
Un repaso a los intereses, reclamaciones y estrategias de los países inmersos en el juego geopolítico del Ártico.
El 30% de las reservas mundiales de gas y el 13% de las de petróleo yacen bajo el frío océano Ártico. Una riqueza inconmensurable que se complementa con importantes recursos minerales (diamante, oro, platino, estaño, etcétera) y naturales (pesca). Unos tesoros, no obstante, inaccesibles para el hombre por el extremo clima de la zona y la aún insuficiente tecnología. ¿Inaccesible? Sí, pero no por mucho tiempo. El calentamiento global y las propias oscilaciones climáticas de la Tierra por la actividad solar están acelerando el deshielo de la zona, poniendo al alcance de la mano un pastel del que todos quieren merendarse su trozo. Pero, ¿de quién es el Ártico? De acuerdo con la Convención Internacional de Derecho del Mar no es de nadie; o más bien, de todo el mundo. Sin embargo, no existe ningún marco legal que garantice una protección total de la zona a diferencia de su gemelo Antártico. Así, en el lugar más extremo del planeta actualmente se libra una partida de ajedrez a varias bandas por un grupo compuesto por algunos de los países más competitivos y pujantes del concierto internacional. ¿Quiénes? Veámoslo.
Rusia, en busca de la soberanía ártica
La Doctrina Putin de relanzar el peso y la importancia de Rusia en la política internacional alcanzó su máxima expresión en su vertiente nórdica cuando los minisubmarinos Mir 1 y Mir 2 plantaron en 2007 una bandera de titanio inoxidable en la vertical del Polo Norte, a 4.261 metros de profundidad. “El Ártico es ruso”, proclamó solemnemente el líder de la expedición, Artur Chilingarov. Un gesto, en cualquier caso, inocuo y sin consecuencias legales pero tremendamente simbólico y representativo de las intenciones de Moscú. Unas pretensiones que ya se habían desembozado en 2001, cuando Vladímir Putin presentó en la ONU una reclamación formal de territorialidad sobre más de la mitad del Ártico. Básicamente, la estrategia del Kremlin era conseguir que se reconocieran como rusas las Crestas de Lomonosov y Mendeleev, argumentando que ambas están conectadas a la plataforma continental siberiana. La ONU no se pronunció entonces ante la falta de evidencias y el mismo reclamo de Canadá sobre Lomonosov. Sin embargo, Rusia sigue adelante en su programa de soberanía ártica y se ha puesto como fecha 2020 para extender su Zona Económica Exclusiva (ZEE) hasta 350 millas náuticas, lo que se traduce en 1,2 millones de kilómetros cuadrados.
El abanico de demandas rusas se extiende al mar de Bering, de Beaufort, de Barents (reciente acuerdo amistoso con Noruega en 2012), de Kara y de Laptev. Como consecuencia de estos reclamos territoriales, Moscú tiene marcada en rojo la Ruta Marítima del Norte, ya que supondría un espaldarazo a su comercio con Asia (de las actuales 10.000 millas náuticas de distancia se pasaría a sólo 3.000). El propio Putin afirmó en 2012 que este paso resultaría mucho más rentable económicamente que ...
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