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Para el observador habitual de la política exterior europea, no ha debido resultar extraño, aunque quizás sí descorazonador, que el principal resultado de la segunda cumbre entre Unión Europea y Pakistán, celebrada el viernes 4 de junio en Bruselas, haya sido el compromiso de ambas partes para trabajar a partir de otoño en un Plan de Acción de cinco años donde se definirán objetivos específicos para acciones conjuntas.
Ni siquiera el tiempo extra conseguido tras el aplazamiento de la reunión en abril, por los estragos al tráfico aéreo que produjo las cenizas del volcán islandés Eyjafjalla, ha permitido evitar el escenario temido: un mero encuentro institucionalizado de buenas intenciones y declaraciones grandilocuentes pero sin resultados concretos, que lleven la relación bilateral a una nueva dimensión.
Como destacó hace unos meses Daniel Korski, investigador senior del European Council on Foreign Relations, todo apuntaba a que esta Cumbre podría convertirse en un ejemplo más de la ineficiencia de la política exterior europea, pese a la importancia estratégica que las relaciones con el país asiático tienen en la actualidad.
La celebración de la Primera Cumbre entre la ...
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