Las calles de la capital, Bujumbura, tras las protestas contra el Gobierno. (Spencer Platt/Getty Images)
Las calles de la capital, Bujumbura, tras las protestas contra el Gobierno. (Spencer Platt/Getty Images)

Casi a diario aparecen cadáveres en las calles de Bujumbura, a menudo en circunstancias no explicadas. Han muerto más de 300 personas desde abril, cuando el presidente, Pierre Nkurunziza, anunció que iba a intentar obtener un tercer mandato a pesar de la oposición general. Su reelección en julio, tras un golpe de Estado fallido, desató un periodo de enfrentamientos entre las fuerzas gubernamentales y la oposición armada. La escalada de violencia suscita temores de la reanudación del conflicto tras un decenio de paz relativa. En Burundi murieron al menos 300.000 personas durante los 12 años de guerra civil, que terminó en 2005 después de los enconados esfuerzos de paz encabezados por los presidentes Julius Nyerere de Tanzania y Nelson Mandela de Suráfrica.

En diciembre, el Consejo de Paz y Seguridad de la Unión Africana tomó la audaz medida de autorizar una Misión Africana de Prevención y Protección en Burundi para interrumpir el descenso hacia la guerra civil y las atrocidades de masas. Nkurunziza reaccionó indignado y dijo que los ciudadanos "se levantarían en armas" contra las tropas extranjeras. La Unión Africana (UA) ha ofrecido diálogo al Gobierno y ha pedido a las dos partes que cooperen con unas negociaciones de paz cuya siguiente ronda comenzó el 6 de enero. No está claro si la UA cuenta con suficiente apoyo de sus miembros para imponer una misión en contra de la voluntad del Gobierno del país.

La situación humanitaria es terrible. Más de 200.000 personas han huido del país y las autoridades de la ONU advierten de que, si no se actúa de forma inmediata, existe el riesgo de "violencia catastrófica". Hasta ahora, la crisis es más política que étnica, pero da la impresión de que algunos dirigentes están aprovechando las divisiones étnicas. Hay peligro de que se cometan atrocidades masivas si no se contiene la violencia. Además esta situación amenaza con desestabilizar, todavía más, la frágil región de los Grandes Lagos, con el aumento del número de refugiados que huyen a Ruanda, Tanzania y la República Democrática del Congo.

 

Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia.