La Asociación Oriental de la Unión Europea con seis países ex soviéticos –Ucrania, Moldavia, Bielorrusia, Georgia, Azerbaiyán y Armenia- ya está en marcha. Los acontecimientos en el Cáucaso y en Ucrania los últimos meses han hecho que Bruselas se decante por avanzar en la antigua esfera soviética. Vitali Silitski, director del Belarusian Institute for Strategic Studies, estuvo presente en la cumbre del 7 de mayo en Praga y explica a FP en español por qué la UE está adentrándose en territorios donde, hasta ahora, nadie ha eclipsado la alargada sombra de Moscú. 

FP en español: ¿Cuáles son los principales objetivos de la Asociación Oriental?

 
 
JJOE KLAMAR/AFP/Getty Images
 

¿El comienzo de una larga amistad? El presidente ucraniano, Viktor Yushchenko, y el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durão Barroso, en la cumbre de Praga.

 

Vitali Silitski: Tiene dos objetivos. El primero es preservar los intereses de la Unión Europea en la región, sobre todo, su seguridad energética. El segundo, reforzar los lazos con las antiguas repúblicas soviéticas y promover reformas, seguridad y prosperidad en la zona. Se basa en el principio de condicionalidad: se ofrece a países con diferentes sistemas políticos y varios niveles de desarrollo económico, pero sólo aquellos dispuestos a avanzar en el camino de las reformas políticas y económicas conseguirán los verdaderos beneficios del programa. Éstos incluyen acuerdos de asociación con la UE, de libre comercio y la eliminación de visados.

Al mismo tiempo, la Asociación Oriental prevé una extensa cooperación multilateral en proyectos que tendrían impacto en todos los Estados tanto de la UE como de la Asociación, tales como el control de fronteras, tránsito, o seguridad energética. También concede un importante papel a la sociedad civil para supervisar, acceder y observar la cooperación entre ambas partes, así como el progreso político en los países asociados.

FP: ¿Por qué Bruselas ha decidido lanzar ahora esta propuesta?

V.S. La Asociación Oriental fue propuesta por Polonia y Suecia en 2007, pero la Unión Europea se decantó por esta iniciativa sólo después de la guerra en Georgia [en agosto de 2008], que mostró la vulnerabilidad de la mayoría de los Estados postsoviéticos ante la presión de Rusia. La disposición de Moscú para cambiar las fronteras y apostar por la guerra en sus intereses políticos y económicos fue también el despertador para la UE, que esperaba que la estabilidad económica y política en el flanco oriental pudiera resolverse tratando sólo con el Kremlin.

FP: Desde el colapso de la URSS hasta hoy, todos los países incluidos en la Asociación Oriental han sufrido diferentes tipos de inestabilidad y crisis, como en Moldavia y en Ucrania las últimas semanas. ¿Bruselas ha hecho todo lo que podía en la región?

V.S. Creo que no. La política de la Unión Europea en el Este del continente era rusocéntrica, ylos países que comprenden la Asociación Oriental tenían sólo un papel secundario. Además, a Bruselas no le entusiasmaba otorgar credibilidad a las aspiraciones europeas de Estados como Ucrania, Moldavia y Georgia y no les dio ninguna esperanza de que algún día pudiesen ser miembros de la UE. Y en cuestión de hechos, la propia Rusia tiene muchas más relaciones con Bruselas que la mayoría de esos países.

La principal arma de la UE para promover las reformas y la estabilidad es la integración europea y conscientemente eligió no usarla con las naciones ex soviéticas como sí hiciera con las de la Europa central y del sureste. Estos países [que componen la Asociación Oriental] simplemente carecieron de la motivación para hacer las reformas necesarias que reforzarían sus democracias y viabilidad económica.

FP: Ante las suspicacias de Moscú, Bruselas ha expresado en varias ocasiones que no es un programa en contra de Rusia. ¿Cree de verdad que no lo es?

V.S. No es una propuesta antirrusa desde la perspectiva de Bruselas. El Kremlin todavía tiene una mentalidad de suma cero, y considera el refuerzo de la Unión Europea en los antiguos Estados soviéticos como su propia pérdida. Así que sea lo que sea que diga la UE, Moscú tratará esta iniciativa como antirrusa.

FP: ¿Qué preocupa al Kremlin de la Asociación Oriental?

V.S. El Kremlin obviamente está celoso. Se encuentra en alerta, sobre todo, porque la Asociación Oriental puede romper su monopolio en el suministro energético a favor de la Unión Europea y perder el control sobre las infraestructuras de tránsito en la Europa del Este. El acuerdo energético entre Bruselas y Ucrania fue particularmente poco grato para Moscú. Se podrían ver intentos del Kremlin para disuadir a los Estados postsoviéticos de una participación más profunda con la UE, mediante el uso preferencial de los precios de la energía o los bloqueos comerciales.

FP: Varios analistas y líderes europeos definieron la decisión de Bruselas de invitar al presidente bielorruso, Alexander Lukashenko, a la cumbre que inauguró la Asociación Oriental como de “doble rasero”. ¿Por qué Bruselas decidió invitarle tras años sin apenas relaciones con el mandatario?

V.S. No creo que sea un doble rasero. La Unión Europea está tratando con seis Estados de los cuales sólo uno de ellos, Ucrania, actualmente puede considerarse una democracia. En general, que Bruselas tenga relaciones con Bielorrusia es un signo de que la UE reconoce el fallo de su política de presión sobre el régimen de Lukashenko, y está dispuesta a dar una oportunidad a lo que los alemanes llaman, en referencia a la República Democrática Alemana, “el cambio mediante la inclusión”. La idea es que ante la simple exposición a la economía, instituciones y valores comunitarios, Bielorrusia estaría forzada a liberalizarse.

Las relaciones con la UE están cambiando y animándose, sin embargo, las autoridades bielorrusas consideran que le están ofreciendo una alianza geopolítica a Bruselas, por la cual la Unión Europea tendrá que pagarles económicamente y olvidar lo que está ocurriendo en el país a nivel interno. Por el contrario, la Unión Europea ve la oferta de compromiso como un premio que ha concedido a Lukashenko, por el que espera más reformas políticas. Así que, mientras se van acercando, ambas partes están persiguiendo agendas difícilmente compatibles.

FP: Usted estuvo en Praga en la cumbre del 7 de mayo. ¿Qué conclusiones podría sacar de los primeros pasos de la Asociación Oriental?

V.S. La Unión Europea es todavía una concha vacía en relación a su contenido práctico, cantidad de financiación e institucionalización. La mayoría de los Estados miembros antiguos están particularmente poco dispuestos a dar a este programa un impulso: en parte porque tienen miedo de una carga financiera adicional, del influjo de fuerzas baratas de trabajo, y porque compite con el proyecto de vecindad alternativo, la Unión del Mediterráneo.

Hubo pocos jefes de Estado representando a esos antiguos países miembros en la cumbre. Y la declaración final fue sustancialmente diluida, por ejemplo, en la cuestión de la liberalización de visados, que quedó como una promesa en un futuro remoto. Pero creo que la conferencia creó cierta forma institucional para legitimar la presencia y participación de la Unión Europea en la región.

 

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