
La monarquía saudí parece estar reconsiderando sus opciones geoestratégicas en su lucha asimétrica contra Irán a lo largo de Oriente Medio, a medida que aumenta la presión social y política interna, tras varios reveses estratégicos y diplomáticos en Irak y Siria.
Este mismo mes, Arabia Saudí invitó al titular diplomático iraní Javad Zarif para "hablar", respondiendo al fin a los gestos de Teherán desde el cambio de gobierno. Una última señal de que un macro acuerdo regional de distensión se negocia y que, naturalmente, involucrará tarde o temprano a las demás potencias.
Ya antes Riad había reemplazado al Príncipe Bandar bin Sultan, su belicista director de inteligencia y arquitecto de la escalada militar en Siria, Irak, y Egipto. También está retirando su apoyo económico y logístico a las milicias vinculadas a Al Qaeda en Siria e Irak, además de amenazar a sus ciudadanos con cárcel a quien luche en esos países con organizaciones terroristas.
Arabia Saudí, que se considera asimismo el patriarca suní en la lucha histórica contra el chiismo que Irán abandera, podría estar ganando tiempo, pero sus gestos son sintomáticos más bien de un giro estratégico para lograr un acuerdo de mínimos con su enemigo que repercutiría regional y globalmente.
Aunque EE UU y Rusia se enfrentan en torno a Ucrania, ambos apoyan una tregua en la guerra sectaria entre suníes y chiíes en toda la región, sobre todo en Irak y Siria, donde los regímenes chiíes combaten insurgencias suníes lideradas por radicales islamistas, apoyados, a su vez, por Arabia Saudí y otros países árabes del Golfo Pérsico.
Una vez el presidente estadounidense Barack Obama desistió el verano de atacar Siria -y que Bashar al Assad tomó la iniciativa militar con la ayuda de Irán y su aliado libanés Hezbolá - se hizo evidente que una victoria militar rebelde era inalcanzable. De igual manera, el gobierno chií en Irak, que ha criticado duramente a la monarquía saudí por su apoyo a los extremistas sunís, consolidó su poder en las elecciones del mes pasado.
Esos traspiés han llevado a Arabia Saudí a limitar sus pérdidas en Siria e Irak para, de forma simultánea, redoblar su esfuerzo de aplastar a los Hermanos Musulmanes y apoyar a la dictadura militar en Egipto que depuso al gobierno electo del movimiento.
Los Hermanos Musulmanes son más peligrosos para los regímenes árabes del Golfo, aún más que Irán, porque son los más máximos representantes de movimientos democráticos basados en el islam suní. Unido al creciente clamor por más libertades y democracia, desde el derecho de las mujeres a conducir hasta más libertad de expresión, temen que podría desembocar en su propia Primavera Árabe.
Tampoco es que Irán esté bien parada: debilitada por las guerras asimétricas que libra en Siria e Irak junto con las sanciones de Occidente. El Gobierno reformista de Irán, con la bendición del Ayatola Alí Jamenei, ha estado ofreciendo desde hace ...
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