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Artistas indios pintan en Allahabad en un proyecto "Pinta mi ciudad", 2018. SANJAY KANOJIA/AFP/Getty Images

China e India intensifican su competencia de poder blando con el arte contemporáneo y las nuevas formas de exhibición.

Aunque el concepto ciertamente antecede a su análisis, el trabajo del profesor estadounidense Joseph Nye sobre el poder blando ha abierto un gran caudal de argumentaciones sobre el ejercicio del poder al margen de los canales formales de gobernanza. A medida que la globalización ha ido distribuyendo los beneficios económicos por todo el mundo de manera más generalizada, las economías emergentes han redoblado sus esfuerzos para desarrollar un papel como actores en la esfera global.

Se observan dos enfoques: uno más organizado y controlado en China y otro más espontáneo en India, impulsado por particulares y corporaciones.

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Visitantes observan una escultura expuesta en la Bienal Kochi-Muziris, India. STRDEL/AFP/Getty Images

Algunos proyectos ambiciosos como la Iniciativa del Cinturón y Ruta de la Seda china tienen el objetivo de reconfigurar el comercio mundial otorgando una posición central a la República Popular China. Mientras Pekín apuntalaba su esfera de influencia a través de alianzas económicas, sus líderes lanzaron un plan quinquenal para construir 3.500 museos en cinco años; lo completaron en tres, en 2012, y desde entonces anualmente añaden otros cientos. Hay un ligero componente de generosidad cívica, pero China también está intentando poner de relieve su centralidad cultural, con el objetivo de mostrar la perdurabilidad de lo construido por su civilización y la autoridad que confiere al pueblo y al Estado chino para dominar un terreno cada vez más amplio.

El apoyo gubernamental es uno de los diversos medios a través de los cuales el arte puede transformarse en poder blando. Entre las economías globales en ascenso, India puede reivindicar un lugar similar de centralidad global e importancia mundial como productor de cultura. Debido a que este país no cuenta con los mismos recursos estatales dedicados a instituciones culturales que tiene China, los museos no han desempeñado un papel fundamental. Sin embargo, una iniciativa privada ha tratado de poner a Nueva Delhi en el mapa del mundo del arte. El Museo de Arte Kiran Nadar (KNMA) está construido en torno a la colección privada de una sola persona con el propósito de causar un gran impacto. El objetivo de esta institución ha sido tratar con una variedad más amplia de arte contemporáneo indio que cualquier otro museo. Gracias a la financiación de exposiciones itinerantes y catálogos, este museo ha proporcionado un mayor espectro del arte contemporáneo del sur de Asia del que puede contemplarse en la mayoría de las galerías occidentales. El KNMA también ha encargado nuevas obras para promover la capacidad del arte contemporáneo de esta región. Además, un rasgo de esta institución, y de otras que se tratan aquí, es que el KNMA no tiene un carácter manifiestamente nacional, sino que busca promover el arte del sur de Asia de manera más amplia. A contracorriente de la tendencia que marca la tormentosa relación a nivel político entre India y Pakistán, el KNMA trabaja con artistas de ambos lados de la frontera, así como de Bangladesh y Sri Lanka. En este sentido, podría catalogarse como una expresión de poder blando regional, ofreciendo una visión pansurasiática del desarrollo cultural.

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Una escultura y cuadro de realismo socialista en un museo de China. China Photos/Getty Images

En la era de la globalización, es posible que el museo ya no sea el lugar de referencia para los encuentros con el arte contemporáneo, reemplazado por las bienales y las ferias. Estas dos formas de festival, que ofrecen riquezas culturales a las élites cosmopolitas y a los residentes locales durante un tiempo limitado, han proliferado debido a su comparable flexibilidad. India llegó tarde a la fiesta de las bienales, lanzando la primera, la de Kochi-Muziris, en 2012. La iniciativa fue impulsada fundamentalmente por artistas que ejercieron como organizadores y comisarios, y desde entonces algunos de ellos han dirigido la bienal. La idea partió de los artistas residentes en Bombay Bose Krishnamachari y Riyas Komu, ambos del estado de Kerala, quienes concibieron un lugar de exhibición lejos de las capitales comerciales de India. Su objetivo principal era proporcionar una nueva plataforma al arte contemporáneo de su país y hacerlo donde pudiera tener un impacto en la población local. El acceso al arte se proporciona en una variedad de formatos, ya que los artistas contemporáneos presentan murales, proyectos de arte público, performances, instalaciones arquitectónicas y otras obras. Esta bienal ha atraído la atención del mundo del arte y el gobierno local, pero no ha transmitido el mismo tipo de autoridad cultural que otras bienales más publicitadas, como la Cumbre de Arte de Dhaka y la Bienal de Shanghái. Sin embargo, la de Kochi-Muziris dirigida por artistas ha logrado credibilidad en el mundo del arte porque no tiene como objetivo la promoción comercial.

La feria India Art Fair, que se celebra anualmente en Nueva Delhi, es una historia diferente. Su enfoque es comercial y orientado a la autopromoción. En los últimos años ha adquirido notoriedad por recibir más visitantes que cualquier otra feria de arte del mundo, incluidos unos impresionantes 128.000 visitantes en 2013. Fundada en 2009 por Neha Kirpal, la feria ha crecido considerablemente, recibiendo el reconocimiento internacional. Su tradicional atención al arte indio moderno ha contribuido a cimentar el valor de las pinturas de destacados artistas del país como M. F. Husain y Tyeb Mehta hasta más de un millón de dólares. Estas valoraciones sirven como indicador de la importancia relativa de estos artistas para la cultura global y establecen unos parámetros para el arte producido en India. Pero quizás lo más importante es que la feria atrae a este país a entusiastas del arte —que a la vez son líderes empresariales y culturales— para contemplar las más recientes contribuciones indias, y del sur de Asia en general, al campo de la cultura global. La feria, como la bienal y el museo, pone de manifiesto la profundidad y la vitalidad de la cultura de India en un mercado global. Como prueba de su éxito, atrajo el interés del grupo MCH, el mayor productor de ferias de arte a escala internacional y propietario de la marca Art Basel, que compró una participación mayoritaria en 2017. Como consecuencia, se produjeron varios cambios, incluido el nombramiento de un nuevo director, pero lo que no ha cambiado es la promoción de la civilización y cultura india entre la élite global. La pregunta sigue siendo: ¿se puede contar con una corporación multinacional para promover la imagen nacional de India en el extranjero?

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El artista chino Ai Weiwei supervisa su instalación artística en Sao Paulo, Brasil. NELSON ALMEIDA/AFP/Getty Images

Por supuesto, existe una larga historia del uso del arte como poder blando, y tiene sentido aplicar algunos ejemplos recientes a esta nueva situación. La Guerra Fría fue un enfrentamiento de poder duro —la acumulación de armas nucleares para lograr una asegurada destrucción mutua—, pero los frentes reales se definieron mediante una serie de guerras entre Estados Unidos y la URSS libradas por terceros y los intentos de ganar a las naciones poscoloniales recién independizadas para la causa capitalista o la socialista. El bando de EE UU utilizó el arte visual para promocionar la libertad del estilo de vida estadounidense. En los países comunistas se esperaba que los artistas produjeran propaganda a favor de la causa del Estado, el conocido como realismo socialista por los historiadores del arte occidentales, mientras que los artistas estadounidenses tenían la libertad de experimentar con cualquier técnica que pudieran concebir, lo que llevó al desarrollo del expresionismo abstracto. Artistas como Jackson Pollock, Willem de Kooning o Mark Rothko generaron una pintura abstracta con tan poca atención a la realidad externa que parecía que estaban creando algo completamente nuevo. La noción de la historia del desarrollo progresivo de las artes ayudó al gobierno de Estados Unidos a argumentar que la pintura estadounidense era vanguardista, adelantada a su tiempo, liderando la competición para lograr la superioridad cultural. En los 60, EE UU no solo había logrado situarse como el Estado y la economía más poderosos del mundo, sino que también era la capital de la cultura.

Por lo tanto, podríamos considerar a Asia como un lugar de competencia, no solo con el dominio político y cultural estadounidense, sino también entre dos potencias emergentes. Puede que China no considere que mantiene una competencia deliberada de poder blando con India por el arte, pero el apoyo del Gobierno a éste funciona en ambos sentidos. Durante muchos años, los artistas chinos produjeron obras de realismo socialista como una forma de pintura aprobada por el Estado. Las escuelas de arte allí todavía forman a los pintores en estas técnicas. No hace falta decir que la actual generación de artistas contemporáneos chinos reconocidos a nivel mundial no sigue esta línea. El más famoso, Ai Weiwei, abandonó el país y el Gobierno destruyó su estudio. El objetivo del Partido Comunista de controlar las imágenes nacionales puede entrar en conflicto con el éxito de sus artistas en ámbitos internacionales. En cuanto a India, el Estado no ve esta forma de poder blando como algo digno de inversión, concentrando el gasto relacionado con el arte fundamentalmente en el patrimonio cultural, pero sí ha producido un grupo de élites que buscan promover la imagen de India y el sur de Asia como un incipiente líder en el campo más amplio de la producción cultural global.

Este artículo ha sido publicado con anterioridad en YaleGlobal. Traducción de Natalia Rodríguez.