Tras el decepcionante discurso de Bashar al Assad, la UE no debe dejarse engañar por liberaciones simbólicas de presos políticos y anuncios de reformas para acallar las demandas locales.
El discurso que pronunció ayer el presidente sirio Bashar al Assad estuvo vacío de contenido y fue decepcionante. En lugar de reconocer las demandas de la población y de mencionar cualquier tipo de reforma, se limitó a culpar a “los enemigos de Siria”, aquellos que incitan las revueltas, incluyendo a las minorías islamistas y palestinas, y a las posibles conspiraciones de las potencias extranjeras. Es ahora cuando la Unión Europea debe presionar al dirigente para que realice, no sólo los cambios de tipo económico exigidos por su pueblo, como ya prometió en su día, sino también políticos.
Durante su visita a Damasco, hace dos meses, Stefan Füle, comisario europeo para la Ampliación y la Política de Vecindad, dijo que había llegado la hora de firmar el acuerdo de asociación UE-Siria, inactivo desde hace mucho tiempo. ¿Diría lo mismo hoy? Tras la brutal represión ejercida por el régimen de Bashar al Assad la semana pasada, lo más probable es que no. Por su parte, el presidente sirio afirmó en enero que las revueltas de Túnez y Egipto estaban provocadas por el "estancamiento" y la "desesperación", dos problemas que, según él, Damasco no padecía. Con esta declaración, el mandatario demostró una actitud demasiado confiada ya que, aunque su pueblo no pide su dimisión, si exige una apertura del régimen político y la derogación del estado de seguridad.
Las acciones del Gobierno y las diversas ramas de sus servicios de inteligencia han sido todo menos lo que la responsable de la Política Exterior de la UE, Catherine Ashton, pidió. En vez de abordar las quejas de su pueblo en un diálogo político integrador, Assad ha tomado drásticas medidas al más puro estilo de autócrata sorprendido por los acontecimientos: detenciones (entre ellas de escolares), disparos contra manifestantes (incluso con balas de verdad) y disolución forzosa de las manifestaciones (como una vigilia con velas ante la embajada libia).
Los Veintisiete, mientras tanto, han demostrado haber aprendido la lección tras Túnez y Egipto. Ashton fue rápida en su condena de la violencia contra los manifestantes sirios, clara en su exigencia de que se pusiera en libertad a los presos políticos y sagaz en su petición de que finalizaran los 48 años de estado de emergencia. Como ocurre en casi todos los regímenes autoritarios, la inmunidad de los omnipresentes servicios de inteligencia y su potestad para detener sin cargos, constituyen la columna vertebral de la opresión ejercida por el Gobierno.
La UE ...
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ANWAR AMRO/AFP/Gettyimages |
El discurso que pronunció ayer el presidente sirio Bashar al Assad estuvo vacío de contenido y fue decepcionante. En lugar de reconocer las demandas de la población y de mencionar cualquier tipo de reforma, se limitó a culpar a “los enemigos de Siria”, aquellos que incitan las revueltas, incluyendo a las minorías islamistas y palestinas, y a las posibles conspiraciones de las potencias extranjeras. Es ahora cuando la Unión Europea debe presionar al dirigente para que realice, no sólo los cambios de tipo económico exigidos por su pueblo, como ya prometió en su día, sino también políticos.
Durante su visita a Damasco, hace dos meses, Stefan Füle, comisario europeo para la Ampliación y la Política de Vecindad, dijo que había llegado la hora de firmar el acuerdo de asociación UE-Siria, inactivo desde hace mucho tiempo. ¿Diría lo mismo hoy? Tras la brutal represión ejercida por el régimen de Bashar al Assad la semana pasada, lo más probable es que no. Por su parte, el presidente sirio afirmó en enero que las revueltas de Túnez y Egipto estaban provocadas por el "estancamiento" y la "desesperación", dos problemas que, según él, Damasco no padecía. Con esta declaración, el mandatario demostró una actitud demasiado confiada ya que, aunque su pueblo no pide su dimisión, si exige una apertura del régimen político y la derogación del estado de seguridad.
Las acciones del Gobierno y las diversas ramas de sus servicios de inteligencia han sido todo menos lo que la responsable de la Política Exterior de la UE, Catherine Ashton, pidió. En vez de abordar las quejas de su pueblo en un diálogo político integrador, Assad ha tomado drásticas medidas al más puro estilo de autócrata sorprendido por los acontecimientos: detenciones (entre ellas de escolares), disparos contra manifestantes (incluso con balas de verdad) y disolución forzosa de las manifestaciones (como una vigilia con velas ante la embajada libia).
Los Veintisiete, mientras tanto, han demostrado haber aprendido la lección tras Túnez y Egipto. Ashton fue rápida en su condena de la violencia contra los manifestantes sirios, clara en su exigencia de que se pusiera en libertad a los presos políticos y sagaz en su petición de que finalizaran los 48 años de estado de emergencia. Como ocurre en casi todos los regímenes autoritarios, la inmunidad de los omnipresentes servicios de inteligencia y su potestad para detener sin cargos, constituyen la columna vertebral de la opresión ejercida por el Gobierno.
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