La emergencia cada vez más latente del sueño de un Kurdistán unido toma cuerpo poco a poco en cuatro países claves para Oriente Medio: Siria, Turquía, Irak e Irán. Las revueltas en los países de mayoría árabe abren nuevos frentes para los kurdos que antes eran poco posibles o muy improbables.

La primavera árabe acerca el sueño de un Kurdistán libre

Cierto. La próxima instalación con el beneplácito de la OTAN de bases de misiles Patriot en la frontera de Siria con Turquía está siendo interpretada por fuentes militantes kurdas como un intento más por parte de Ankara de retrasar en la medida de lo posible una zona autónoma kurda en el norte de Siria. Este temor, que hace solo varios años se antojaría infundado por no decir grandilocuente, ya no es tan descabellado.

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Y es que si bien es verdad que un Estado para la mayor minoría en el mundo que todavía no cuenta con uno propio está lejos de ser realidad, ya parece más accesible.

Los cuatro países que mantienen importantes minorías kurdas -Turquía, Irak, Siria e Irán- han visto como el fenómeno sísmico desatado por la llamada primavera árabe ha redoblado en gran parte las ilusiones de una mayor autonomía para estas comunidades. Sobre todo porque cuentan más en las respectivas constelaciones de poder.

Particularmente en Turquía la situación se hace perentoria. Como bien indica después de 40 años de estudio sobre el terreno el veterano periodista Cengiz Candar en su recién publicado libro Mezopotamia Ekspresi: “Es necesario para adaptarse al ritmo de la historia de Turquía (darse cuenta de que) o se soluciona la cuestión kurda o la cuestión kurda acabará con Turquía”.

Según informa International Crisis Group, desde junio de 2011 ya se contabilizan casi mil muertos como resultado de enfrentamientos de las fuerzas de seguridad turcas y militantes kurdos. Es una cifra inquietante, inusual por elevada.

Paralelamente, el abandono de puestos fronterizos con Turquía por parte del Ejército regular sirio ha propiciado la creación de zonas clave controladas por milicias de kurdos. Estos militantes están siendo entrenados por otros kurdos, pero del norte de Irak, y cada vez se enfrentan más a milicias de árabes sunís procedentes de otros países.

A esto hay que sumar el fortalecimiento del nacionalismo kurdo en Irak e Irán debido al enfrentamiento encubierto o no tanto, alentado por la primavera árabe en todo caso, de potencias de mayoría suní contra otras de mayoría chií. Todo indica que, a más tardar, el  después de la primavera árabe marcará un comienzo de la primavera kurda.

La primavera kurda puede llevar a la guerra civil en varios países

Sí. De hecho, en el caso de Turquía, ya existe desde los 80 una guerra civil de baja intensidad debido al contencioso kurdo. Con el comienzo de la primavera árabe las cifras de muertos no han hecho más que aumentar. Como los diputados del partido prokurdo Sociedad Democrática del Pueblo (BDP) perderán seguramente pronto su inmunidad parlamentaria, la situación previsiblemente se agravará.

Ankara ha asegurado que entablará negociaciones con la organización armada Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) en aras de la pacificación, pero al mismo tiempo mantiene varios miles de activistas kurdos encarcelados, lo cual no parece que tenga visos de aligerar la situación.

Hay que sumar además debido a la guerra civil en el país vecino la alteración que ha sufrido la población aleví en la zona fronteriza, generalmente más bien laica y que se ha echado a las calles para defender un régimen chií como el de Bashar al Assad.

Sea como fuere para poder llevar a cabo la hegemonía suní que el ministro de Exteriores turco Davutoglu tiene en mente,  el principal obstáculo no es tanto ahora el bloque chií -muy debilitado por la guerra civil en Siria- sino el movimiento kurdo en varios países claves de la región.

La revuelta en Siria ha empujado a Teherán y Damasco a fortalecer su cooperación frente a un enemigo suní común. Según la inteligencia turca esto también conlleva que la cooperación en materia militar que se mantenía respecto al PKK haya cesado de un modo abrupto. Peor que eso para Ankara: los kurdos en Siria están colaborando con el régimen de Damasco, lo que puede espolear atentados de militantes kurdos en suelo turco como represalia a la interjerencia turca en Siria.

Y mientras tanto en Irán el temor de nuevo tiene que ver con el posible resurgimiento de un nacionalismo kurdo a raíz de la lucha contra el régimen de los ayatolás. Se teme que el debilitamiento del régimen de Teherán fortalezca el deseo de mayor autonomía de los kurdos iraníes. A pesar de que la revolución verde encabezada por Mousaví apenas tuvo seguimiento por nacionalistas kurdos en Irán, la ola reivindicativa kurda tendrá sin duda incidencia en el país de mayoría chií debido a los fuertes lazos entre el PJAK y el PKK.

El PKK se hace cada vez más fuerte… en Siria e Irán

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Hasta cierto punto. El presidente del think tank Instituto de Pensamiento Estratégico (SDE) y miembro del partido gobernante de la Justicia y Desarrollo (AKP), Yasin Aktay, lo deja claro en una entrevista publicada recientemente al afirmar que “fuerzas oscuras desean la guerra. Existen grupos de presión que se benefician del caos que supone el conflicto”, en referencia al entramado conocido en Turquía como derin devlet o Estado profundo.

Sobre todo la masacre de Roboski (en turco, Uludere) en diciembre de 2011 ha dado alas a los que afirman dentro de la población kurda que no existe una solución negociada sin el respeto que se adquiere a través del conflicto armado.

La Unión de las Comunidades del Kurdistán (KCK) en sus diferentes vertientes -PKK en Siria, PJAK en Irán y PYD en Siria- es  precisamente tan importante porque sus filiales comparten un ideario pankurdo: la unión de todos los kurdos en un solo Estado, que no tenía precedente y que, de lograrse, supondría al igual que Israel una entidad nueva en una región muy volátil.

Teniendo en cuenta que potencias extranjeras como Estados Unidos e Israel están o han estado entrenando y suministrando información para desestabilizar Irán y que el régimen actual de Damasco previsiblemente tiene los días contados, los siguientes escenarios de enfrentamientos contra fuerzas chiíes podrían ser principalmente Irán e Irak.

La meta a largo plazo del PJAK es crear una zona autónoma kurda y laica en una región propia dentro del Estado iraní. El Kurdistán iraní mira ahora con ilusión cómo la primavera árabe da posibilidades hasta ahora desconocidas a las minorías kurdas en otros países.

Pero debido a la experiencia en la lucha el PJAK sabe que solo una intervención militar extranjera podría realmente poner en peligro la hegemonía política y militar del Teherán de los ayatolás. Solo en ese contexto una insurgencia armada tendría un sentido inapelable. En el caso contrario apenas pueden esperar algún que otro éxito en escaramuzas con la Guardia Republicana.

En Siria sin duda la situación es distinta. El abandono de puestos fronterizos por parte del Ejército regular y con ello de control estatal en el norte del país ha propiciado un embrión de Estado kurdo allí… si Turquía no lo detiene.

Para el Kurdistán iraquí tira más fuerte el petróleo que la autonomía

Falso. O al menos no enteramente cierto, puesto que en realidad ambos temas están relacionados: cuánta mayor autonomía para el norte kurdo tanto mayor la posibilidad  de un control propio del crudo. Por lo tanto se prioriza el fortalecimiento de una zona autónoma kurda y se la intenta dotar de tantos instrumentos estatales.

Existe además otra razón por la que el petróleo ha perdido su peso: el sector privado turco ya es la fuerza económica más fuerte en esta zona autónoma. Y precisamente debido a ello los gasoductos y oleoductos que estaban previstos que unieran directamente Turquía con el Kurdistán iraquí son una afrenta para el gobierno chií de Bagdad.

También serían en cierta medida un fortalecimiento de la soberanía de la zona kurda en el norte, pero debido a los fuertes vínculos entre familias y compañías kurdas en el norte de Irak y turcas en suelo turco, los beneficios que puede dar el petróleo ya no son tan evidentes como hace bien poco. En cambio la ideología pankurda está en auge como nunca y su posibilidad de éxito puede beneficiar ya a aquellos que invierten en ella.

“Si el Ejército (turco) entra en el norte de Irak habrá enfrentamientos. Y la situación devendrá en una guerra civil en la que morirán iraquíes. No quiero esto”. Son palabras del primer ministro iraquí Al Maliki. Y no es la primera vez: tanto el líder iraquí como su homólogo turco Erdogan han avisado del peligro eminente de una guerra civil en sus respectivos países con el trasfondo de la primavera árabe, en especial su versión siria.

Para el Kurdistán iraquí cada conflicto en la zona desde al menos la caída de Saddam en 2003 ha resultado en un fortalecimiento de la nacionalidad kurda. El actualmente previsible debacle final del presidente sirio Al Assad supondría también la huída hacia Irak de muchos sirios afines al extinto régimen que podrían intentar un nuevo bloque chií en Irak junto con Irán.

Por lo tanto de llegar a un final la guerra en Siria la situación en Irak podría degenerar en pronta guerra civil entre sunís y chiíes con Irán a la espera. Y entre ambos bandos de nuevo los kurdos, con agenda propia.

En Siria se dibuja un nuevo frente en Oriente Medio: ‘yihadistas’ contra kurdos

Eso parece. En Siria, el abandono de los puestos fronterizos con Turquía por parte del Ejército regular de Damasco ha dado alas a la franquicia del PKK en Siria, el PYD, no solo para ocupar amplias zonas fronterizas en el norte de Siria sino también para prevenir su ocupación por parte tanto del Ejército Sirio Libre como de yihadistas.

La propia lógica de la Guerra en Siria -la necesidad cada vez más acuciante de contar con mercenarios bien disciplinados y con experiencia en conflictos bélicos- hace  cada vez más acuciante la incorporación a las filas insurgentes de salafistas y yihadistas a medida que se avanza más hacia el corazón de Damasco.

Los combates de los últimos meses entre milicias de árabes sunís con militantes kurdos en suelo sirio pueden estar anunciando el comienzo de una guerra civil después de la actual; un segundo Líbano. Por ello los enfrentamientos entre yihadistas y kurdos en zonas de mayoría kurda cada vez parecen menos fortuito y más cercanos a una estrategia de guerra.

Lo que está en juego es el escenario post Al Assad, a saber, si en una Siria futura se puede mantener la mayor autonomía actual para tres millones de kurdos sirios que ha sido ganada gracias sobre todo al vacío estatal dejado por Damasco en su huída hacia adelante.
En este escenario incierto irrumpen las especulaciones de grupos militantes kurdos acerca de las baterías de misiles Patriot  que próximamente serán relegadas a lo largo de la frontera sirio-turca.

El argumento es éste: siguiendo la lógica de los hechos consumados, los kurdos sirios, debidamente apoyados por otros en Turquía, Irán y sobre todo del norte de Irak, estarían ya formando una nueva zona autónoma en el norte del país árabe. Gracias a los Patriot Turquía conseguirá hacerse con el total control del espacio aéreo sobre esta zona.

De llegarse a dar una intervención militar terrestre en el país vecino para destruir el embrión federal kurdo, Ankara tendría con los Patriot una baza segura, porque su Ejército estaría protegido por el aire, y así podría crear fácilmente una zona tampón entre ambos países que desarticularía finalmente los sueños pankurdos.

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