La coca es un grave factor desestabilizador, que mantiene armados a los rebeldes colombianos e impide el progreso del país. Pero, después de casi 10 años, no sólo es que los esfuerzos realizados con ayuda de Estados Unidos para disminuir la producción en Colombia hayan fracasado; es que han sido contraproducentes. El Plan Colombia debía aumentar la seguridad, eliminar el cultivo de la droga y mejorar el orden público tras décadas de conflicto con los militantes de izquierdas. Sin embargo, el cultivo de coca creció un 15% entre 2000 y 2006, según un informe hecho público por la Oficina de Cuentas del Gobierno estadounidense (GAO, en sus siglas en inglés) en octubre de 2008. Otro estudio realizado por la ONU ha descubierto que, sólo en 2007, la extensión de tierra dedicada a este cultivo aumentó un 27%. Para decirlo suavemente, hay algo que no funciona.

La coca, que sirve de base a la fabricación de cocaína, lleva décadas financiando las operaciones de varios grupos paramilitares y las FARC. Aunque las operaciones militares colombianas han dificultado considerablemente las actividades de este organización durante los últimos años, el tráfico de drogas sigue a buen paso. La fumigación aérea y la erradicación manual han tenido efectos temporales, pero los campesinos que cultivan coca tienden a dedicarse a ella porque no es frecuente que haya una alternativa igual de lucrativa. La GAO calcula que muchos de ellos se han trasladado a áreas más remotas para eludir los trabajos de erradicación. Mientras tanto, el valor de mercado de la coca ha subido de unos 450 dólares (unos 330 euros) el kilogramo en 2007 a más de 2.000 dólares.

Estados Unidos ha gastado 6.000 millones de dólares en el Plan Colombia, pero este país latinoamericano sigue suministrando el 90% de la cocaína que se consume en EE UU. ¿Habrá llegado el momento de reexaminar la guerra contra las drogas?