Manifestantes durantes las protestas que piden el proceso de destituación de la presidenta brasileña, Dilma Rousseff, en Sao Paulo. (Miguel Schincariol/AFP/Getty Images)
Manifestantes durantes las protestas que piden el proceso de destituación de la presidenta brasileña, Dilma Rousseff, en Sao Paulo. (Miguel Schincariol/AFP/Getty Images)

Todos a la calle contra Dilma. Brasil se prepara para una manifestación gigantesca a favor del conocido impeachment o proceso de destitución (procedimiento por el que un órgano legislativo procesa a un cargo para una eventual destitución) de la actual presidenta del país. Será el próximo 15 de marzo y el Gobierno del Partido de los Trabajadores es conciente de que habrá una participación masiva, sobre todo en ciudades como São Paulo y Rio de Janeiro.

Es una suposición lógica, teniendo en cuenta que en octubre de 2014 Dilma Rousseff logró su segundo mandato por los pelos, con tan sólo el 51,64% de los votos. Fue el resultado más apretado de la joven democracia brasileña. Hoy la mitad del país no se siente representada por ella. En cuatro meses, su popularidad ha caído en picado, del 43% al 23%, según Datafolha. Las encuestas indican que hoy la presidenta no sería reelegida.

En la historia reciente de Brasil, sólo hay un antecedente: el de Fernando Collor de Mello, que renunció a su cargo en diciembre de 1992, tras iniciarse un proceso de destitución debido a las acusaciones de corrupción y a una sangrante crisis económica, que elevó la inflación hasta el 1.200% anual.

El sistema político brasileño no prevé la posibilidad de anticipar las elecciones. Por esta razón, el impeachment es el único mecanismo democrático que permitiría cambiar de presidente antes de tiempo. Muchos empresarios y políticos de la oposición apoyan este escenario. Un ejemplo: Erick Bretas, director de Medios Digitales de Globo, el grupo de comunicación más influyente del país, acaba de anunciar su participación en la manifestación de Rio de Janeiro.

La hipotética destitución de Dilma Rousseff abriría el camino al poder del vicepresidente Michel Temer, miembro del Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB) y muy ligado al mundo empresarial. esglobal entrevista a Geraldo Tadeu, analista político y director del Instituto Universitario de Investigaciones de Rio de Janeiro (IUPERJ) quién asegura que: “No cabe duda de que es un político que agradaría mucho más a los empresarios brasileños”.

 

esglobal. ¿El proceso a Dilma Rousseff es una posibilidad real o es pura demagogia?

Geraldo Tadeu. No me parece que hoy existan las condiciones mínimas para iniciar un proceso de destitución. Los distintos problemas que estamos viviendo – crisis energética e hídrica, inflación, recortes en los presupuestos del Estado y el escándalo de corrupción de Petrobras – no pueden ser atribuidos en bloque y directamente a la presidenta.

esglobal. Pero las encuestas oficiales señalan que hay entre un 20% y un 30% de posibilidades de que la presidenta acabe siendo destituida.

G.T. Las movilizaciones todavía son bastante incipientes en las redes sociales y muy poco significativas en la calle. El movimiento a favor del impeachment de Fernando Collor de Mello ganó fuerza cuando las manifestaciones en la calle crecieron.

esglobal. ¿Existen los supuestos? El jurista Ives Gandra habla en su blog de “improbidad administrativa”. Sin embargo, el presidente de la Cámara, Eduardo Cunha, ha declarado recientemente que “no hay espacio” para hablar de este proceso.

G.T. El impeachment no es un proceso jurídico, sino político, en el que el presidente es juzgado por las instituciones representativas: el Senado instruye el proceso y la Cámara juzga. Puede derivar de un crimen común o de uno de responsabilidad, cuya definición es muy amplia e indefinida. La improbidad administrativa, como sugiere Ives Gandra, admite varias escalas. Sin embargo, políticamente todavía no hay espacio para eso, aunque es cierto que la situación es muy inestable y puede precipitar en cualquier momento en función del efecto acumulado de la crisis económica con la desarticulación política, y con la deriva de la Operación Lava Coches [el caso Petrobras]. En todo caso, es un procedimiento muy complicado que requiere mayoría absoluta y un gran consenso entre las fuerzas políticas, algo que todavía no existe. Estamos en el inicio del segundo mandato de Dilma y las distintas crisis en ciernes todavía no se han aglutinado.

esglobal. ¿Cuáles son las fuerzas políticas y económicas que están detrás de la campaña a favor del proceso de destitución?

G.T. Hay movimientos de derechas como el de Jair Bolsonaro, que apuestan por el agravamiento de la crisis y el fortalecimiento de este movimiento popular a favor de alejar a Dilma del poder. Sin embargo, estos grupos están presentes en los gobiernos estatales y municipales, y no pueden romper sus lazos con el Gobierno Federal para emprender una aventura arriesgada, como es impulsar el impeachment, porque perderían su credibilidad política. Creo que estos grupos hoy están a la espera de ver lo que pasa. Si el movimiento en la calle crece sensiblemente, la oposición podría capitalizar el descontento.

esglobal. El caso más sonado, como hemos señalado, fue el de Fernando Collor de Mello, el autor del corralito brasileño, a principio de los 90. ¿En qué se diferencia de la situación actual?

G.T. El caso de Collor fue diferente. Su proceso comenzó en la mitad de su mandato por un escándalo a raíz de una entrevista de su hermano, Pedro Collor, que afirmaba que su campaña electoral había sido realizada desde una "caja b" y que el tesorero de campaña estaba envuelto en varios casos de corrupción. Dado que la base política de Collor era muy frágil, la crisis se desarrolló rápidamente. Pero hay que recordar que Collor, al final, fue absuelto de todas las acusaciones. Nunca se encontraron pruebas contra él, pero fue igualmente destituido porque el impeachment es un procedimiento político y no judicial.

esglobal. ¿Qué peso tiene el escándalo de corrupción de Petrobras en el actual escenario político?

G.T. Petrobras es la principal empresas brasileña, responsable del 35% de todas las inversiones en el país. Esta investigación tendrá una reacción en cadena muy grande en el escenario político y puede contribuir a empeorar el económico. Hay hasta 40 políticos llamados a declarar. También perjudica la imagen internacional de Brasil de cara a los inversores de otros países.

esglobal. ¿Podemos hablar de una pérdida de credibilidad del Gobierno de Dilma Rousseff?

G.T. Sin duda. De hecho, el candidato de la oposición, Aécio Neves, habló mucho de recuperar la credibilidad de Brasil durante la campaña electoral. Y aunque es verdad que la credibilidad por sí sola no asegura la comida en el plato, sabemos que los agentes económicos trabajan con expectativas. Invierten hoy para obtener un lucro de aquí a 10 años. Por eso la credibilidad es un componente importante en la actual coyuntura política y económica. Por otra parte, hay que subrayar que los empresarios no vivieron mal durante los dos mandatos de Lula da Silva y el primero de Rousseff. Mientras el Gobierno conseguía hacer crecer la economía, todo el mundo resultó beneficiado. El problema es que ahora ellos creen que Dilma no es la persona más adecuada para mantener las condiciones de crecimiento económico y de lucro. Y hay otro factor importante. Lo que hace aumentar el descontento popular son básicamente dos factores: el desempleo y la inflación. En cuanto suban ambos índices, todas las familias van a verse afectadas.

esglobal. ¿Cree que los actuales problemas económicos de Brasil tienen que ver con la gestión de Dilma Rousseff o con los cambios en la coyuntura internacional? Ha habido una drástica bajada del precio de las materias primas y del petróleo.

G.T. La gestión de Dilma ha agravado un contexto internacional de por sí difícil. La tasa de crecimiento de otros países emergentes como India o Sudáfrica es mucho mejor que la nuestra. Un ejemplo de la gestión de este Gobierno es la política aplicada en el sector eléctrico. En 2012, Dilma Rousseff decidió bajar el 18% la tarifa, un descuento que fue anulado al año siguiente y ahora la tarifa está subiendo de nuevo. En resumen, desorganizó el sistema eléctrico con una intervención populista, agravando déficits que claramente iban a llevar a la situación actual. Todos sabíamos que este modelo iba a fracasar. No había de dónde sacar más dinero para mantener artificialmente estas condiciones.

esglobal. ¿Cómo sería recibida en América Latina una hipotética salida de Dilma Rousseff del poder?

G.T. Dilma es una inapetente política. Simplemente, no le gusta hacer política. Desde el punto de vista de la política exterior, su Gobierno es una nulidad. No ha habido ningún avance con respecto a la etapa de Lula, que se dedicó a viajar por el mundo entero para abrir nuevos mercados para las empresas brasileñas. Rousseff no ha hecho nada de eso: no es su perfil, ni su estilo. Ahora bien, los Gobiernos de países más a la izquierda, como Venezuela, Bolivia, Ecuador, Nicaragua, siempre respectaron mucho a Lula. Y para los más a la derecha, como Chile, México, Argentina y Colombia, Lula era una especie de intermediario con EE UU y la Unión Europea, debido a su influencia sobre estos Estados. Hoy Caracas está en crisis, con una inflación altísima y un grave clima de enfrentamientos, es decir, lo que pasa en Brasil es lo último que le preocupa. Pero diría que el flanco a la izquierda de América Latina echaría en falta a Dilma, que en realidad tiene mayores convicciones ideológicas que el propio Lula. Por lo general, Brasil no se involucra en las peleas latinoamericanas, con lo cual no hay nadie especialmente deseoso de ver a la presidenta fuera del poder.

esglobal. Recientemente los militares han acordado no mencionar la palabra impeachment, pero hay ya quien clama al golpismo desde ciertos medios de comunicación. ¿Es realista un escenario golpista en el Brasil de 2015?

G.T. Para nada. Ni las Fuerzas Armadas tienen interés en eso. Hoy el Ejército en Brasil está mucho más profesionalizado. Los militares están más interesados en otros asuntos, como la proyección del país en el escenario internacional o la defensa del Amazonas. No existe actualmente ningún movimiento de corte político en el Ejército. La sociedad brasileña también está mucho más fuerte y articulada. Hay instituciones fuertes, y muchas ONG y asociaciones civiles en activo. Eso dificultaría cualquier movimiento golpista. Cuando se habla de golpismo, como ha hecho Lula estos días, es por analogía. Se refiere a que quieren tirar a una presidenta democráticamente elegida del poder por un golpe. Pero no es un golpe militar, ni mucho menos.