Carteles de partidos políticos y candidatos se alinean en las calles mientras el país se prepara para las elecciones del 2 de octubre en Sarajevo, Bosnia y Herzegovina, el 27 de septiembre de 2022. (Foto de Samir Jordamovic/Anadolu Agency vía Getty Images)

Las claves de las elecciones bosnias y por qué los órdagos etnonacionalistas se premian en el país balcánico.

La guerra de los 90 terminó en los campos de batalla, pero para muchos bosnios nunca terminó del todo. En los últimos dos años se incrementaron las referencias al pasado y la invasión rusa de Ucrania ha despertado una memoria trágica que nunca mengua. Son remembranzas difíciles de ponderar para los que no han vivido un conflicto armado, pero no así para la élite bosnia, que sabe cómo instrumentalizar esos traumas. La campaña electoral para las elecciones del 2 de octubre, sin embargo, ha sido relativamente pacífica, pero con la sombra de la guerra en una especie de rumor de fondo.

Hay indicadores más apabullantes sobre los miedos que atenazan a los bosnios. Si cotejamos los datos disponibles, según la Unión para el Retorno Sostenible y la Integración, 170.000 bosnios abandonaron el país solo en 2021, el segundo año del coronavirus. En su inmensa mayoría gente en edad de trabajar, con buena salud y formación que no puede proyectar el futuro en Bosnia y Herzegovina. La corrupción, las injusticias sociales, la falta de trabajo, el desencanto y una red de contactos estrecha en Alemania, Austria, Suecia, Suiza, Serbia o Croacia invitan a largarse en cuanto se tiene una oportunidad y una maleta decente que llevarse al autobús. No es una dinámica nueva. La población bosnia que vive en el extranjero asciende a una cifra superior a la mitad de aquellos que viven en su Estado.

Se han celebrado las elecciones y la Comisión Electoral Central de Bosnia y Herzegovina anunciaba que 127 formaciones políticas estaban en la lista electoral: 72 partidos, 38 coaliciones y 17 candidatos independientes. Un total de 7.257 candidatos competían por un despacho. Más de 3 millones de votantes fueron llamados a las urnas. Es un lugar común decir que el sistema político bosnio es complejo, pero realmente lo es, también para sus propios ciudadanos, que se sienten cada vez más desapegados de la política.  Desde 1996, el grado de participación se ha ido reduciendo desde el 79%, hasta este año, donde apenas ha llegado al 50%. Cualquier análisis de los comicios parece ocultar la realidad política de la mitad de sus votantes.

Las elecciones tenían que determinar quiénes ganaban las presidenciales, a repartir entre los líderes de las tres naciones constituyentes: bosníacos, serbios y croatas, y quiénes gobernarán en las entidades de la Republika Srpska y la Federación de Bosnia y Herzegovina. La primera entidad, de mayoría serbia, y centralizada en Banja Luka, y la segunda de mayoría bosníaco-croata, y dividida en 10 cantones. Así como elegir los parlamentos de las entidades y los gobiernos cantonales.

Las presidenciales por el lado bosníaco han deparado la derrota de Bakir Izetbegović (SDA), hijo del expresidente Alija Izetbegović, que perdió ante el candidato socialdemócrata Denis Bećirović (SDP), apoyado por una coalición de 10 partidos. Muchas razones se aducen para este vuelco electoral en contra del heredero: una trayectoria errática, los sucesivos casos de corrupción y nepotismo, y una campaña electoral donde ganaron protagonismo los excesos verbales, de su mujer Sebija Izetbegović, quien optaba a un escaño y a quien se ha acusado repetidamente de beneficiarse de la influencia de su marido, aunque no solo. No debieron de favorecer a Izetbegović tampoco sus declaraciones sobre un conato de conflicto en Bosnia y Herzegovina: "Nos hemos contado a nosotros mismos [los bosníacos]. Y sabemos cuántos cazadores tenemos y cuántos jóvenes hay y cuántos instructores tenemos en drones y demás".

La victoria de Denis Bećirović alimenta la esperanza de una política fuera de los canales etnocráticos, pero el SDA sigue dominando la Federación de Bosnia y Herzegovina, y eso implica que la red clientelar del partido nacionalista bosníaco seguirá controlando el poder institucional al margen de la corriente reformista que parte sobre todo de Sarajevo, donde gobierna en la alcaldía el SDP, y de la antigua facción del SDA, el NiP, pero que no tienen una incidencia transversal sobre la vecina Republika Srpska.

A falta de los resultados definitivos, cuando se trata de la Republika Srpska, el SNSD parece haber logrado la victoria. Le siguen el SDS y el PDP. Milorad Dodik tiene los datos a su favor para haber ganado la presidencia de la entidad de mayoría serbia y su aliada Željka Cvijanović la presidencia serbia del Estado. La primera consecuencia esperable es que la entidad siga medrando en su agenda independentista y putinista, enfrentada a Sarajevo y a los poderes occidentales, sobre todo a la OTAN. La rival de Dodik, JelenaTrivić (PDP), en cualquier caso, mantiene una senda discursiva similar y disfruta de buenas relaciones con Belgrado. Trivić ha impugnado los resultados por irregularidades y reclama la repetición de los comicios.

La intervención del Alto Representante

El recuento de votos comenzó marcado por la noticia de que el Alto Representante, Christian Schmidt, había decidido imponer un cambio constitucional en la Federación de Bosnia y Herzegovina y en la ley electoral. En el mes de julio la noticia de esta medida ya había supuesto una reacción enervada de los movimientos pro ciudadanía bosnia, contrarios a la parcelación étnica del espectro político. Las medidas intentan promover una mejor representación croata, lo que en la práctica beneficia al nacionalismo croata del HDZ, al mismo tiempo que persigue evitar, para no bloquear la política bosnia, "el abuso de los Intereses Nacionales Vitales especificando la gama de temas en los que se puede invocar". La nueva intervención incrementa el número de representantes en la Cámara de los Pueblos de la entidad de la Federación y cambia la forma en que son elegidos. Además, se incluye la fecha límite para la formación del gobierno después de las elecciones.

La intervención del Alto Representante tuvo una tibia contestación de la UE en Bosnia y Herzegovina, quien señaló que "toma nota de la decisión del Alto Representante" y que ha sido una decisión tomada por su cuenta. Por otro lado, EE UU y Reino Unido, sin embargo, apoyaron la medida. Parece una iniciativa más impulsada desde Washington que desde Berlín para garantizar la viabilidad y funcionalidad estatal. En realidad, la medida denota un doble fracaso, tanto para la clase política local, incapaz de lograr acuerdos que saquen al país de inmovilismo, como para la presencia occidental en Bosnia y Herzegovina, sin un plan cohesionado que impida a los actores locales retorcer los Acuerdos de Dayton en beneficio propio sin una perspectiva de estado. De primeras, el voto ciudadano ya queda devaluado cuando, sin advertirlo antes, una autoridad superior reformula el impacto que tiene este sobre las instituciones.

El votante bosnio se encuentra atrapado en una camisa de fuerza etnonacional donde el voto representa una forma de protección del colectivo étnico frente a la injerencia de los otros grupos nacionales. Desde las elecciones de 2014, el Gobierno de la Federación de Bosnia y Herzegovina no se ha formado porque el HDZ se ha venido oponiendo, insistiendo en la reforma de la Ley Electoral y en una representación más acorde con los "intereses croatas". La situación es tan paradójica que el HDZ puede utilizar la derrota de su candidata, Borjana Krišto, ante Željko Komšić, también croata, apenas votado en los cantones de mayoría croata, como ejemplo de la discriminación de un sistema donde la comunidad croata se encuentra infrarrepresentada. El resultado es que las naciones constituyentes son más legítimas para gobernar que la representación de la suma de los ciudadanos del estado. El Alto Representante ya le ha dado al HDZ lo que quería antes de que lo reclamara.

El Alto Representante para Bosnia y Herzegovina, Christian Schmidt, ofrece una rueda de prensa en la Oficina del Alto Representante en Sarajevo, Bosnia y Herzegovina, el 27 de julio de 2022. (Foto de Nihad Ibrahimkadic/Anadolu Agency vía Getty Images)

En este contexto, se entiende el aplauso que ha recibido en Zagreb la medida del Alto Representante por parte del presidente de Croacia, Andrej Plenković, y del jefe de la diplomacia croata, Gordan Grlić-Radman, donde desde hace años se vulnera la soberanía bosnia jugándose la carta de la discriminación contra los bosnio-croatas. Sin embargo, la medida del Alto Representante, se trata de una iniciativa con un horizonte cortoplacista, y se entiende en su voluntad también de aplacar los vínculos que vienen gestándose entre nacionalistas serbios y croatas obcecados en diseñar el estado a su medida, en un contexto geopolítico tremendamente incierto donde los poderes occidentales no quieren estar atascados en el barro bosnio. Como resultado, se termina premiando los órdagos etnonacionalistas para garantizar unos mínimos de estabilidad al tiempo que se socava la credibilidad de las políticas liberales en Bosnia y Herzegovina y el futuro del país en la Unión Europea.

Existió, en su momento, cierto consenso acerca de la incapacidad de los plenums bosnios para prosperar en 2014 después del levantamiento popular, debido principalmente a su falta de estructura: asambleas donde se reunían las denuncias, reivindicaciones y testimonios de los bosnios con la vocación de presionar a los gobiernos locales y central. La determinación con la que se ha impuesto esta nueva estructura por parte del Alto Representante, donde en la práctica se profundiza en la fragmentación étnica del poder político, debería compensarse con la promoción de estructuras de la sociedad civil que fomentaran una política bosnia basada en el interés de sus ciudadanos y no de sus grupos nacionales. Siendo esto tan iluso como se presume, también lo es pensar que los nacionalismos bosníaco, croata o serbio van a moderar sus agendas con esta medida si no lo han hecho durante casi tres décadas, instalados en una estructura de gobierno que ya de por sí favorecía sus demandas. En realidad, los bosnios siguen siendo más presos de su sistema que de su pasado.