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Manifestación feminista en Londres, 4 de marzo de 2018. (Jack Taylor/Getty Images)

Hace algo más de un año, cuando parecía que el cielo se hundía sobre nuestras cabezas –Brexit, Trump, Le Pen, Daesh…– un movimiento global comenzó a tomar forma. En realidad, lo que hacían las marchas de las mujeres, convocadas en Estados Unidos tras la toma de posesión del nuevo presidente, era dar una nueva visibilidad a reivindicaciones que llevaban décadas sobre la mesa. Pero ya el 8 de marzo de 2017 tuvo un aire distinto y una dimensión mucho mayor.

Sin esas marchas, y sin el clima que generaron, es difícil concebir el movimiento #MeToo, que ha  dado una nueva vuelta de tuerca al debate sobre la igualdad y sobre el machismo, y que ha traspasado con mucho las fronteras estadounidenses.

Algo está empezando realmente a cambiar, aunque en cada lugar se vive de un modo diferente. En el propio Estados Unidos, por ejemplo, más de 34.000 mujeres se han registrado en la organización Emily’s List con el fin de presentar sus candidaturas (demócratas) a diferentes puestos de representación política; en un país en donde la presencia femenina en el Congreso no llega al 20%, ya es todo un avance. Como también lo es que casi 1.000 mujeres se presenten en Líbano como candidatas en las próximas legislativas de mayo. O, mucho más profundo en su esencia: los pequeños pasos –para ellas de gigante– que están dando las mujeres en Arabia Saudí, desde poder hacer deporte en la calle hasta poder llegar a conducir.

En una sociedad como la española que, tras décadas de retraso, alcanzó altas cotas de igualdad en un plazo muy rápido, hoy también se respira un aire diferente; la sensación de que algo se está empezando a mover en la transformación de unas mentalidades que, en lo más profundo, no solo no habían avanzado sino que habían ido hacia atrás. Es alarmantemente palpable en las encuestas de opinión entre jóvenes, que revelan, por ejemplo, que uno de cada cuatro considera “normal” la violencia en las relaciones de pareja. Un dato más que significativo en un entorno en donde las diferentes medidas contra la violencia de género no logran disminuir esta lacra.

Frente a ello, el hecho de que el 82% de la población española considere que hay motivos para apoyar la huelga de mujeres es esperanzador. El reconocimiento de la desigualdad es el primer paso para poder combatirla y la desigualdad, ya (casi) nadie la pone en duda, afecta a todos los aspectos de la vida, a los salarios, a las oportunidades, a la visibilidad, al reconocimiento, al hogar, a la seguridad…

Desde que las islandesas convocaran la primera huelga de este tipo, en 1975, es la primera vez que se organiza en España. Y es apabullante el respaldo que está teniendo desde todo tipo de colectivos, desde las periodistas hasta las académicas, desde las abogadas hasta las deportistas. Es una pena que la polarización del debate político haya llegado también a este terreno, con una batalla en redes y medios que distrae del objetivo último.

Las miles de manifestaciones previstas para hoy en todo el mundo nos dan a las mujeres un altavoz excepcional. Pero se trata de una carrera de fondo. Lo peor que puede pasar en estos casos es, después de la euforia, caer en la complacencia. La igualdad real necesita de gestos y de momentos impactantes, como los que se están viviendo hoy, pero necesita sobre todo de un compromiso firme de la sociedad por transformar mentalidades y actitudes que se han arraigado profundamente a lo largo de los siglos. No se trata de llegar a ser como ellos; se trata de alcanzar un sistema de valores que refleje, realmente, la diversidad, y deje atrás los modelos paternalistas y machistas sobre los que se han asentado hasta ahora.

Por eso seguimos animando desde esglobal a mantener día a día esa actitud transformadora. También desde nuestro espacio seguiremos dando voz a las necesidades, los desafíos y los logros de mujeres en todo el mundo. Y como una muestra simbólica, todos nuestros contenidos de esta última semana han sido escritos por mujeres.

La llegada del presidente Trump fue un jarro de agua fría para las expectativas de muchos. Sin embargo, también ha servido, involuntariamente, de catalizador para un movimiento cuyos efectos esperamos que sean duraderos. En ese sentido, bienvenido sea. ¡Feliz Día de la Mujer!