Minoría musulmana Rohingya en el campo de desplazados Thet Kal Pyin. Romeo Gacad/AFP/Getty Images

El nuevo Gobierno civil encabezado por la Nobel de la Paz, Aung San Suu Kyi, prometió que sus grandes prioridades serían la paz y la reconciliación; sin embargo, los recientes estallidos de violencia han puesto en peligro los intentos de acabar con casi 70 años de conflicto armado. En noviembre, una "Alianza del Norte", formada por cuatro grupos armados, llevó a cabo varios ataques conjuntos sin precedentes contra objetivos urbanos en una zona comercial muy importante, en la frontera con China, y eso desencadenó una escalada militar en el nordeste. No son buenos augurios para la próxima sesión de la Conferencia de Panglong en el siglo XXI, prevista en febrero como un intento de reunir a la mayoría de los grandes grupos armados étnicos del país en un renovado proceso de paz.

Mientras tanto, la suerte de la minoría musulmana de los rohingyas está despertando la preocupación internacional. Los derechos de este grupo se han deteriorado gradualmente en años recientes, sobre todo tras la violencia antimusulmana que estalló en el estado de Rakhine en 2012. El último brote en dicha zona se debió a una serie de atentados cometidos en octubre y noviembre contra la policía de fronteras y el Ejército en una zona próxima a la frontera con Bangladesh, en el noroeste. Las fuerzas de seguridad respondieron con contundencia en una campaña que no distinguió apenas entre militantes y civiles, y se les acusó de ejecuciones extrajudiciales, violaciones e incendios provocados. A mediados de diciembre, la ONU calculaba que alrededor de 27.000 rohingyas habían huido a Bangladesh. Más de una docena de premios Nobel firmaron una carta abierta en la que criticaban a Aung San Suu Kyi por no alzar la voz contra los abusos y exigiendo igualdad de derechos y ciudadanía para los rohingyas.

Los primeros ataques los cometió un grupo armado denominado Harakah al Yaqin ("Movimiento de la fe"), cuya aparición puede transformar la situación en Birmania. Aunque los rohingyas nunca han estado radicalizados, la dura respuesta militar del Gobierno aumenta el peligro de una espiral de violencia. Los yihadistas internacionales pueden aprovechar sus motivos de queja para promover sus intereses particulares y calentar las tensiones religiosas en este país de mayoría budista.

 

Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia