En Arabia Saudí, el reino de las sombras y
uno de los Estados
más represivos del mundo, las mujeres no tienen derecho ni siquiera
a la palabra pública. Pero, poco a poco, están empezando a romper
tabúes y a encontrar una voz.

 

Existe alguna relación entre Sexo en Nueva York y Arabia Saudí?
En apariencia, no. En el imaginario colectivo, Arabia Saudí es el reino
de las sombras
¸ por las largas túnicas negras (abayas) que las
mujeres están obligadas a llevar y que las cubren de la cabeza a los
pies. Y si hubiera un Estado en el que ellas carecieran de derechos, incluso
el de la palabra, ése sería sin duda Arabia Saudí. Ahora
bien, significaría olvidar demasiado pronto el éxito de un librito,
Las chicas de Riad, prohibido por las autoridades saudíes hasta marzo
pasado. Su autora, una chica de 25 años, Rajaa al Sanie, cuenta el día
a día de cuatro jóvenes, asfixiadas por el peso de las tradiciones
que les imponen sus familias. En él se rompen todos los tabúes:
el lujo, el alcohol, la homosexualidad, referencias a la serie de Sarah Jessica
Parker… Y Riad adquiere un aire neoyorquino.

El libro de Al Sanie es un éxito editorial y refleja cierta apertura
por parte de la sociedad saudí. Pero las mujeres no han esperado a las
desventuras de Las chicas de Riad para coger la pluma, denunciar las violaciones
de las que son víctimas y exigir sus derechos. Desde hace unos años,
en la prensa se multiplican las columnas en las que ellas se interrogan sobre
su lugar en la sociedad.

"Está marginada y considerada menos que nada, hasta el punto
de que le está estrictamente prohibida la entrada a numerosos lugares
públicos […]. Vive a la sombra de una sociedad machista que otorga
al hombre el derecho a inmiscuirse en sus asuntos. A los 60 años, sus
hermanos más pequeños tienen derecho a darle órdenes y
a organizar su vida. Jamás aparece en las estadísticas económicas:
la sociedad se niega a reconocer el paro femenino, puesto que no se le pide
que trabaje. Está ausente de las conferencias. Ignorada en los textos,
las publicaciones, los folletos editados por nuestras instituciones educativas…".
La académica Nura al Yusef no duda en definir en estos términos
la "especificidad de la mujer saudí" en el diario El
Watan
.
Sin embargo, las autoridades organizaron, en junio de 2004, un Diálogo
Nacional —especie de mesa redonda en la que se discuten los grandes desafíos
a los que se enfrenta el reino— dedicado a los derechos y obligaciones
de las mujeres. El poder anuncia cambios, pero las decepciones son grandes.
Todavía está viva en el recuerdo la imagen tumefacta de Rania
al Baz, la presentadora más famosa de la televisión, golpeada
por su marido el 4 de abril de 2004. Un año después, cuando el
reino celebró las primeras elecciones municipales de su historia (en
las que tenía derecho a votar "todo ciudadano" mayor de
21 años sin distinción de sexo), las mujeres no fueron convocadas.
Oficialmente, por razones logísticas. El presidente de la Comisión
Gene-ral de las Elecciones, el príncipe Mansur bin Mitab bin Abdelaziz,
explicó que se tendría que haber establecido un doble sistema
de cabinas de voto y contratar a mujeres al frente de mesas para respetar la
estricta división de sexos que reina en el país.

Las opiniones están divididas: para unos, la sociedad todavía
no está preparada; para otros, la exclusión de las mujeres es
la prueba de su confinamiento político y social. Citado por el diario
en lengua inglesa Arab News, Abdelaziz ibn Abdelrahman al Thunayan, miembro
del Maylis al Shura (Consejo Consultivo), considera que no existe tal problema,
pues "si se les preguntara su opinión, las mujeres dirían
que no quieren participar" en los comicios. "Ellas están
representadas por los hombres, que son sus siervos", concluye. Dicho
en otras palabras: las mujeres no ramtienen necesidad de votar porque sus tutores
(mahram en árabe: padre, hermano o marido) lo hacen en su lugar. Todo
lo contrario, sostienen otros, son ciudadanas de pleno derecho. Además,
no hay que olvidar que, debido a la división de sexos, todo es doble
en Arabia Saudí: en la Administración, en los hospitales, en
las universidades hay unas secciones para los hombres y otras reservadas a
las mujeres. Y no plantea ningún problema "logístico".

La ausencia de las mujeres en las elecciones parece ir más allá de
la simple privación de derechos cívicos, pues cuestiona también
uno de los fundamentos principales de aquella sociedad: la obligación
de la mujer de no desvelar su identidad en público. Imaginemos que las
mujeres se hubieran podido presentar a los comicios, se pregunta el cronista
saudí Raid Qusti en el diario Arab News, "¿cómo
habrían hecho la campaña sin mostrar su cara y, en el caso de
algunas, sin dar a conocer su nombre?". La periodista Lubna Husein no
duda en utilizar el humor y la ironía para interrogarse sobre esa separación: "¿Está prohibido
que las mujeres se pongan vaqueros? ¿Por qué los hombres se lo
censuran?", se pregunta en Arab News. Y concluye: "¡El día
en que los hombres dejen de llevar vestidos [en referencia al thob, la tradicional
túnica blanca del país] yo empezaré a ponérmelos!".

Separación de sexos: cola en un establecimiento de McDonald's en un centro comercial de la capital saudí en diciembre pasado. Las familias, en el lado izquierdo. El derecho está reservado a los hombres.
Separación de sexos: cola
en un establecimiento de McDonald’s en un centro comercial de la
capital saudí en diciembre pasado. Las familias, en el lado izquierdo.
El derecho está reservado a los hombres.
 

Y eso que en el reino el sexo femenino no es precisamente una minoría.
En efecto, de los 16,3 millones de ciudadanos, cerca de ocho millones son mujeres.
Y ambiciosas. El índice de alfabetización femenino supera el
80%; las saudíes obtienen la mayoría de los 200.000 diplomas
anuales y están entre los mejores alumnos. Una vez diplomadas, piensan
ejercer su profesión, sobre todo en la enseñanza, la medicina
y las finanzas, y para ello se muestran dispuestas a posponer la creación
de una familia. Cada vez se casan más tarde (a los 22 años de
media), recurren a medios anticonceptivos (el índice de fecundidad ha
caído de 8,26 niños por mujer en 1980 a 4,37 en 2000). Aumenta
el número de solteras. Y cada vez son más los matrimonios que
terminan en divorcio. En 2002, los tribunales registraron 70.000 contratos
matrimoniales y 13.000 divorcios, de los cuales 8.500 matrimonios y 3.000 divorcios
se celebraron en Riad, según el diario financiero Al
Iqtisadiyá
.

Las mujeres ejercen una influencia económica nada despreciable pues,
como recuerda el ministro saudí de Comercio, Hachem bin Abdalá al
Yamani, poseerían el 70% del total de ahorro depositado en los bancos
saudíes, es decir, cerca de 12.400 millones de euros. Lubna bin Suleyman
al Oleyan, presidenta de Al Oleyan Finance Company y miembro del Consejo de
Administración del Saudi British Bank, es una de las personalidades
económicas más influyentes. Otro ejemplo es Haifa al Mansur,
primera cineasta del país y autora de cuatro cortometrajes que tratan
temas sociales hasta ahora tabú. Ana ual Ajar (Yo
y el otro)
es una
reflexión sobre las diferencias y cómo respetarlas. Su último
filme, Mujeres sin sombra, pretende "despertar las conciencias y animar
a las mujeres a que actúen y cambien algunas cosas", dice. Un
paso importante en ese sentido fue la elección, en noviembre pasado,
de dos mujeres para el consejo de administración de la Cámara
de Comercio e Industria de Yeda.

Realidades: de izquierda a derecha y en el sentido de las agujas del reloj, la millonaria y empresaria saudí Lubna al Oleyan; una mujer compra regalos de San Valentín en Yeda, y trabajadoras del Franci-Saudi Bank.
Realidades: de izquierda a derecha
y en el sentido de las agujas del reloj, la millonaria y empresaria saudí Lubna al
Oleyan; una mujer compra regalos de San Valentín en Yeda, y trabajadoras
del Franci-Saudi Bank.
 

No hay que olvidar la presión regional que sufre el Gobierno saudí,
que confirmó el pasado 9 de mayo que las mujeres sustituirán
a los hombres como vendedores en las tiendas de lencería. Kuwait ha
sido un símbolo importante: el 4 de abril, las kuwaitíes votaron
por primera vez en unas elecciones municipales parciales en un distrito de
la capital. Dos se presentaban como candidatas: una de ellas, Jenan Buchehri,
quedó en segundo lugar. Su Constitución reconoce oficialmente
la igualdad jurídica entre ambos sexos; en mayo de 2005, el Parlamento
reconoció a las mujeres el derecho al voto y a ser elegidas. El 20 de
junio, Masuma al Mubarak juraba como ministra de Planificación y Desarrollo
Administrativo y se convertía en la primera mujer de la historia del
emirato en acceder a una cartera ministerial. Omán reconoció el
derecho al voto en 1997, y de los 60 miembros de la Asamblea Consultiva del
sultanato, cuatro son mujeres. El emir de Qatar, Hamad bin Jalifa al Thani,
nombró por primera vez a una ministra en mayo de 2003, y su esposa y
directora de la Qatar Foundation, Moza al Misnad, representa la voluntad del
emirato de abrir el espacio público a las mujeres, quienes obtuvieron
el derecho al voto en 1999. En Bahrein, donde hay dos ministras, tienen derecho
a votar y a presentarse a las elecciones desde mayo de 2004.

"El problema", señala la escritora Suraya al Shehry, "es
que los hombres consideran a las mujeres como simples esposas, un objeto que
ellos poseen", un objeto privado y sagrado que deben "guardar y
proteger", y no las reconocen como sujetos públicos, susceptibles
de ejercer sus derechos políticos. El estatus de las mujeres choca con
el peso de las tradiciones impuestas en el reino, así como con una concepción
patriarcal del islam. Las saudíes son más "víctimas
de una traba cultural que musulmana", denuncia la escritora Badriyah
al Bishr. Pero para que pueda evolucionar la situación femenina en la
esfera pública es necesario llevar a cabo una reflexión sobre
la relación entre sexos en la vida privada. En opinión de las
saudíes, reclamar sus derechos no viola los preceptos del islam, sino
todo lo contrario: el islam puede ser un vector de igualdad con los hombres
y de afirmación de su identidad en tanto que sujeto y no sólo
como esposa y madre objeto. Las mujeres ya no aceptan seguir siendo ese tesoro
oculto
en el ámbito privado y quieren ser protagonistas en la esfera
pública, insertarse en la vida socioeconómica de su país.

"¿Por qué hay tantas barreras?", se interroga Nadia
Bajury, una ejecutiva, la única que presentó su candidatura a
las elecciones del año pasado antes de verse obligada a retirarla. "Las
mujeres pueden representarse a sí mismas", afirma. "Hay
que demostrar lo que son capaces de hacer por la sociedad". Suraya al
Sherhy tiene un punto de vista moderado y denuncia los peligros de posiciones
demasiado radicales (ya sean ultraconservadoras o ultraliberales). En su opinión,
es necesario esperar una decisión del Gobierno, pues las posturas radicales
pondrían "en peligro los intereses nacionales". "La
ley no prohíbe que las mujeres voten", dice en Arab
News,
"y
el derecho de voto es el más básico", antes de concluir
que hay que armarse de "sentido común y flexibilidad", cualidades
necesarias "para lograr que las cosas avancen".

En un contexto de creciente crisis económica y social, no es improbable
que las presiones para que evolucione el estatus de las mujeres procedan de
los propios hombres. No todos los saudíes son ricos príncipes
del petróleo que viven en lujosos palacios. Un marido y padre de familia
modesto no posee los medios necesarios para pagar un chófer para su
esposa y sus hijos, y en general no tiene un trabajo con un horario flexible
que le permita hacer de conductor. Cada vez son más los que denuncian
lo absurdo que es impedir que las mujeres se pongan al volante. Por otra parte,
no está excluido que los empresarios locales y extranjeros, sometidos
a una política de nacionalización de la mano de obra, estén
interesados en que haya trabajadoras cualificadas. Es posible, pues, que, a
su pesar, los hombres pidan cambios sociales sobre el estatus femenino.

Si bien las exigencias de reformas parecen ser patrimonio de las súbditas
influyentes del reino, debe subrayarse que el debate está abierto en
la prensa nacional y que la población femenina espera mucho de los cambios
prometidos. A menos que esa toma de conciencia y esa libertad de palabra no
sean sino un montaje publicitario de las autoridades. En Arabia Saudí,
deben desempeñar, más que en ningún otro lugar, un papel
fundamental en las transformaciones del futuro. El editorialista Ahmed al Rubi
lo resumía así en el diario Al Sharq al
Ausat,
con motivo del
Día de la Mujer, el 8 de marzo de 2005: "La mujer es el baremo
de los progresos y de la evolución de una nación. El mayor insulto
que se le puede hacer es considerarla como un simple cuerpo que hay que encerrar
entre cuatro paredes. Una nación que las oprime no conocerá la
redención".

 

¿Algo más?
Informarse de lo que pasa en Arabia Saudí no
resulta fácil. Poco estudiado, este reino es, para muchos,
un misterio que suele resumirse en pocas palabras: petroleo e islamismo.
Son escasos los ensayos de calidad como Arabia Saudí.
El reino de las ficciones
(Ed. Bellaterra, Barcelona,
2004), de Pascal Ménoret, básico para entender la
estructura del poder y de la sociedad del mayor productor de crudo
del mundo. Para una introducción general es fundamental A
History of Saudi Arabia
(Cambridge University Press,
Reino Unido, 2002), de la saudí Madawi al Rasheed. Otro
título recomendable es The History of Saudi
Arabia
(Saqi Books, Londres, 1998), de Alexei Vassiliev.
Y Ronald Inglehart y Pippa Norris descubren lo que realmente separa
a Occidente y el mundo árabe: las actitudes ante el sexo,
en ‘El verdadero choque de civilizaciones’ ( FP EDICIÓN
ESPAÑOLA, agosto/septiembre de 2004).Para una comprensión más directa de los desafíos
a los que se enfrentan las autoridades del reino, pueden consultarse
los informes de International Crisis Group (www.crisisgroup.org).
También en la Red se pueden ver las películas de
la cineasta saudí Haifa al Mansur (www.haifaa.com/Films.html).
Además, la investigadora francesa Fatiha Dazi-Héni
acaba de publicar Monarchies et sociétés
d’Arabie, le temps des confrontations
(Presses
de Sc. Po., París, 2006). Sin olvidar la literatura: Femmes
de sable et de myrrhe
(Actes Sud, Arles, 1992),
de Hanan el Cheikh; El cinturón (Losada,
Madrid, 2003), de Ahmed Abodehman, y Le mercredi soir.
Femmes de Riyad
(L’Harmattan, París,
2001), de Badriyah al Bishr.

 

 

En Arabia Saudí, el reino de las sombras y
uno de los Estados
más represivos del mundo, las mujeres no tienen derecho ni siquiera
a la palabra pública. Pero, poco a poco, están empezando a romper
tabúes y a encontrar una voz.
Guillaume Fourmont

 

Existe alguna relación entre Sexo en Nueva York y Arabia Saudí?
En apariencia, no. En el imaginario colectivo, Arabia Saudí es el reino
de las sombras
¸ por las largas túnicas negras (abayas) que las
mujeres están obligadas a llevar y que las cubren de la cabeza a los
pies. Y si hubiera un Estado en el que ellas carecieran de derechos, incluso
el de la palabra, ése sería sin duda Arabia Saudí. Ahora
bien, significaría olvidar demasiado pronto el éxito de un librito,
Las chicas de Riad, prohibido por las autoridades saudíes hasta marzo
pasado. Su autora, una chica de 25 años, Rajaa al Sanie, cuenta el día
a día de cuatro jóvenes, asfixiadas por el peso de las tradiciones
que les imponen sus familias. En él se rompen todos los tabúes:
el lujo, el alcohol, la homosexualidad, referencias a la serie de Sarah Jessica
Parker… Y Riad adquiere un aire neoyorquino.

El libro de Al Sanie es un éxito editorial y refleja cierta apertura
por parte de la sociedad saudí. Pero las mujeres no han esperado a las
desventuras de Las chicas de Riad para coger la pluma, denunciar las violaciones
de las que son víctimas y exigir sus derechos. Desde hace unos años,
en la prensa se multiplican las columnas en las que ellas se interrogan sobre
su lugar en la sociedad.

"Está marginada y considerada menos que nada, hasta el punto
de que le está estrictamente prohibida la entrada a numerosos lugares
públicos […]. Vive a la sombra de una sociedad machista que otorga
al hombre el derecho a inmiscuirse en sus asuntos. A los 60 años, sus
hermanos más pequeños tienen derecho a darle órdenes y
a organizar su vida. Jamás aparece en las estadísticas económicas:
la sociedad se niega a reconocer el paro femenino, puesto que no se le pide
que trabaje. Está ausente de las conferencias. Ignorada en los textos,
las publicaciones, los folletos editados por nuestras instituciones educativas…".
La académica Nura al Yusef no duda en definir en estos términos
la "especificidad de la mujer saudí" en el diario El
Watan
.
Sin embargo, las autoridades organizaron, en junio de 2004, un Diálogo
Nacional —especie de mesa redonda en la que se discuten los grandes desafíos
a los que se enfrenta el reino— dedicado a los derechos y obligaciones
de las mujeres. El poder anuncia cambios, pero las decepciones son grandes.
Todavía está viva en el recuerdo la imagen tumefacta de Rania
al Baz, la presentadora más famosa de la televisión, golpeada
por su marido el 4 de abril de 2004. Un año después, cuando el
reino celebró las primeras elecciones municipales de su historia (en
las que tenía derecho a votar "todo ciudadano" mayor de
21 años sin distinción de sexo), las mujeres no fueron convocadas.
Oficialmente, por razones logísticas. El presidente de la Comisión
Gene-ral de las Elecciones, el príncipe Mansur bin Mitab bin Abdelaziz,
explicó que se tendría que haber establecido un doble sistema
de cabinas de voto y contratar a mujeres al frente de mesas para respetar la
estricta división de sexos que reina en el país.

Las opiniones están divididas: para unos, la sociedad todavía
no está preparada; para otros, la exclusión de las mujeres es
la prueba de su confinamiento político y social. Citado por el diario
en lengua inglesa Arab News, Abdelaziz ibn Abdelrahman al Thunayan, miembro
del Maylis al Shura (Consejo Consultivo), considera que no existe tal problema,
pues "si se les preguntara su opinión, las mujeres dirían
que no quieren participar" en los comicios. "Ellas están
representadas por los hombres, que son sus siervos", concluye. Dicho
en otras palabras: las mujeres no ramtienen necesidad de votar porque sus tutores
(mahram en árabe: padre, hermano o marido) lo hacen en su lugar. Todo
lo contrario, sostienen otros, son ciudadanas de pleno derecho. Además,
no hay que olvidar que, debido a la división de sexos, todo es doble
en Arabia Saudí: en la Administración, en los hospitales, en
las universidades hay unas secciones para los hombres y otras reservadas a
las mujeres. Y no plantea ningún problema "logístico".

La ausencia de las mujeres en las elecciones parece ir más allá de
la simple privación de derechos cívicos, pues cuestiona también
uno de los fundamentos principales de aquella sociedad: la obligación
de la mujer de no desvelar su identidad en público. Imaginemos que las
mujeres se hubieran podido presentar a los comicios, se pregunta el cronista
saudí Raid Qusti en el diario Arab News, "¿cómo
habrían hecho la campaña sin mostrar su cara y, en el caso de
algunas, sin dar a conocer su nombre?". La periodista Lubna Husein no
duda en utilizar el humor y la ironía para interrogarse sobre esa separación: "¿Está prohibido
que las mujeres se pongan vaqueros? ¿Por qué los hombres se lo
censuran?", se pregunta en Arab News. Y concluye: "¡El día
en que los hombres dejen de llevar vestidos [en referencia al thob, la tradicional
túnica blanca del país] yo empezaré a ponérmelos!".

Separación de sexos: cola en un establecimiento de McDonald's en un centro comercial de la capital saudí en diciembre pasado. Las familias, en el lado izquierdo. El derecho está reservado a los hombres.
Separación de sexos: cola
en un establecimiento de McDonald’s en un centro comercial de la
capital saudí en diciembre pasado. Las familias, en el lado izquierdo.
El derecho está reservado a los hombres.
 

Y eso que en el reino el sexo femenino no es precisamente una minoría.
En efecto, de los 16,3 millones de ciudadanos, cerca de ocho millones son mujeres.
Y ambiciosas. El índice de alfabetización femenino supera el
80%; las saudíes obtienen la mayoría de los 200.000 diplomas
anuales y están entre los mejores alumnos. Una vez diplomadas, piensan
ejercer su profesión, sobre todo en la enseñanza, la medicina
y las finanzas, y para ello se muestran dispuestas a posponer la creación
de una familia. Cada vez se casan más tarde (a los 22 años de
media), recurren a medios anticonceptivos (el índice de fecundidad ha
caído de 8,26 niños por mujer en 1980 a 4,37 en 2000). Aumenta
el número de solteras. Y cada vez son más los matrimonios que
terminan en divorcio. En 2002, los tribunales registraron 70.000 contratos
matrimoniales y 13.000 divorcios, de los cuales 8.500 matrimonios y 3.000 divorcios
se celebraron en Riad, según el diario financiero Al
Iqtisadiyá
.

Las mujeres ejercen una influencia económica nada despreciable pues,
como recuerda el ministro saudí de Comercio, Hachem bin Abdalá al
Yamani, poseerían el 70% del total de ahorro depositado en los bancos
saudíes, es decir, cerca de 12.400 millones de euros. Lubna bin Suleyman
al Oleyan, presidenta de Al Oleyan Finance Company y miembro del Consejo de
Administración del Saudi British Bank, es una de las personalidades
económicas más influyentes. Otro ejemplo es Haifa al Mansur,
primera cineasta del país y autora de cuatro cortometrajes que tratan
temas sociales hasta ahora tabú. Ana ual Ajar (Yo
y el otro)
es una
reflexión sobre las diferencias y cómo respetarlas. Su último
filme, Mujeres sin sombra, pretende "despertar las conciencias y animar
a las mujeres a que actúen y cambien algunas cosas", dice. Un
paso importante en ese sentido fue la elección, en noviembre pasado,
de dos mujeres para el consejo de administración de la Cámara
de Comercio e Industria de Yeda.

Realidades: de izquierda a derecha y en el sentido de las agujas del reloj, la millonaria y empresaria saudí Lubna al Oleyan; una mujer compra regalos de San Valentín en Yeda, y trabajadoras del Franci-Saudi Bank.
Realidades: de izquierda a derecha
y en el sentido de las agujas del reloj, la millonaria y empresaria saudí Lubna al
Oleyan; una mujer compra regalos de San Valentín en Yeda, y trabajadoras
del Franci-Saudi Bank.
 

No hay que olvidar la presión regional que sufre el Gobierno saudí,
que confirmó el pasado 9 de mayo que las mujeres sustituirán
a los hombres como vendedores en las tiendas de lencería. Kuwait ha
sido un símbolo importante: el 4 de abril, las kuwaitíes votaron
por primera vez en unas elecciones municipales parciales en un distrito de
la capital. Dos se presentaban como candidatas: una de ellas, Jenan Buchehri,
quedó en segundo lugar. Su Constitución reconoce oficialmente
la igualdad jurídica entre ambos sexos; en mayo de 2005, el Parlamento
reconoció a las mujeres el derecho al voto y a ser elegidas. El 20 de
junio, Masuma al Mubarak juraba como ministra de Planificación y Desarrollo
Administrativo y se convertía en la primera mujer de la historia del
emirato en acceder a una cartera ministerial. Omán reconoció el
derecho al voto en 1997, y de los 60 miembros de la Asamblea Consultiva del
sultanato, cuatro son mujeres. El emir de Qatar, Hamad bin Jalifa al Thani,
nombró por primera vez a una ministra en mayo de 2003, y su esposa y
directora de la Qatar Foundation, Moza al Misnad, representa la voluntad del
emirato de abrir el espacio público a las mujeres, quienes obtuvieron
el derecho al voto en 1999. En Bahrein, donde hay dos ministras, tienen derecho
a votar y a presentarse a las elecciones desde mayo de 2004.

"El problema", señala la escritora Suraya al Shehry, "es
que los hombres consideran a las mujeres como simples esposas, un objeto que
ellos poseen", un objeto privado y sagrado que deben "guardar y
proteger", y no las reconocen como sujetos públicos, susceptibles
de ejercer sus derechos políticos. El estatus de las mujeres choca con
el peso de las tradiciones impuestas en el reino, así como con una concepción
patriarcal del islam. Las saudíes son más "víctimas
de una traba cultural que musulmana", denuncia la escritora Badriyah
al Bishr. Pero para que pueda evolucionar la situación femenina en la
esfera pública es necesario llevar a cabo una reflexión sobre
la relación entre sexos en la vida privada. En opinión de las
saudíes, reclamar sus derechos no viola los preceptos del islam, sino
todo lo contrario: el islam puede ser un vector de igualdad con los hombres
y de afirmación de su identidad en tanto que sujeto y no sólo
como esposa y madre objeto. Las mujeres ya no aceptan seguir siendo ese tesoro
oculto
en el ámbito privado y quieren ser protagonistas en la esfera
pública, insertarse en la vida socioeconómica de su país.

"¿Por qué hay tantas barreras?", se interroga Nadia
Bajury, una ejecutiva, la única que presentó su candidatura a
las elecciones del año pasado antes de verse obligada a retirarla. "Las
mujeres pueden representarse a sí mismas", afirma. "Hay
que demostrar lo que son capaces de hacer por la sociedad". Suraya al
Sherhy tiene un punto de vista moderado y denuncia los peligros de posiciones
demasiado radicales (ya sean ultraconservadoras o ultraliberales). En su opinión,
es necesario esperar una decisión del Gobierno, pues las posturas radicales
pondrían "en peligro los intereses nacionales". "La
ley no prohíbe que las mujeres voten", dice en Arab
News,
"y
el derecho de voto es el más básico", antes de concluir
que hay que armarse de "sentido común y flexibilidad", cualidades
necesarias "para lograr que las cosas avancen".

En un contexto de creciente crisis económica y social, no es improbable
que las presiones para que evolucione el estatus de las mujeres procedan de
los propios hombres. No todos los saudíes son ricos príncipes
del petróleo que viven en lujosos palacios. Un marido y padre de familia
modesto no posee los medios necesarios para pagar un chófer para su
esposa y sus hijos, y en general no tiene un trabajo con un horario flexible
que le permita hacer de conductor. Cada vez son más los que denuncian
lo absurdo que es impedir que las mujeres se pongan al volante. Por otra parte,
no está excluido que los empresarios locales y extranjeros, sometidos
a una política de nacionalización de la mano de obra, estén
interesados en que haya trabajadoras cualificadas. Es posible, pues, que, a
su pesar, los hombres pidan cambios sociales sobre el estatus femenino.

Si bien las exigencias de reformas parecen ser patrimonio de las súbditas
influyentes del reino, debe subrayarse que el debate está abierto en
la prensa nacional y que la población femenina espera mucho de los cambios
prometidos. A menos que esa toma de conciencia y esa libertad de palabra no
sean sino un montaje publicitario de las autoridades. En Arabia Saudí,
deben desempeñar, más que en ningún otro lugar, un papel
fundamental en las transformaciones del futuro. El editorialista Ahmed al Rubi
lo resumía así en el diario Al Sharq al
Ausat,
con motivo del
Día de la Mujer, el 8 de marzo de 2005: "La mujer es el baremo
de los progresos y de la evolución de una nación. El mayor insulto
que se le puede hacer es considerarla como un simple cuerpo que hay que encerrar
entre cuatro paredes. Una nación que las oprime no conocerá la
redención".

 

¿Algo más?
Informarse de lo que pasa en Arabia Saudí no
resulta fácil. Poco estudiado, este reino es, para muchos,
un misterio que suele resumirse en pocas palabras: petroleo e islamismo.
Son escasos los ensayos de calidad como Arabia Saudí.
El reino de las ficciones
(Ed. Bellaterra, Barcelona,
2004), de Pascal Ménoret, básico para entender la
estructura del poder y de la sociedad del mayor productor de crudo
del mundo. Para una introducción general es fundamental A
History of Saudi Arabia
(Cambridge University Press,
Reino Unido, 2002), de la saudí Madawi al Rasheed. Otro
título recomendable es The History of Saudi
Arabia
(Saqi Books, Londres, 1998), de Alexei Vassiliev.
Y Ronald Inglehart y Pippa Norris descubren lo que realmente separa
a Occidente y el mundo árabe: las actitudes ante el sexo,
en ‘El verdadero choque de civilizaciones’ ( FP EDICIÓN
ESPAÑOLA, agosto/septiembre de 2004).Para una comprensión más directa de los desafíos
a los que se enfrentan las autoridades del reino, pueden consultarse
los informes de International Crisis Group (www.crisisgroup.org).
También en la Red se pueden ver las películas de
la cineasta saudí Haifa al Mansur (www.haifaa.com/Films.html).
Además, la investigadora francesa Fatiha Dazi-Héni
acaba de publicar Monarchies et sociétés
d’Arabie, le temps des confrontations
(Presses
de Sc. Po., París, 2006). Sin olvidar la literatura: Femmes
de sable et de myrrhe
(Actes Sud, Arles, 1992),
de Hanan el Cheikh; El cinturón (Losada,
Madrid, 2003), de Ahmed Abodehman, y Le mercredi soir.
Femmes de Riyad
(L’Harmattan, París,
2001), de Badriyah al Bishr.

 

 

Guillaume Fourmont es periodista y
autor del libro
Géopolitique de l’Arabie
Saoudite
(Ed.
Ellipses, París, 2005).