Desde Mistral a Vargas Llosa: implicación política

La idea de un novelista dirigiéndose a las masas, puede chocar con el estereotipo del escritor retirado del mundo, cuyo escenario habitual es una silenciosa biblioteca o un despacho aislado. Sin embargo, en los escritores latinoamericanos de la generación de Vargas Llosa, es bastante habitual. Recorrido por los Premios Nobel latinoamericanos y su implicación en la política de sus países. – Santiago Roncagliolo

 

Gabriela Mistral, Nobel 1945: “por un trabajo sobre temas universalmente humanos”. Al final de la II Guerra Mundial, la Academia Sueca concedió el primer Nobel de Literatura a la lengua española de América. La ganadora, la poeta Gabriela Mistral, había sido también diplomática chilena en España durante los convulsos años 30, pero carecía de afiliación política conocida. Sus trabajos con instituciones públicas tenían que ver con medidas culturales, sobre todo de Chile y México, y los temas prioritarios de sus poemas eran apolíticos, como la muerte, el amor, la infancia y la maternidad. Con este galardón, el organismo otorgaba carta de ciudadanía a América Latina y la ponía en el mapa de la literatura. Al menos, eso reza el acta de entrega.

 

 

 

Miguel Ángel Asturias, Nobel 1967: “por su vívidos logros literarios, enraizados en los rasgos nacionales y las tradiciones de los pueblos indígenas de América Latina”. No era comunista. Pero su literatura estaba dotada con una aspiración social y su carrera reflejó un momento en que América Latina descubría su doble personalidad. A comienzos del siglo XX, Asturias había asistido al surgimiento de las ideologías sociales en el continente, algo que había ido acompañado del reconocimiento de la identidad indígena. Su novela El señor presidente, que había guardado inédita hasta la caída del dictador guatemalteco, Jorge Ubico, fue considerada la primera novela latinoamericana sobre un autócrata, y acuñó el género que caracterizaría a la literatura de la región durante décadas.

 

Pablo Neruda, Nobel 1971: “por una poesía que pone en acción fuerzas elementales para dar vida al destino y a los sueños de un continente”. Este poeta chileno fue el que inauguró el estilo de dirigirse a las masas, estrechando manos y besando niños. Con una gran capacidad de convocatoria. Hasta los años 30 declaraba: “yo no entiendo nada de política, soy un poco anarcoide, quiero hacer lo que me plazca”. Pero Neruda fue nombrado cónsul en España antes del estallido de la Guerra Civil, y esta experiencia despertó en él un febril comunismo. Años después, cuando era senador en Chile y miembro del Partido Comunista, el poeta calificó al presidente de su país, González Videla, de “rata” por su acercamiento a EE UU, cuyo enemigo directo era la URSS. Uno de sus discursos, no por casualidad, se tituló Yo acuso, como el legendario alegato de Zola. Esas diatribas le costaron una orden de captura y un año de persecución, que le llevaron en su huída a París.

 

Gabriel García Márquez, Nobel 1982: “por sus novelas y cuentos, en los que lo fantástico y lo real se entretejen formando un mundo ricamente imaginativo, reflejo de la vida y conflictos de un continente”. Gabriel García Márquez, igual que Neruda, fue un activo defensor de la revolución como solución política. Como Asturias, escribió una novela sobre dictadores. Y como ambos, su obsesión era la caracterización fidedigna de América Latina. Acérrimo defensor y admirador de Fidel Castro con un respaldo indiscutible a la revolución cubana. García Márquez, advirtió a Mijaíl Gorbachov que no se rindiese ante el imperio. En 2009, ya retirado de la escritura e incluso de los actos públicos, publicó en el diario cubano Granma un elogioso retrato de su amigo: “el Fidel que yo conozco”.

 

Octavio Paz, Nobel 1990: “por una escritura apasionada de amplios horizontes, caracterizada por su sensitiva inteligencia y su integridad humanista”. Cuando le concedieron el premio, él no era un revolucionario convencido, sino todo lo contrario, un defensor del pensamiento liberal. En su juventud sus simpatías con la izquierda eran tan intensas que incluso trató de incorporarse a las filas de la República en España. Pero su desilusión de la gran utopía comenzó ahí, al presenciar el asesinato de un republicano por camaradas de su propio bando. Entonces, sus ideas empezaron a estar teñidas de humanitarismo socialista.

 

Mario Vargas Llosa, Nobel 2010: “por su cartografía de las estructuras del poder y sus incisivas imágenes de la resistencia individual, la rebeldía y la derrota”. A finales de 1988, Mario Vargas Llosa junto a Octavio Paz y otros intelectuales, firmaron una carta exigiéndole a Fidel Castro que sometiese su régimen a un plebiscito. Dos años después, Vargas Llosa perdió las elecciones de Perú. Pero aún así, o quizá debido a eso, se convertiría en el indiscutible referente político de los pensadores latinoamericanos del cambio de siglo. La situación económica del país en 1990 era casi en su totalidad de bancarrota, además estaba bajo el control del grupo terrorista Sendero Luminoso. Indignado, entra en escena Vargas Llosa a favor de la propiedad privada, hasta convertirse en el líder de los sectores conservadores y liberales, y la bestia negra de la izquierda, que apoyaba la medida. Así que, ante los comicios presidenciales, la derecha nacional cerró filas bajo su candidatura.
Autor textos: Santiago RoncaglioloFotos: AFP/Getty Images; AFP/Getty Images; AFP/Getty Images; ADALBERTO ROQUE/AFP/Getty Images; AFP/Getty Images; MARIO TAMA/AFP/Getty Images