, pero ya no basta con confiar en la sola buena voluntad y capacidad de consenso de nuestras administraciones nacionales y menos aún cuando son 28 o más.

Si el siglo XIX fue el de los imperios y el siglo XX, el de los Estados-nación, el siglo XXI será el de las ciudades y de los gobiernos locales. ¡Apostemos entonces por el liderazgo local! ¡Apostemos por ellos como motor de unas relaciones transatlánticas renovadas!

 

 

 

 

 

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