Niños de Benín en un basurero. Jesús Díez Alcaide
Niños de Benín en un basurero. Jesús Díez Alcalde

La situación que sufren miles de menores en el país amenaza y lastra el desarrollo y la seguridad no sólo de Benín, sino de toda África Occidental.

Al caer la noche, los mercados y suburbios de las principales ciudades de Benín –tanto en el norte musulmán como en el sur de mayoría cristiana– se llenan de niños abandonados en busca de refugio, después de haber pasado el día intentando sobrevivir en lugares infestos. Otros, aún con menos suerte, malviven fuera de sus hogares y de sus familias, donde son sometidos a todo tipo de abusos y a trabajos forzados en unas pésimas condiciones que ponen en riesgo su propia vida. Y lo más dramático es que, en muchos casos, esta situación ha sido provocada por sus propios padres, que llegan a vender a sus hijos por menos de 30 euros para mejorar la economía doméstica o los entregan a terceras personas con el convencimiento de que recibirán una educación o tendrán mejores condiciones de vida. Una extendida y deleznable práctica respaldada incluso por las comunidades locales, cuya cultura tradicional les impide ver que la violencia, la explotación o el abandono de los niños no son comportamientos ilícitos, y mucho menos condenables.

Así, el más favorable de los informes denuncia que, en este país del África Occidental, más de un tercio de los niños sufre algún tipo de explotación, es víctima de trata o vive abandonado en la calle. Un siniestro porcentaje que UNICEF eleva hasta el 50%, en un país donde más de 5 millones de personas –la mitad de la población– tiene menos de 18 años. Frente a esta tragedia social, el Gobierno beninés está reforzando la legislación que protege los derechos del menor, pero reconoce que no tiene suficientes medios, ni recursos económicos, para acabar con esta lacra, y esto solo se podrá conseguir con un esfuerzo coordinado y constante entre las autoridades nacionales y la sociedad civil. Ante esta contrastada realidad, las instituciones estatales –como declaran en su informes– se ven avocadas a depositar, en muchas ocasiones, su responsabilidad en organizaciones no gubernamentales y asociaciones humanitarias nacionales e internacionales, que asumen la responsabilidad de dar cobijo a miles de niños, con el objetivo de proporcionarles un futuro digno que la pobreza, la desigualdad y sus propias familias les han arrebatado.

“En África Occidental –subraya la comisaria de policía Innocentia G.Alovo–, el tráfico infantil es una plaga extremadamente dañina, que devasta a nuestros países. En Benín, como media general, cada día recuperamos seis niños que han sido víctimas de trata o de explotación laboral”. Para atajar este grave problema, es necesario subsanar las causas estructurales que lo provocan: fundamentalmente, los altos niveles de pobreza, la deficiente escolarización y las propias tradiciones culturales. En el ámbito político y de la seguridad, Benín está considerado uno de los países más estables y pacíficos del Golfo de Guinea: consiguió transitar pacíficamente del autoritarismo militar a un régimen democrático en 1990, no tiene ...