• The Irrawaddy,
    vol. 14, nº 2, marzo de 2006,
    Chiang Mai (Tailandia)

En la joven república de Birmania (hoy, Myanmar), la democracia se
interrumpió hace 44 años, cuando el Ejército se hizo con
el control del país en un golpe de Estado. Desde entonces, la situación
política se ha desarrollado como un interminable vídeo rayado
de opresión y estancamiento.

Los generales tiranos utilizan la violencia y la intimidación para
aferrarse al poder, los opositores que defienden la democracia se pudren en
prisiones estilo gulag, los regímenes afines de Pekín y Pyongyang
mantienen el país a flote con flujos militares y financieros y los gobiernos
occidentales y asiáticos no se ponen de acuerdo sobre qué hacer.
Dentro del país, la prensa nacional es censurada y controlada por el
Estado. Y, para los medios de comunicación internacionales que, de vez
en cuando, prestan atención, la historia es la misma que hace cinco
o incluso diez años. Los últimos acontecimientos políticos
sólo confirman el statu quo. La Junta Militar ha desoído los
nuevos llamamientos para liberar al icono de la democracia Aung San Suu Kyi
de su arresto domiciliario, ha hecho caso omiso de los esfuerzos de la Administración
Bush para llevar el caso ante el Consejo de Seguridad de la ONU y ha ignorado
las presiones diplomáticas de sus vecinos para abrazar la democracia.

¿Cómo cubrir una historia que no cambia? La revista mensual
The Irrawaddy ha hallado la manera de penetrar en el país, sellado herméticamente,
confiando en una red clandestina de contactos e informantes.

Rara vez el régimen concede visados a periodistas occidentales, y los
medios de comunicación extranjeros que trabajan dentro del país
sólo pueden contratar a reporteros locales, que son objeto de intimidación.
Así que es casi un misterio cómo esta publicación, que
tiene su sede en Chiang Mai, una ciudad del norte de Tailandia, sigue publicando
exclusivas como churros sobre las luchas de poder dentro de la Junta, los grupos
rebeldes armados minoritarios, el sida y el estado de ánimo del clero
budista, por enumerar sólo unos cuantos temas clave. "Introducimos
a personas de manera clandestina", comenta Aung Zaw, su fundador y director. "También
utilizamos fuentes occidentales". Normalmente entran como si fueran turistas,
y si les descubren, suelen expulsarles.

La revista también cuenta con múltiples contactos (desde intelectuales
a monjes pasando por funcionarios públicos y personal militar afín)
dispersos por toda Birmania, que proporcionan información y documentos. "Pese
a que no podamos estar físicamente en el país", comenta
el director, "ahora hay muchas noticias sobre Birmania". El riesgo
es alto. Hace 10 años descubrieron a un amigo suyo birmano enviando
información y lo condenaron a siete años de prisión.

¿Objetivo Birmania?: The Irrawaddy se infiltra en una de las sociedades más pobres y cerradas del mundo.
¿Objetivo Birmania?: The
Irrawaddy
se infiltra
en una de las sociedades más pobres y cerradas del mundo.

La publicación ha recorrido un largo camino desde que su creador iniciara
un boletín informativo de cuatro páginas hace 14 años.
En la actualidad, The Irrawaddy, que recibe ese nombre por el río que
vio nacer a la civilización birmana, es una impecable revista en color
con una tirada internacional de 3.000 ejemplares. Esa cifra puede parecer poca
cosa, pero su impacto es muy grande. "Dado que se conoce tan poco de
lo que ocurre dentro del país", señala John Brandon, director
de programas de Relaciones Internacionales para The Asia Fundation, cuya sede
central está en San Francisco, EE UU, "The
Irrawaddy
posee un
valor incalculable para los observadores externos (…)". Aung Zaw
se asegura de que los gobiernos extranjeros, la ONU y las ONG reciban ejemplares. "La
clave es que lean la revista", afirma. "No creo que estén
siempre de acuerdo con nosotros, pero no pueden pasarnos por alto". Su
web, www.irrawaddy.org, en inglés y birmano, alcanza la impresionante
cifra de 47.000 visitantes distintos al mes. La Junta, que supervisa el contenido
de los e-mails y de Internet, la ha prohibido, pero los birmanos pueden seguir
accediendo a ella a través de servidores proxy (intermediarios). Además,
500 ejemplares de la revista se introducen de forma subrepticia en el país
cada mes y se distribuyen entre los diplomáticos extranjeros.

Calificada de "herramienta de Occidente" por el régimen,
The Irrawaddy es una publicación sin ánimo de lucro que sobrevive
gracias a las subvenciones de grupos internacionales como el National Endowment
for Democracy (Fondo Nacional para la Democracia, Washington) y Open Society,
del financiero George Soros, además de las ayudas de un puñado
de gobiernos europeos y ONG. Su plantilla, compuesta por 24 personas, incluye
tailandeses y occidentales, así como birmanos exiliados. Muchos de estos últimos
son ex activistas que corren el riesgo de ser detenidos si regresan al país.
Pero Aung Zaw niega que exista cualquier tipo de parcialidad. El personal tiene
prohibido pertenecer a cualquier grupo opositor birmano.

The Irrawaddy publica artículos que suelen ofrecer una imagen negativa
de la Junta. Sin embargo, el director señala que también difunde
noticias desfavorables sobre los grupos de la oposición en el exilio
y los movimientos armados independientes con base en Bangkok y en la frontera
entre Tailandia y Birmania. "Hemos escrito artículos críticos
sobre Aung San Suu Kyi y la Liga Nacional para la Democracia", afirma. "Somos
periodistas independientes. Nuestro trabajo no consiste en derribar al Gobierno;
eso es tarea de los grupos prodemócratas".

Aunque es cierto que critica a todas las partes, en gran medida la revista
mantiene una comprensible postura contraria a la Junta. Por ejemplo, en su
número de marzo, la noticia de portada (‘El ascenso y ascenso
del Ejército birmano’) ofrece un análisis en profundidad
e información reciente sobre la estabilidad del Gobierno militar. Pese
a sus luchas intestinas entre los cargos intermedios y la baja moral entre
sus filas, el Ejército, dirigido por el infatigable general Than Shwe,
no está a punto de perder las riendas del poder. Aung Zaw expone argumentos
convincentes pero se deja llevar por su hábito de salpicar un artículo
de información supuestamente objetivo con afirmaciones como: "La
vida del birmano de a pie no ha mejorado en ningún aspecto discernible",
sin ofrecer ningún dato socioeconómico para respaldarlo. El análisis
es certero, pero la ira de la redacción contra la Junta se deja sentir
en sus páginas.

Por ahora, Aung Zaw y su plantilla ya tienen suficiente con ser la principal
fuente independiente de noticias sobre Birmania. Han soportado la hostilidad
de las autoridades tailandesas y las amenazas de la Junta, y han pasado apuros
económicos. Pero no piden disculpas por el resultado. "No desvirtuamos
las cifras de los asesinatos ni de los casos de la epidemia de VIH y sida,
pero la Junta sigue odiándonos", comenta el periodista. Todo ello
hace que los reportajes de The Irrawaddy ofrezcan un enfoque totalmente nuevo
sobre Birmania.

Birmania, un río de noticias. Joe Cochrane

  • The Irrawaddy,
    vol. 14, nº 2, marzo de 2006,
    Chiang Mai (Tailandia)

En la joven república de Birmania (hoy, Myanmar), la democracia se
interrumpió hace 44 años, cuando el Ejército se hizo con
el control del país en un golpe de Estado. Desde entonces, la situación
política se ha desarrollado como un interminable vídeo rayado
de opresión y estancamiento.

Los generales tiranos utilizan la violencia y la intimidación para
aferrarse al poder, los opositores que defienden la democracia se pudren en
prisiones estilo gulag, los regímenes afines de Pekín y Pyongyang
mantienen el país a flote con flujos militares y financieros y los gobiernos
occidentales y asiáticos no se ponen de acuerdo sobre qué hacer.
Dentro del país, la prensa nacional es censurada y controlada por el
Estado. Y, para los medios de comunicación internacionales que, de vez
en cuando, prestan atención, la historia es la misma que hace cinco
o incluso diez años. Los últimos acontecimientos políticos
sólo confirman el statu quo. La Junta Militar ha desoído los
nuevos llamamientos para liberar al icono de la democracia Aung San Suu Kyi
de su arresto domiciliario, ha hecho caso omiso de los esfuerzos de la Administración
Bush para llevar el caso ante el Consejo de Seguridad de la ONU y ha ignorado
las presiones diplomáticas de sus vecinos para abrazar la democracia.

¿Cómo cubrir una historia que no cambia? La revista mensual
The Irrawaddy ha hallado la manera de penetrar en el país, sellado herméticamente,
confiando en una red clandestina de contactos e informantes.

Rara vez el régimen concede visados a periodistas occidentales, y los
medios de comunicación extranjeros que trabajan dentro del país
sólo pueden contratar a reporteros locales, que son objeto de intimidación.
Así que es casi un misterio cómo esta publicación, que
tiene su sede en Chiang Mai, una ciudad del norte de Tailandia, sigue publicando
exclusivas como churros sobre las luchas de poder dentro de la Junta, los grupos
rebeldes armados minoritarios, el sida y el estado de ánimo del clero
budista, por enumerar sólo unos cuantos temas clave. "Introducimos
a personas de manera clandestina", comenta Aung Zaw, su fundador y director. "También
utilizamos fuentes occidentales". Normalmente entran como si fueran turistas,
y si les descubren, suelen expulsarles.

La revista también cuenta con múltiples contactos (desde intelectuales
a monjes pasando por funcionarios públicos y personal militar afín)
dispersos por toda Birmania, que proporcionan información y documentos. "Pese
a que no podamos estar físicamente en el país", comenta
el director, "ahora hay muchas noticias sobre Birmania". El riesgo
es alto. Hace 10 años descubrieron a un amigo suyo birmano enviando
información y lo condenaron a siete años de prisión.

¿Objetivo Birmania?: The Irrawaddy se infiltra en una de las sociedades más pobres y cerradas del mundo.
¿Objetivo Birmania?: The
Irrawaddy
se infiltra
en una de las sociedades más pobres y cerradas del mundo.

La publicación ha recorrido un largo camino desde que su creador iniciara
un boletín informativo de cuatro páginas hace 14 años.
En la actualidad, The Irrawaddy, que recibe ese nombre por el río que
vio nacer a la civilización birmana, es una impecable revista en color
con una tirada internacional de 3.000 ejemplares. Esa cifra puede parecer poca
cosa, pero su impacto es muy grande. "Dado que se conoce tan poco de
lo que ocurre dentro del país", señala John Brandon, director
de programas de Relaciones Internacionales para The Asia Fundation, cuya sede
central está en San Francisco, EE UU, "The
Irrawaddy
posee un
valor incalculable para los observadores externos (…)". Aung Zaw
se asegura de que los gobiernos extranjeros, la ONU y las ONG reciban ejemplares. "La
clave es que lean la revista", afirma. "No creo que estén
siempre de acuerdo con nosotros, pero no pueden pasarnos por alto". Su
web, www.irrawaddy.org, en inglés y birmano, alcanza la impresionante
cifra de 47.000 visitantes distintos al mes. La Junta, que supervisa el contenido
de los e-mails y de Internet, la ha prohibido, pero los birmanos pueden seguir
accediendo a ella a través de servidores proxy (intermediarios). Además,
500 ejemplares de la revista se introducen de forma subrepticia en el país
cada mes y se distribuyen entre los diplomáticos extranjeros.

Calificada de "herramienta de Occidente" por el régimen,
The Irrawaddy es una publicación sin ánimo de lucro que sobrevive
gracias a las subvenciones de grupos internacionales como el National Endowment
for Democracy (Fondo Nacional para la Democracia, Washington) y Open Society,
del financiero George Soros, además de las ayudas de un puñado
de gobiernos europeos y ONG. Su plantilla, compuesta por 24 personas, incluye
tailandeses y occidentales, así como birmanos exiliados. Muchos de estos últimos
son ex activistas que corren el riesgo de ser detenidos si regresan al país.
Pero Aung Zaw niega que exista cualquier tipo de parcialidad. El personal tiene
prohibido pertenecer a cualquier grupo opositor birmano.

The Irrawaddy publica artículos que suelen ofrecer una imagen negativa
de la Junta. Sin embargo, el director señala que también difunde
noticias desfavorables sobre los grupos de la oposición en el exilio
y los movimientos armados independientes con base en Bangkok y en la frontera
entre Tailandia y Birmania. "Hemos escrito artículos críticos
sobre Aung San Suu Kyi y la Liga Nacional para la Democracia", afirma. "Somos
periodistas independientes. Nuestro trabajo no consiste en derribar al Gobierno;
eso es tarea de los grupos prodemócratas".

Aunque es cierto que critica a todas las partes, en gran medida la revista
mantiene una comprensible postura contraria a la Junta. Por ejemplo, en su
número de marzo, la noticia de portada (‘El ascenso y ascenso
del Ejército birmano’) ofrece un análisis en profundidad
e información reciente sobre la estabilidad del Gobierno militar. Pese
a sus luchas intestinas entre los cargos intermedios y la baja moral entre
sus filas, el Ejército, dirigido por el infatigable general Than Shwe,
no está a punto de perder las riendas del poder. Aung Zaw expone argumentos
convincentes pero se deja llevar por su hábito de salpicar un artículo
de información supuestamente objetivo con afirmaciones como: "La
vida del birmano de a pie no ha mejorado en ningún aspecto discernible",
sin ofrecer ningún dato socioeconómico para respaldarlo. El análisis
es certero, pero la ira de la redacción contra la Junta se deja sentir
en sus páginas.

Por ahora, Aung Zaw y su plantilla ya tienen suficiente con ser la principal
fuente independiente de noticias sobre Birmania. Han soportado la hostilidad
de las autoridades tailandesas y las amenazas de la Junta, y han pasado apuros
económicos. Pero no piden disculpas por el resultado. "No desvirtuamos
las cifras de los asesinatos ni de los casos de la epidemia de VIH y sida,
pero la Junta sigue odiándonos", comenta el periodista. Todo ello
hace que los reportajes de The Irrawaddy ofrezcan un enfoque totalmente nuevo
sobre Birmania.

Joe Cochrane cubre el sureste asiático
como corresponsal especial de Newsweek.