Los futuros de Myanmar y de la organización regional van de la mano.

El presidente birmano, Thein Sein, en la 19º Cumbre de ASEAN. AFP/Getty Images

El 10 de octubre el presidente del Gobierno pseudo-civil de Myanmar (antigua Birmania), Thein Sein, tomó simbólicamente las riendas del ASEAN (Asociación de Naciones del Sureste Asiático), aunque no será hasta enero cuando oficialmente dirija la presidencia de la organización. El año 2014 será crítico para Myanmar, todos los ojos estarán puestos en su actuación nacional e internacional. El país no sólo tendrá que lidiar con más de 1.000 reuniones del ASEAN, sino que tendrá que desarrollar un proceso de cambio de la Constitución que permita tener unas elecciones libres en 2015, paso decisivo para convertir a la nación en una verdadera democracia. Además, deberá abrir el camino para resolver el conflicto que las secciones más nacionalistas del país han potenciado contra la etnia musulmana Rohingya, algo que le ha acarreado al Gobierno y a la oposición considerables críticas en Occidente.

Por su parte, durante 2014 el ASEAN quiere convertirse en una comunidad económica siguiendo pasos similares a la Unión Europea. Su objetivo es haber logrado en 2015 una integración basada en tres pilares: político-militar, económico y socio-cultural; un paso esencial ahora que China, Estados Unidos, Europa, Corea del Sur y Japón muestran cada vez más interés en la región. Pero su necesidad no lo convierte en un objetivo fácil, más aun cuando la mayoría de sus miembros se dejan llevar por la tradicional relación bilateral, especialmente con su mayor socio comercial y a la vez su némesis, China.

La integración comercial entre países del sureste asiático está aumentando considerablemente, pero eso no significa que se hayan deshecho de todas sus antiguas redecillas y rivalidades, especialmente en los conflictos relacionados con el Mar del Sur de China, por el que Pekín reclama el 80% de las aguas y mantiene conflictos territoriales con algunos miembros de ASEAN como Brunei, Malasia, Filipinas o Vietnam. La situación no es trivial, ya que ha llevado a una creciente militarización de la región, con la media del presupuesto de defensa aumentando un 3,3% al año en el continente. El gasto en defensa del gigante asiático ha aumentado en esta década alrededor del 175%, el mayor aumento en estos años aunque aún lejos del exagerado gasto militar estadounidense, además de aumentar su presencia militar en el Mar del Sur de China. Esto hace que países como Vietnam, Indonesia, Singapur o Malasia también hayan elevado considerablemente su partida presupuestaria para no tener el síndrome de inferioridad frente a su vecino. Y aunque recientemente por fin consiguieron formalizar un Código de Conducta en la región, no parece que por sí solo el acuerdo vaya a ser de gran ayuda.

¿Y qué papel jugará en todo esto Myanmar? Algunos cuestionan que el país tome por primera vez el liderazgo del ASEAN en un momento tan crucial como este, no sólo por la carencia de infraestructuras y falta de experiencia en la organización de grandes eventos, sino por su histórica cercanía a Pekín. Desde que abrieron las fronteras en 1988, China ha sido el principal proveedor de bienes y materias primas de la economía birmana, creando una dependencia enfermiza. La presencia del gigante asiático era tan fuerte que contó con empresas liderando todos los sectores estratégicos, aparte de tener acceso a los recursos energéticos del país. Además, Myanmar no tiene ningún conflicto marítimo con China y, de esta forma, no tiene interés directo en resolver la cuestión. Por ello, muchos temen que se repita el desastre de la Presidencia camboyana de 2012.

El Gobierno de Phnom Penh depende casi enteramente de China, recibiendo más de 11.000 millones de dólares (unos 8.000 millones de euros) en forma de préstamos flexibles y a bajo coste, los mismos que mantuvieron viva a la junta militar birmana durante más de 20 años. A cambio, Camboya no solo ha cedido grandes terrenos a empresas chinas, sino que se ha confrontando con el resto de sus vecinos en defensa de su benefactor, especialmente cuando asumió la presidencia del ASEAN, logrando que por primera vez en 45 años los ministros de Exteriores no fueran capaces de emitir un comunicado conjunto sobre el tema.

Pero desde que el presidente Thein Sein tomó las riendas del Gobierno birmano y con el objetivo de asegurar a Occidente que las reformas iban en serio, los inversores chinos se han llevado más de un susto al encontrarse con reticencia, como el reciente caso de la mina de cobre de Letpadaung, o incluso con la cancelación directa y sin previo aviso de proyectos millonarios como la presa en Myitsone. De hecho, desde que comenzó el ciclo de reformas políticas en 2011, el impacto en los proyectos chinos ha sido tan grande que se ha producido una rápida reducción de las inversiones del gigante asiático en el país, en concreto de 793 millones de dólares menos. Aunque con estas acciones la intención del Gobierno no es destruir su relación con Pekín, sino reequilibrarla, la distancia de inversores chinos puede beneficiar al resto de sus vecinos del ASEAN, en especial a Tailandia y Singapur, que también son importantes aliados comerciales de Myanmar, aunque a gran distancia de China todavía. De hecho, desde que entró en el ASEAN en 1997 el país siempre se había sentido al margen, tanto que la última vez que Birmania debía de haber tomado el liderazgo del ASEAN en 2006 la presión occidental hizo que el resto de vecinos se pasaran su turno. Ahora, esa relación está destinada a cambiar.

Myanmar también se ha visto beneficiada del pivote de Occidente hacia Asia, y afectará en el rol que tomen en su liderazgo del ASEAN. Estados Unidos, aunque tiene que lidiar con un marcado desinterés de sus ciudadanos en política exterior, sigue intentando asegurar un espacio de estabilidad en el conflictivo Mar del Sur de China. Barack Obama perdió muchos puntos con el ASEAN al tener que cancelar su último viaje por culpa del shutdown (cierre del Gobierno) y cuya ausencia en las reuniones fue claramente aprovechado por China, pero Washington sigue con la intención de mantener un rol predominante. El mes pasado, un alto cargo de la Secretaria de Defensa estadounidense afirmaba que para 2020 EE UU tendrá el 60% de su flota en el Pacífico, incluido buques de guerra y submarinos. En su intención de estar presente en el Sureste Asiático no sólo ha llenado Myanmar de eventos e inversores estadounidenses, sino que ha tratado de reforzar los lazos militares con el resto de aliados como Vietnam, Singapur o Filipinas.

Por su parte, la Unión Europa ha cerrado con éxito hace unas semanas el primer EU-Myanmar Task Force, en el que activistas, políticos europeos y más de 100 empresarios participaron en reuniones de alto nivel sobre negocios, sociedad civil y desarrollo. Para el ASEAN, la UE es el segundo mayor socio comercial y el mayor inversor en la región, por lo que una renovada relación con Myanmar también era necesaria para mejorar la situación entre los dos bloques.

Todo esto hace las delicias del presidente Thein Sein, pero quizá el Gobierno birmano espera demasiado de Europa, cuyos inversores siguen en posición de esperar y ver, y de EE UU, más preocupados ahora en mantener sus antiguas alianzas en Asia que en gastar energía y recursos económicos en crear nuevos amigos, por lo que su papel está claramente vinculado a la unidad del ASEAN. Son el resto de sus vecinos los que necesitan que Myanmar sea un miembro de pleno derecho y con credibilidad internacional, de forma que puedan mostrar su cohesión fortalecida.

El papel que Birmania lleve a cabo tendrá un enorme peso en la promoción y la influencia política de la organización regional, no sólo por lo que significa haber logrado una transición tranquila a la democracia y por ser el nuevo El Dorado para los occidentales, sino también por lo que podría significar su hasta ahora falta de vinculación en el conflicto del Mar del Sur de China y su reciente desapego con inversiones chinos. Con su ejemplo puede convencer a los más dependientes de China y reticentes a enfrentarse en bloque sobre este tema, como Malasia o Laos, y al mismo tiempo ser un buen mediador del ASEAN con Pekín, ahora que están tomando la situación de reequilibrio en política exterior. Los chinos consideran que EE UU está potenciando la democracia en Myanmar para reducir la influencia china en el país, pero eso no impedirá que la relación entre ambos siga siendo mucho más fructífera que con otros países del ASEAN, como Filipinas.

En definitiva, las reformas del país y el futuro del ASEAN van cogidos de la mano. Su papel en la región puede ser utilizado para que China se acostumbre más a tratar con el bloque económico en su conjunto. Si Myanmar toma en consideración fortalecer la unidad y la coordinación en vez de dejarse llevar por el gigante asiático, les puede traer grandes beneficios nacionales e internacionales. Será inevitable que la presidencia birmana del ASEAN se encuentre con algún escollo dada su propia situación interna. Sin embargo, si aprovecha la oportunidad por medio de un liderazgo fuerte, Myanmar dejará por fin de ser el Estado paria que era hasta ahora, además de llevarse el mérito de convertir a la organización en un verdadero bloque económico que actúe cohesionado y del que el propio país se pueda apoyar económicamente. Con un ASEAN dinámico e influyente, Myanmar volverá a resurgir como el tigre asiático que se esperaba de él, antes de que los militares con el apoyo de China lo convirtieran en el país más pobre del Sureste Asiático.

 

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