No podrán desmantelarse las estructuras de poder vigentes en el país mientras que la comunidad internacional dé más prioridad a la estabilidad que a las reformas.

En una carta reciente al entonces vicepresidente yemení, Abed Rabbo Mansour al Hadi, el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, expresaba su optimismo sobre la posibilidad de que Yemen pudiera convertirse en modelo de cómo llevar a cabo una transición pacífica en Oriente Medio. ¿En serio? ¿Unas elecciones con un candidato único, celebradas gracias a la mediación de unas potencias extranjeras más preocupadas por la estabilidad que por las reformas, e impuestas por la ONU, son un modelo que merece ser imitado? ¿Unos comicios con un solo candidato y un solo partido son algo que la comunidad internacional debe proponer en otros países que están viviendo transiciones democráticas?
A pesar de su falta de democracia, parece que la participación ha sido elevada en las zonas en las que ha sido posible votar. Sin embargo, en vez de interpretar los comicios como un respaldo al acuerdo político que buscaban los Gobiernos europeos y Estados Unidos, seguramente hay que considerarlos un voto para que termine la era de Saleh, una despedida aliviada y definitiva de la población al dictador. Aunque el pacto impulsado por el Consejo de Cooperación del Golfo, con el apoyo europeo y estadounidense, no cumple todas las expectativas, los yemeníes estaban tan deseosos de deshacerse de Saleh que le dieron el visto bueno.
Dada la naturaleza del acuerdo, es comprensible que los yemeníes se sientan inquietos sobre su futuro. La salida del presidente Saleh, probablemente, no va a desmantelar las estructuras de poder ni tiene por qué producir cambios en el Gobierno y sus instituciones. Lo normal es que siga habiendo una autocracia militar que supervise un sistema de reparto de poder tribal y clientelar, plagado de corrupción y nepotismo. Saleh sigue siendo presidente del Congreso General del Pueblo (CGP), sus hijos y su sobrino dirigen varios brazos del Ejército, y las principales fuerzas del Parlamento, el CGP y el Partido Islah, tienen profundas raíces en la oligarquía tribal. Por otra parte, el presidente recién elegido, Abdo Rabu Mansur Hadi, no posee ninguna base independiente de poder, lo cual hará que le sea muy difícil, por no decir imposible, sustituir a los aliados y familiares de su antecesor.
Por el momento, no se ha hecho hueco en las negociaciones ni al movimiento juvenil que ha protagonizado las acampadas del último año, ni a los agraviados habitantes del sur, ni a los rebeldes houthis. Se les excluyó a la hora de firmar el acuerdo y se han ignorado sus demandas de un consejo de transición formado por tecnócratas; por el contrario, se ha dado más poder a las fuerzas políticas tradicionales que ...
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