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5. Ben Bernanke
por ser dueño de la economía estadounidense, sea como sea.
Presidente de la Reserva Federal de EE UU

El que ocupó el número 1 de los pensadores mundiales de FP el año pasado quizá no imaginó que 2010 podía ser peor que 2009. Pero incluso después de la aprobación de unas históricas reformas regulatorias financieras en julio, que dieron a la Reserva Federal un poder sin precedentes, para no hablar de su trabajo en los dos últimos años al timón de la economía estadounidense durante la peor crisis desde la Gran Depresión, Bernanke siguió recibiendo críticas tanto de legisladores como de expertos. Un aumento de la indignación populista, la furia por medidas políticamente difíciles como el rescate de AIG en 2009 y las interminables malas cifras del desempleo le han mantenido en la trinchera.

Sin embargo, él no se ha dado por vencido. Este año, logró que el balance de la Reserva Federal ascendiera a nada menos que 2,3 billones de dólares (frente a 850.000 millones antes de la crisis), traspasó decenas de miles de esos millones al Tesoro para ayudar a cerrar el déficit y llevó adelante la controvertida idea del ajuste cuantitativo, un poderoso estimulante. A la mañana siguiente de la victoria republicana en las elecciones legislativas, que permitía pensar en años de atascos en el Congreso, emprendió la agresiva y arriesgada medida de anunciar que la Reserva Federal iba a inyectar 600.000 millones de dólares más en el sistema financiero antes de 2011, un paso que aumentaría las participaciones del banco a casi 3 billones de dólares y que, de ir todo bien, bajaría los precios de las hipotecas y los índices de desempleo, algo para lo que las demás instancias de la Administración no tienen ya los instrumentos necesarios. Aunque Bernanke reconoció hace poco que “los responsables de los bancos centrales ya no pueden resolver por sí solos los problemas económicos del mundo”, sus audaces medidas no dejan duda sobre quién está al mando.