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Un inversor lee el periódico junto a una pantalla que muestra los precios de las acciones de una empresa de seguridad en Hangzhou, al este de la provincia de Zhejiang en China. (STR/AFP/Getty Images)
Decenas de analistas y expertos en China han repetido durante años que el Partido Comunista podía doblegar y pastorear al mercado. La Bolsa acaba de pellizcarlos en medio de ese sueño feliz.
A los analistas occidentales les gusta crear unos ídolos que, como Moisés, sean capaces de dominar y dividir las aguas del Mar Rojo transfigurado en este caso en acciones, bonos y hasta en la economía nacional. A largo plazo, esas divinidades con bolas de cristal o puños de hierro se ven desbordadas; entonces, y esto es algo que dice muy poco de nosotros, las censuramos y reprendemos por habernos defraudado y procedemos a su lapidación simbólica en la plaza pública. Obviamos así la responsabilidad de haberlas idolatrado y de haberles dedicado un culto casi religioso durante años.
Eso es lo que ha empezado a ocurrir con el Partido Comunista de China y de ahí viene la furia que se ha desatado en las principales páginas de la prensa internacional. No les perdonan que no hayan estado a la altura de unos estándares imposibles que los propios reguladores ...
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