
Cómo la robotización de nuestras sociedades va a afectar al ámbito laboral es un debate plagado de inquietantes interrogantes.
Hasta hace poco las tiendas de periódicos de los aeropuertos de Londres eran atendidas por trabajadores. Hoy los vendedores han sido sustituidos por máquinas que leen digitalmente el precio y cobran. Una persona ayuda a los clientes, y a las máquinas, a aprender y funcionar. Es previsible que en un futuro próximo esa persona, y el guardia de seguridad que circula entre los pasillos, también sean sustituidos. A partir de entonces todo serán ventajas para la empresa empleadora. Las máquinas no se enferman, no cobran salario, no hay que pagarles seguridad social ni se afilian a sindicatos.
“Un ejército de robots está en marcha”, anuncia el diario Financial Times, y avanza hacia supermercados, fábricas, hospitales, aparcamientos, universidades y todo tipo de actividad productiva, comercial, e incluso hasta empresas donde se estudia cómo integrar robots en el trabajo. “La llegada de los robots, y su potencial efecto devastador sobre el empleo humano, ha sido anunciada por mucho tiempo. Ahora las máquinas salen de los laboratorios”, proseguía el mismo periódico. El mercado de los robots podría alcanzar en 2019 los 135.000 millones de dólares. China y Japón están a la cabeza en la reestructuración de su mercado laboral.
La robótica tiene también dimensión geopolítica, con China y Estados Unidos a la cabeza de la innovación y la competencia, seguidos por Japón y varios europeos. Uno de los laboratorios a la cabeza es el Departamento de Defensa estadounidense. Los avances de la robótica en el campo de la defensa están llevando a serios problemas éticos. Los aviones no tripulados (drones) están guiados por personas, pero expertos temen que los robots puedan llegar a decidir por sí mismos. ¿Quién sería responsable de sus actos? ¿Qué pasaría con las reglas de la guerra y el derecho humanitario?
Sobre algunas tareas no militares que pueden realizar robots surgen también consideraciones éticas. Los doctores Noel y Amanda Sharkey, expertos en inteligencia artificial de la Universidad de Sheffield, consideran que las máquinas para cuidar enfermos y especialmente a ancianos que están ensayándose actualmente no deberían sustituir la presencia humana, inclusive aunque puedan leer e imitar emociones. Igualmente critican los prototipos que imitan tiernas focas blancas como compañía para enfermos mentales. “Engañar a los vulnerables de esta manera, dicen, podría ser una afronta a sus dignidades”.
El control del 1%

Ante el envejecimiento acelerado de la población, en Japón está desarrollándose una industria de robots para que cuiden a los mayores. En el futuro medio máquinas podrán levantar a una persona, depositarla en una cama, hacerle masajes, lavarle la cabeza y darle de comer, al igual que conectarle con el médico sin moverse de casa.
El ejemplo más publicitado recientemente es el de los coches sin conductor. ...
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