
Es hora de abordar el desfase mundial entre quienes fijan las políticas prohibicionistas en materia de drogas y quienes viven con las consecuencias de éstas como las mujeres.
Los firmantes de los tres tratados internacionales sobre drogas se han comprometido a prohibir la utilización de varias sustancias controladas y a regular el uso de las drogas consideradas medicinales. La prohibición, como hemos aprendido tras 50 años de políticas fallidas, no impide el consumo ni la venta de drogas, y sólo sirve para causar muchos más daños a las personas involucradas.
En abril, la Sesión Especial de la Asamblea General de la ONU (UNGASS) sobre el Problema Mundial de las Drogas se reunirá en Nueva York por primera vez en 18 años para revisar la situación actual del régimen de control de drogas y debatir sobre la mejor forma de avanzar. Existen grandes presiones de un número cada vez mayor de gobiernos y miembros de la sociedad civil para que en las discusiones de la UNGASS se tengan en cuenta los derechos humanos, la salud pública y el desarrollo sostenible.
Las reuniones anteriores de la ONU sobre este tema se limitaban muchas veces a emitir declaraciones sobre un mínimo denominador común y resoluciones que mantenían el statu quo. Los gobiernos reformistas han tenido que luchar contra muchos obstáculos para dejar claro que el régimen prohibicionista actual perjudica de manera desproporcionada a los más pobres y vulnerables del mundo.
En todo el mundo, las mujeres y niñas suelen ser las más perjudicadas por las políticas punitivas y prohibicionistas. Las mujeres desempeñan papeles de poca importancia en el tráfico de drogas y en general las consumen en menor medida que los hombres, pero su salud y su bienestar sufren mucho más las consecuencias.
A pesar de que la mayoría de las mujeres que intervienen en el narcotráfico suelen carecer de antecedentes, a menudo se las sanciona como si fueran responsables de cárteles, en un sistema legal con penas mínimas obligatorias y sentencias muy rígidas. A escala mundial, las mujeres van a la cárcel por delitos relacionados con las drogas más que por cualquier otro tipo de crímenes.
La mayoría de las mujeres arrestadas por delitos de drogas sufren marginación económica y social, y están a cargo de hogares monoparentales con uno o más hijos. En América Latina, la población reclusa femenina ha aumentado casi un 50%, y el 70% de esas presas, aproximadamente, sufren condena por delitos de drogas. La mayoría de las mulas son mujeres, de acuerdo con el estereotipo son figuras poco amenazadoras, por lo que los traficantes las utilizan para transportar pequeñas cantidades de mercancía. El hecho de que las encarcelen, que tantas consecuencias tiene para sus vidas y sus familias, no repercute prácticamente nada en el narcotráfico.
Las mujeres que consumen drogas se encuentran con tremendos ...
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