Unidad especial de la policía en la favela Alemao, Río de Janeiro, Brasil. (Yasuyoshi Chiba/AFP/Getty Images)
Unidad especial de la policía en la favela Alemao, Río de Janeiro, Brasil. (Yasuyoshi Chiba/AFP/Getty Images)

A pesar de los diferentes programas de pacificación y el intento de convertir Río de Janeiro en una ciudad segura, homicidios, tiroteos, robos y violencia asolan a la capital carioca.

1 de julio: una joven doctora muere por herida de bala en un tiroteo en la Linha Vermelha, una autopista que atraviesa Río de Janeiro.

2 de julio: un grupo de ladrones cortan una calle de la periferia de la misma ciudad con un camión y asaltan a varias personas en sus coches, además de quemar un autobús.

3 de julio: un violento tiroteo en la favela Vila Cruzeiro, en la zona norte de Río de Janeiro, deja cuatro heridos.

4 de julio: otro tiroteo sacude la favela del Alemão, próxima a Vila Cruzeiro. Un vídeo muestra a unos niños intentando protegerse de los tiros dentro de uno de los vagones del teleférico que conecta los diferentes morros de esta macro-favela.

Son solo algunos ejemplos de la escalada de violencia que se vive en la Cidade Maravilhosa a menos de un mes del comienzo de los Juegos Olímpicos. Esos cuatro casos muestran dos caras de la convulsa realidad carioca: la ausencia de seguridad ciudadana y la crisis que viven las favelas supuestamente pacificadas, donde operan las 38 UPP (Unidades de la Policía Pacificadora) instaladas a partir de 2008 con el objetivo de limitar la violencia y recuperar el territorio del control de los narcos.

Este macabro balance se repite semana tras semana desde hace varios meses. En abril, un pastor evangélico fue asesinado a tiros al salir de la iglesia en la favela de Jacarezinho, en la zona norte de Río de Janeiro. Un moto-taxista falleció durante un tiroteo entre policías y narcotraficantes en Alemão. Dos personas fueron asesinadas, entre ellos un niño de siete años, y seis resultaron heridas en tiroteos entre narcotraficantes y policías, de nuevo en el Alemão.

Todo apunta a que el modelo de seguridad pública diseñado para garantizar la paz durante los tres grandes eventos internacionales de esta década - visita del Papa, Mundial de Fútbol y Juegos Olímpicos – pasa por sus horas más bajas. “El proceso de pacificación tuvo una expansión muy rápida y gozó de un apoyo político y social muy elevado en los primeros años. Progresivamente, ha entrado en una crisis que conlleva tiroteos constantes en algunas favelas, sobre todo en las más grandes, y una pérdida de apoyo dentro y fuera de las comunidades”, explica Ignacio Cano, profesor y coordinador de Laboratorio de Análisis de Violencia (LAV) de la Universidad del Estado de Río de Janeiro (UERJ).

Los datos oficiales no dejan lugar a duda: Río de Janeiro vive el momento más tenso de la última década y experimenta un importante retroceso en términos de seguridad. En 2016, en la capital carioca se han registrado 16.339 robos de coches, 80.061 atracos, 1.469 personas fueron víctimas de disparos, 56 ...