blockchain
Getty Images

¿Qué posibilidades de beneficio o manipulación de la población puede traer el dinero de helicóptero utilizando la tecnología blockchain?

El premio Nobel Milton Friedman propuso en 1969, para explicar los efectos de una política monetaria expansiva (lo que ahora se llama quantitative easing, y que tradicionalmente ha consistido en poner en marcha la máquina de imprimir dinero y buscar los medios para que esté a disposición de la economía del país o la región en cuestión), la parábola de que sus consecuencias serían completamente equivalentes a las que tendría lanzar dinero desde un helicóptero para que llegara directamente a los individuos. Hasta ahora, por irrealizable en la práctica, no ha dejado de ser una explicación académica para ilustrar los efectos del incremento de la base monetaria en la economía. Y cuando se ha tenido que poner en marcha, como sucede actualmente en Europa y Estados Unidos, se hace de una forma tortuosa, generando beneficios para el sistema bancario, el financiero y las grandes empresas, pero con resultados limitados en la economía real y en los individuos, incluidos algunos incentivos perversos en las cuentas públicas de los países.

Pero lo que parecía una quimera meramente ilustrativa puede convertirse en realidad gracias a la tecnología. Supongamos que se pone en marcha una moneda digital. Y supongamos también que reemplaza suficientemente a todos los activos líquidos de la masa monetaria –M0 y M1 en la jerga financiera. Si una mayoría de los ciudadanos de un país o región tienen estos activos en moneda digital y accesibles desde un sistema central, nada más fácil que, cada vez que sea necesario o conveniente desde el punto de vista político, económico o social, darles un premio en forma de un incremento directo de su disponibilidad monetaria. Voilà, el helicóptero (digital) ha llegado y trae algo para ti.

Para el primer paso hace falta la tecnología blockchain, tal como se explica a continuación. Para el segundo, hace falta un agente público o privado con suficiente poder como para convencer a los ciudadanos –y al sistema bancario– de llevar a cabo esta transformación en la denominación de sus activos renunciando a grandes parcelas de privacidad y autonomía de las que disfrutaban anteriormente. Algo que ya está pasando como también se ilustra más abajo. El tercero es el más sencillo: sólo hace falta alguien interesado en las infinitas posibilidades de beneficio o manipulación de la población que el dinero de helicóptero puede traer, precisamente el objetivo final de este breve análisis.

 

Bienvenido Mr. Blockchain

Cuando se habla de blockchain se hace para referirse a un sistema descentralizado que, en esencia, desplaza el poder de registro notarial hacia los propios usuarios y que, por tanto, elimina la necesidad de un fedatario público. Es por así decirlo, una cierta devolución de poder a la ciudadanía desde la autoridad central. Es también la base de diversas criptomonedas descentralizadas como el famoso bitcoin. Sin embargo, no es esto en lo que están pensando algunos gobiernos y grandes compañías de tecnología cuando consideran las posibilidades de blockchain. Hay algo más, probablemente muy cercano a lo que tenía en mente el Presidente chino, Xi Jinping, cuando explicó en octubre de 2019 que esta tecnología se convertía en una prioridad nacional para explorar sus aplicaciones en la vida diaria de las personas.

La solución a este enigma es reformar la tecnología o, por mejor decir, revisarla para servir al objetivo prioritario del negocio –empresas privadas– o del control social –gobiernos autoritarios. Es reconvertir una tecnología originalmente pensada para constituir un sistema anónimo, descentralizado y cuya verificación se dirime por consenso entre una multitud de servidores participantes en la Red en todo lo contrario. Ahora sería un sistema con identificación obligatoria –cómo saber si no quién hace qué transacción–, centralizado y con verificación basada en el principio de autoridad. Blockchain –igual que Internet– ha resultado ser una tecnología bastante más maleable que la que sus (ingenuos) evangelistas nunca pensaron.

Siguiendo estas directrices, en 2020 diversas (11) instituciones del Gobierno chino, bancos y empresas de nuevas tecnologías, entre las que se incluyen el Chinese National Information Center, China UnionPay (el equivalente a lo que serían MasterCard o Visa) y China Mobile, lanzaron oficialmente una Red de Servicios basados en blockchain. Es una de las primeras redes de esta tecnología que es apoyada y mantenida por el gobierno de un país. Su objetivo es que todos los participantes interesados puedan utilizar servicios basados en blockchain o construir sus propias aplicaciones sin tener que desarrollar toda la infraestructura necesaria, que puede ser particularmente costosa y compleja; en fin, generar desde los centros que ya controlan el mercado monetario los mecanismos que, en manos de otros, podrían desplazar su actual capacidad de monitorización y control. El plan de desarrollo de esta red consiste en estar presente en más de doscientas de las principales ciudades de China en 2020, con la ambición de que se convierta en un estándar global que se extienda también a otros países (aunque no está claro cómo reaccionarían otros Estados al hecho de que el Gobierno de Pekín conserve la clave maestra que le permite acceder a la información de todas y cada una de las transacciones). De hecho, China ya es el líder global en las patentes relacionadas con blockchain según la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual. Este dato resulta de enorme importancia para el futuro panorama geotecnológico y geoeconómico internacional, y constituye uno de los pilares del poder blando, cada vez más consistente y ominoso, que está ejerciendo el gigante asiático en su paciente pero implacable persecución de la hegemonía global.

 

El caso del yuan digital

yuan_digital
Getty Images

En el caso de China, todas estas implementaciones son solo el comienzo, puesto que el objetivo final es la creación de una moneda digital: el yuan digital. Una divisa no física y automáticamente trazable, al estar basada en esta versión identificada y centralizada de la tecnología blockchain que acabamos de describir. Es un ámbito en el que las soluciones que parecen más avanzadas actualmente son la Libra de Facebook y este a veces denominado Sistema de Pagos en Moneda Digital (DCEP en sus siglas en inglés), ya en pruebas en China.

Su modo de funcionamiento sería el siguiente: los usuarios se descargarían un monedero virtual en sus móviles y cambiarían su dinero por este nuevo yuan digital. Ya que es un país que utiliza de forma masiva los pagos móviles para las transacciones diarias, mayoritariamente con Alipay o con WeChat (apps que además incorporan otras funcionalidades explotables), esto no supondría ningún cambio drástico de las costumbres actuales. Cada vez que sucediera una transacción, fuera donde fuera, el gobierno tendría información completa en tiempo real en lugar de tener que averiguarla a través de la información de terceros.

Las pruebas del yuan digital ya han comenzado en diversas ciudades del gigante asiático. Por ejemplo, en Shenzhen en octubre de 2020 a través de una lotería –en lo que sería una versión de juguete del helicóptero del dinero– se ha premiado a 50.000 personas con 200 yuanes digitales cada una para comprobar el funcionamiento de la tecnología.

 

Nueva economía o nueva demagogia

Este es precisamente el sueño de muchos. Si se puede hacer prácticamente ya en Shenzhen, solo es cuestión de escalar la solución para, en caso de estímulos monetarios, ofrecer directamente el dinero a los ciudadanos en lugar de seguir la compleja ruta que comienza en el banco central y, desde aquí llega a los bancos comerciales, a las empresas y a las familias.

Para imaginar sus efectos basta con pensar en el caso del plan de recuperación europeo postcovid. En lugar de complejas negociaciones sobre cómo utilizar de la mejor manera posible este dinero para que tenga efectos sobre la economía y la sociedad que compensen las penurias pasadas, el dinero iría directamente a la cuenta del usuario en el banco central o en la empresa de fintech en cuestión. Con acceso a un número suficiente de datos, no sólo económicos, y con la capacidad para procesarlos de sofisticados algoritmos, incluso se podría jugar a políticas sociales (o populistas) para ajustar cantidades en función de diversos criterios posibles como nivel de renta, riesgo de exclusión o cualesquiera otras. Una vez en manos de los usuarios, y dependiendo de la propensión al ahorro, que no dejaría de ser un retorno para el ámbito bancario/financiero, se convertiría en gasto directo. Reactivación inmediata de la economía, dejando aparte otros posibles efectos

Luego, solo es cuestión de diseñar políticas de demanda si se quiere dirigir este gasto hacia sectores concretos como podrían ser energías limpias o transporte sostenible. Las políticas de demanda son potencialmente más transparentes y menos distorsionadoras que las de oferta y, además, permiten que se creen nuevos negocios al no tener que estar basadas en la industria ya existente. En un último paso, solo sería necesario utilizar una aspiradora de dinero –lo opuesto al helicóptero– para extraer el exceso monetario y controlar la inflación. En última instancia, y teniendo siempre en cuenta que la economía es una ciencia social, cuyos efectos en ese caso aún están sin explorar, podría incluso prescindirse de la tasa de interés.

Este es el sueño de algunos. Pero también hay una pesadilla asociada. ¿Qué impide a un gobernante ambicioso utilizar la máquina de imprimir billetes para ofrecer dinero –comprar– directamente a los ciudadanos? Sería el populismo llevado a su máxima –quizá última– expresión. ¿Cómo se puede perder una elección –o el poder si se ha llegado por otros medios– si puede remunerarse a los votantes o a los que apoyan al mandatario de turno?  ¿Quién va a morder la mano que le da de comer?

Y no se trata sólo de un efecto nacional, como ya hemos apuntado anteriormente. Pensemos por un momento en una China que quiere demostrar que su sistema político-económico es mejor que ningún otro y que se basa en una sociedad especialmente cohesionada. Control y remuneración es una mezcla muy potente en manos del poder. Una implementación de este tipo de moneda digital convierte al país de turno en más resiliente a priori frente a shocks externos. Este uso de la tecnología podría ser, por tanto, una ventaja competitiva clave en el escenario internacional y constituir un modelo muy atractivo a seguir por los países occidentales. En lo económico, pero también en lo político, con todas las implicaciones que ello conlleva para sus Estados de derecho y la vida de sus ciudadanos.

Además, facilitaría el camino del yuan en su pretensión de convertirse en una moneda de reserva, porque al igual que se remunera a los nacionales, puede hacerse lo mismo con la diáspora correspondiente o con aquellos que pertenezcan al área de influencia geopolítica deseada. Pekín lleva años buscando potenciar el peso del yuan en la cesta de las divisas de reserva, con la vista puesta en la dilución del papel central del dólar estadounidense en la economía mundial, escapando al dominio de Washington sobre el sistema de transacciones monetarias.

Una economía digital de las características descritas ofrecería cartas nuevas para la siguiente partida y el potencial de control que ofrece este sistema supone una tentación muy grande como para no jugarla.

La carrera, no está nada claro que hacia mejor, ha comenzado.

Una parte del análisis presentado forma parte del libro Tecno-socialismo con características chinas (C. F. González, en publicación). Las opiniones vertidas son las de los autores y no de sus instituciones. Se aplican los habituales descargos de responsabilidad.