• Veja,
    Nº. 1897, 23 de marzo de 2005, São Paulo (Brasil)

Después de leer informes de prensa sobre Brasil, podría pensarse
que su único problema es la corrupción. Los titulares no han
parado de resaltar las acusaciones de compra-venta de votos en el Congreso.
Pero por muy perjudicial que sea este escándalo para la política
del mayor país latinoamericano, éste sufre otros problemas sociales,
como la pobreza, el crimen y la degradación medioambiental. Una cuestión
social de gran trascendencia, que Brasil sufre desde hace 500 años,
se ha abordado no hace mucho: la desigualdad racial.

Las cosas no son blancas o negras: la desigualdad racial sigue muy viva en Brasil.
Las cosas no son blancas o negras: la desigualdad racial sigue muy viva
en Brasil.

La población negra, dentro de la que se engloba casi la mitad de los
habitantes del país, abunda de forma desproporcionada entre los pobres
y lleva un gran retraso con respecto a los blancos en cuanto a ingresos, educación
y nivel de vida. El Estado dejó de negar la existencia de racismo a
finales de la década de los 90, cuando el presidente Fernando Henrique
Cardoso denunció en público la discriminación. Y el Gobierno
progresista de Lula ha extendido las políticas de su antecesor, poniendo
en marcha, entre otras medidas, una secretaría de Estado para promover
la igualdad racial y hacer obligatoria la enseñanza de historia afrobrasileña
en las escuelas públicas.

La iniciativa más controvertida del actual Ejecutivo, sin embargo,
es una propuesta para establecer cuotas de admisión en las universidades
federales para alumnos negros y estudiantes de colegios públicos. Sus
críticos se preguntan si la ley -que supondría la ampliación
de los experimentos de los sistemas de cuotas que ya se aplican en varios Estados
brasileños- sólo serviría para acentuar el racismo
en un país que nunca ha conocido la segregación y donde hace
mucho tiempo que se desdibujaron las fronteras étnicas.

Entre los detractores de la ley está la popular revista Veja. Con una
circulación de 1,2 millones, esta publicación es el cuarto mayor
semanario del mundo, después de Time, Newsweek
y U.S. News and World Report
. En el número del 23 de marzo de 2005, el poderoso medio criticaba
al Gobierno por ignorar uno de los estudios del propio Ministerio de Educación
sobre enseñanza superior.

Según Veja, el documento revelaba que el número de negros en
universidades se correspondía con su presencia en la sociedad en general.
Esos datos socavan la política oficial, que apoya las cuotas para ciudadanos
de color en las universidades federales, dando por hecho que estos están
infrarrepresentados en las facultades. En lugar de emplear los resultados para
promover un serio debate público, el ministro de Educación, Tarso
Genro, canceló una rueda de prensa y puso en marcha "un esfuerzo
para descalificar un estudio que [su propio ministerio] había financiado",
afirmaba Veja.

Al rechazar la nomenclatura
racial, ‘Veja’ minimiza el peso de la población negra e introduce
confusión
en el debate de la reserva de plazas

No es la primera vez que una investigacion del Gobierno parece rebatir los
objetivos de las políticas de Lula. Anteriormente, el presidente brasileño
había identificado la eliminación del hambre como el principal
reto del país, pero un estudio del organismo oficial de estadísticas
lo puso en duda al revelar que el 40% de los ciudadanos tienen sobrepeso. En
lugar de repensar su enfoque, el Gobierno decretó que todos los estudios
tenían que ser aprobados por la oficina del jefe del Estado antes de
su publicación.

Sacar a la luz los intentos de un gobierno de restringir la información
es una parte integrante del trabajo periodístico. Por desgracia, el
artículo de Veja pone de manifiesto la desinformación y la falta
de visión de futuro que han caracterizado el debate brasileño
sobre las cuotas raciales. Por ejemplo, la revista sostiene que, según
el estudio oficial, los negros representan un 6% de los alumnos universitarios,
la misma proporción que suponen en la población total brasileña.
En realidad, la cifra se refiere a aquellos que se autodenominan pretos (los
de tez muy oscura), que representan sólo una pequeña fracción
del total de la población de raza negra, que comprende a pretos y pardos (mulatos). Juntos, estos dos grupos constituyen el 45% de la ciudadanía,
según el censo de 2000. Al rechazar la nomenclatura racial empleada
por los organismos oficiales, los investigadores serios y la mayoría
de los medios, Veja minimiza el peso de la población negra e introduce
confusión en el debate de la reserva de plazas.

Y lo que es peor, con su actitud pejiguera sobre oscuras estadísticas
esconde los mayores obstáculos para el acceso a la educación
de los negros: la mala calidad de la enseñanza secundaria pública
y la ingente demanda de plazas universitarias, que supera a las disponibles.
El Gobierno afirma que las cuotas son una medida temporal hasta que el sistema
de educación pública haya mejorado. Pero muchos, incluidos algunos
miembros del movimiento afrobrasileño, temen que esta política
sólo consiga distraer la atención de la más arriesgada
y cara tarea de reformar la educación secundaria.

Los observadores brasileños, como Veja, tienen razón en cuestionar
las cuotas raciales, pero, en lugar de ir por ahí recortando investigaciones,
deberían concentrarse en otros asuntos de mayor profundidad: la discriminación
y la desigualdad social. La realidad es que la propuesta de reservar puestos
a la población negra ha beneficiado al país llevando a la primera
línea el necesario debate sobre estos temas. Ahora lo que falta es que
la prensa -y el Gobierno- lo continúe.

Brasil, a vueltas con el racismo.
Mala Htun

  • Veja,
    Nº. 1897, 23 de marzo de 2005, São Paulo (Brasil)

Después de leer informes de prensa sobre Brasil, podría pensarse
que su único problema es la corrupción. Los titulares no han
parado de resaltar las acusaciones de compra-venta de votos en el Congreso.
Pero por muy perjudicial que sea este escándalo para la política
del mayor país latinoamericano, éste sufre otros problemas sociales,
como la pobreza, el crimen y la degradación medioambiental. Una cuestión
social de gran trascendencia, que Brasil sufre desde hace 500 años,
se ha abordado no hace mucho: la desigualdad racial.

Las cosas no son blancas o negras: la desigualdad racial sigue muy viva en Brasil.
Las cosas no son blancas o negras: la desigualdad racial sigue muy viva
en Brasil.

La población negra, dentro de la que se engloba casi la mitad de los
habitantes del país, abunda de forma desproporcionada entre los pobres
y lleva un gran retraso con respecto a los blancos en cuanto a ingresos, educación
y nivel de vida. El Estado dejó de negar la existencia de racismo a
finales de la década de los 90, cuando el presidente Fernando Henrique
Cardoso denunció en público la discriminación. Y el Gobierno
progresista de Lula ha extendido las políticas de su antecesor, poniendo
en marcha, entre otras medidas, una secretaría de Estado para promover
la igualdad racial y hacer obligatoria la enseñanza de historia afrobrasileña
en las escuelas públicas.

La iniciativa más controvertida del actual Ejecutivo, sin embargo,
es una propuesta para establecer cuotas de admisión en las universidades
federales para alumnos negros y estudiantes de colegios públicos. Sus
críticos se preguntan si la ley -que supondría la ampliación
de los experimentos de los sistemas de cuotas que ya se aplican en varios Estados
brasileños- sólo serviría para acentuar el racismo
en un país que nunca ha conocido la segregación y donde hace
mucho tiempo que se desdibujaron las fronteras étnicas.

Entre los detractores de la ley está la popular revista Veja. Con una
circulación de 1,2 millones, esta publicación es el cuarto mayor
semanario del mundo, después de Time, Newsweek
y U.S. News and World Report
. En el número del 23 de marzo de 2005, el poderoso medio criticaba
al Gobierno por ignorar uno de los estudios del propio Ministerio de Educación
sobre enseñanza superior.

Según Veja, el documento revelaba que el número de negros en
universidades se correspondía con su presencia en la sociedad en general.
Esos datos socavan la política oficial, que apoya las cuotas para ciudadanos
de color en las universidades federales, dando por hecho que estos están
infrarrepresentados en las facultades. En lugar de emplear los resultados para
promover un serio debate público, el ministro de Educación, Tarso
Genro, canceló una rueda de prensa y puso en marcha "un esfuerzo
para descalificar un estudio que [su propio ministerio] había financiado",
afirmaba Veja.

Al rechazar la nomenclatura
racial, ‘Veja’ minimiza el peso de la población negra e introduce
confusión
en el debate de la reserva de plazas

No es la primera vez que una investigacion del Gobierno parece rebatir los
objetivos de las políticas de Lula. Anteriormente, el presidente brasileño
había identificado la eliminación del hambre como el principal
reto del país, pero un estudio del organismo oficial de estadísticas
lo puso en duda al revelar que el 40% de los ciudadanos tienen sobrepeso. En
lugar de repensar su enfoque, el Gobierno decretó que todos los estudios
tenían que ser aprobados por la oficina del jefe del Estado antes de
su publicación.

Sacar a la luz los intentos de un gobierno de restringir la información
es una parte integrante del trabajo periodístico. Por desgracia, el
artículo de Veja pone de manifiesto la desinformación y la falta
de visión de futuro que han caracterizado el debate brasileño
sobre las cuotas raciales. Por ejemplo, la revista sostiene que, según
el estudio oficial, los negros representan un 6% de los alumnos universitarios,
la misma proporción que suponen en la población total brasileña.
En realidad, la cifra se refiere a aquellos que se autodenominan pretos (los
de tez muy oscura), que representan sólo una pequeña fracción
del total de la población de raza negra, que comprende a pretos y pardos (mulatos). Juntos, estos dos grupos constituyen el 45% de la ciudadanía,
según el censo de 2000. Al rechazar la nomenclatura racial empleada
por los organismos oficiales, los investigadores serios y la mayoría
de los medios, Veja minimiza el peso de la población negra e introduce
confusión en el debate de la reserva de plazas.

Y lo que es peor, con su actitud pejiguera sobre oscuras estadísticas
esconde los mayores obstáculos para el acceso a la educación
de los negros: la mala calidad de la enseñanza secundaria pública
y la ingente demanda de plazas universitarias, que supera a las disponibles.
El Gobierno afirma que las cuotas son una medida temporal hasta que el sistema
de educación pública haya mejorado. Pero muchos, incluidos algunos
miembros del movimiento afrobrasileño, temen que esta política
sólo consiga distraer la atención de la más arriesgada
y cara tarea de reformar la educación secundaria.

Los observadores brasileños, como Veja, tienen razón en cuestionar
las cuotas raciales, pero, en lugar de ir por ahí recortando investigaciones,
deberían concentrarse en otros asuntos de mayor profundidad: la discriminación
y la desigualdad social. La realidad es que la propuesta de reservar puestos
a la población negra ha beneficiado al país llevando a la primera
línea el necesario debate sobre estos temas. Ahora lo que falta es que
la prensa -y el Gobierno- lo continúe.

Mala Htun es profesora ayudante de Ciencias Políticas en la universidad
The New School (Nueva York) y autora de Sex and
the State: Abortion, Divorce, and the Family Under Latin American Dictatorships
and Democracies
(Cambridge
University Press, Nueva York, 2003).